Hice una maleta por una semana ya que Christopher me había sugerido que me quedara en su casa así no tendríamos que estar viajando todo el tiempo.
Los días en su casa me parecían que eran demasiado maravillosos para que de verdad fueran reales.
Por las mañanas me dedicaba a ayudar a Ester con la cocina y los quehaceres del hogar. Las tardes trabajaba en el despacho con Carlos, pero, solo como dos o tres horas porque realmente todo era muy sencillo. Y el resto del tiempo lo ocupaba en Christopher y Valentina, con cada día que pasaba con ellos mas crecía el amor que sentía por ambos, cuando me tocara a mi casa, iba a tener un vacío terrible.
Ya tenía cuatro días en casa de Christopher y él todavía no les ha comentado a sus padres que somos novios; aunque a estas alturas, yo creo que se lo han de imaginar.
El viernes Carlos me dio el día libre, por lo que decidí hacer una cena especial. Entre Valentina, Ester y yo hicimos Gordón blue de pollo con puré de papas y ensalada cesar. De postre preparamos una deliciosa tartaleta de frutas tropicales.
Como nos esforzamos mucho cocinando, Ester sugirió hacer la cena afuera, pero había que acondicionar. Colocamos una mesa, la adornamos con flores y velas, pusimos platos, servilletas y hasta velas, parecía más bien que fuera a hacer una cena romántica para dos personas en vez de una cena corriente entre varias personas.
Terminamos de acomodar todo y nos fuimos a arreglar. El día que estábamos de paseo en la ciudad, compre dos vestidos iguales, uno para Valentina y otro para mí. La pequeña sugirió que usáramos ese. Nos bañamos y nos vestimos. Los vestidos eran súper sencillos de un color rojo con rayas blancas y traía una cinta roja con una rosa para el cabello. Después de media hora finalmente estábamos listas.
El día que Dios decidió poner a Camila en mi camino fue uno de los días más felices de mi vida, esa mujer me devolvió el alma al cuerpo. Cada segundo, cada minuto, cada hora, y cada día que pasa siento que la amo más. Estaba muriendo por gritarle al mundo cuanto la amo, cuanto la quiero, cuanto la adoro, cuanto significa para mí. Pero me estaba conteniendo por respeto a mi familia, aunque estoy casi seguro que ellos quieren a Camila tanto como yo.
Hoy era viernes y Camila no tenía que trabajar con papá pero se dedico a cocinar con Ester y mi bebé. Solo nos pidieron que nos arregláramos porque habían hecho algo muy especial y que cenáramos afuera. Quizás hasta aproveche la ocasión para informarles a mis padres que somos novios, bueno en realidad para confirmarlo porque a estas alturas de la vida hasta los delfines ya se habían dado cuenta.
Me duche y me vestí rápidamente.
Aunque estaba durmiendo en el día, ella pasaba todo el tiempo que tenia libre con Valentina por lo que hacían todo juntas y yo agradecía eso infinitamente porque mi pequeña estaba feliz y Camila también.
Termine de arreglarme y pase por el cuarto de Valentina a buscarlas, toque y ellas respondieron al mismo tiempo: ¡Adelante! Pase y me quede sin habla cuando las vi, ambas vestían un sencillo vestido rojo con blanco y una cinta en el cabello. Estaban hermosas, mis dos princesas una grande y otra pequeña pero a las cuales amaba más que a nada en este planeta.
-Papi, ¿Tan feas nos vemos que no dices nada?- preguntó Valentina sacándome de mis pensamientos. Me eché a reír.
-Claro que no princesa, de hecho me quede mudo pero de lo hermosas que están parecen sacadas de un cuento de hadas. Ambas se sonrojaron- ¿Ya están listas?-pregunté- Ester y Carlos ya deben de estar esperándonos- Las dos asintieron- Bueno entonces vámonos.
-Agarre a Camila con una mano y a Valentina con la otra. Y nos fuimos al patio. En definitiva le habían puesto amor a esto, la decoración era hermosa.