Regresaba a casa luego de haber pasado dos días fuera de ella, habían sido los más felices que había tenido desde hace ya mucho tiempo, yo pensaba que esos días no volverían a existir nunca más para mí, pero me equivoqué. Conocí a una hermosa chica que tenía unos alucinantes ojos color chocolate, el cabello largo de un intenso color caoba, era alta con curvas bien definidas, su cara parecía la de una princesa sacada de un cuento de hadas, y además de eso ella era divertida y teníamos muchas cosas en común. Por alguna extraña razón alguien la había puesto en mi camino. Juntos pasamos todo un día y toda la noche también en mi isla favorita, allí la hice mía, fue maravilloso, no tenía idea de que me impulso a hacerlo, pero no me arrepiento de haberlo hecho; hubiera querido pasar más tiempo con ella, pero tenía a otra princesa esperándome en casa, y ya estaba comenzando a extrañarla.
Ella era la razón de mi existencia por la que daría todo, hasta mi vida con tal de verla sonreír. Esa princesa era mi pequeño tesoro, la luz de todos mis días, por quién aún continuaba viviendo, mi hija: Valentina.
Llegué a la casa y ella fue la primera en recibirme:
-¡Papi! ¡Papi! Al fin llegas, no sabes cuánto te he extrañado- dijo corriendo hacia mí para que la alzara en brazos.
-Yo también te he extrañado princesita- le contesté abrazando y besando su delicada y angelical carita. Ella se me quedo mirando fijamente.
-¿Qué pasa mi cielito? ¿Por qué me ves de esa manera?- pregunté
-Es que no se papi, te noto diferente- dijo con el rostro lleno de confusión.
-¿Cómo diferente?
-Es que hay algo en tus ojos…- estaba tratando de explicarse cuando la voz de mi madre proveniente de la cocina la llamó: - ¿Valentina? ¿Dónde estás mi cielo? ¿Qué estás haciendo?
-Estoy aquí en la sala abuelita. Papi ya llegó- gritó la pequeña todavía en mis brazos. Me dirigí a la cocina. Mi madre al verme se abalanzó sobre mí, abrazándome:
-Christopher, ¡Que feliz estoy de que hayas vuelto! ¿Qué tal el viaje?
-¡Excelente!
-Me alegro de que haya sido así.
-¿Abuelita, soy yo, o papi esta diferente?
-¿Cómo diferente pequeña?
-Si, la abuelita y yo queremos saber.
-Míralo abuelita, en los ojos, no sé, están… tienen un brillo diferente- ahora fue mi mamá quien se quedó mirándome fijamente.
-Valentina tiene razón, no te veía ese brillo desde que ella nació.- mi mamá sonrió.- A ver, cuéntanos… ¿Qué pasó en este viaje que estas diferente?
-Si papi, yo se que te paso algo y es algo muy bueno porque sino tu mirada fuera diferente- imploró mi pequeña, apenas tenía cinco añitos de vida y ya se comportaba como toda una adolescente que quería saberlo todo. Me reí.
-Bueno, bueno está bien, calma, les contaré pero primero quiero comer, muero de hambre.
-¡Genial! Acabo de terminar el almuerzo- exclamó felizmente mi madre. Nos sirvió y nos sentamos a comer todos juntos. Solo faltaba mi papá pero estaba de viaje por asuntos de negocios.
-Papi….- comenzó Valentina
-¿Qué princesa?- pregunté haciéndome el inocente.
-Tu sabes… cuenta, cuenta, quiero saber…
-¿Qué quieres que te cuente?- hizo un puchero cruzando los brazos. No pude evitar sonreír.
-Está bien, bueno conocí a una chica.- ambas me miraron asombradas.