Capítulo 3: ¿En verdad me estoy volviendo una mascota?
PDV Connor.
Era poco después del mediodía cuando volvimos a la zona que llamábamos hogar. Y digo zona porque no era solo la cabaña, sino sus alrededores también.
Bebí unos cuantos tragos de agua del arroyo que estaba junto a la cabaña y me recosté en la hierba. Estaba descansado, había comido bien y ahora también bebido. Con las necesidades aplacadas, no me quedaba nada más que esperar. Y era muy aburrido. Puse mi cabeza entre las patas delanteras estiradas, cerré los ojos y me relaje. Escuchar el borboteo del arroyo como único sonido era tranquilizante.
Entonces sentí un peso sobre mí y un leve mordisco en el lomo; fuerte, pero que no dolió demasiado. Abrí los ojos y me sacudí, sorprendido. Y claro, era Luka. Por supuesto que no me iba a quedar ahí sentado. Salte sobre él y le mordí el cuello, derribándolo. Nos hicimos una bola entre mordiscos, saltos, y patadas. Incluso levantamos el polvo. Pero claro, ninguna herida profunda, solo estábamos divirtiéndonos y jugando.
-¡¿Pueden dejar de hacer ruido?!-esa era Sharon, molesta. Le había tocado la guardia ayer, por lo tanto no había dormido en la noche.
Como toda respuesta me carcajeé y lancé un aullido sostenido, Luka me coreó y ambos triplicamos el ruido.
Sharon gruñó exasperada y salto sobre nosotros, dándonos un buen mordisco -par de inmaduros-masculló alejándose para dormir en alguna parte del bosque.
Nosotros solo reímos. Era divertido molestar a Sharon, ya que se enojaba fácilmente.
Un rato después, Luka se fue a juguetear con un trozo de pierna de la caza de esta mañana, Jack estaba recorriendo el perímetro, Sharon dormía en alguna parte y Kim revisaba una y otra vez su vestuario en la cabaña, era la única que prefería estar casi siempre en su forma humana.
Decidí que ya podría partir. La humana no iba a salir recién hasta casi entrando la noche, y aunque faltaban varias horas para eso no tenía nada mejor que hacer.
Avisé a Luka a donde iba, y él sólo rio, mirándome como si fuera un ingenuo. Lo ignoré y partí por el sendero que conocía tan bien. Pasaba un claro, unos cuantos árboles, la gran roca, y unos árboles después llegaba. La casa estaba rodeada por un alambrado, claro que para mí era de lo más fácil cruzarlo. Tomé impulso y salté, una vez más dentro de mi refugio personal. Escuché al hombre salir de la casa. Tenía su escopeta en mano e iba acompañado del perro. Me alarmé, era claro que no eran rivales para mí, pero no quería matarlos. Por lo que decidí esconderme entre unos arbustos, rogando que el ovejero no sintiera mi aroma. Iban por la mitad del sendero para salir del porche a las afueras cuando el perro notó algo raro. Se puso a olfatear el aire y empezó a conducirse hacia mí. Mala suerte, ¿ahora que hacia?
Si la chica se enteraba de que un lobo había matado a su mascota y a su padre, seguro me odiaría. Y por alguna razón, no podía soportar eso.
Decidí retroceder, lo cual fue un error. Hice un ruido con las hojas, y esta vez el perro y el amo se dieron cuenta. El animal empezó a ladrar y el hombre apunto con su escopeta. Pero tuve algo de suerte. Un conejo también estaba no muy lejos mío, y en cuanto oyó los ruidos, salió disparado hacia la derecha de donde estábamos. El hombre suspiró y calmó al pastor alemán, pensando que lo que había alertado al animal era el conejo. Siguieron su camino y se perdieron en el bosque. Yo también me alivié, y ahora que sabía que el humano no estaba, me sentí más tranquilo.
Salí de los matorrales y me acerque a la puerta. Aguce el oído para saber qué era lo que pasaba dentro de la casa. La humana mayor, probablemente su madre, estaba regañándole de algo…sus ropas, las había dejado tiradas. Ella se quejaba, pero a juzgar por los ruidos de pisadas alrededor de la habitación y el leve roce de las telas lo estaba ordenando. También escuché un rato después el sonido de la escoba contra el suelo, la televisión…un día bastante normal y humano. Pasé así un largo rato. Escuchando lo que hacían e imaginándome la escena. Entonces percibí algo que me llamo especialmente la atención. La madre mencionaba el nombre de su hija. Marion. Mi objeto de cuidado, mi razón de las tardes llevaba por fin nombre. Y uno muy bonito.
Finalmente llegó el momento que tanto había esperado, y quise apreciar cada segundo. Luka tenía razón, me estaba obsesionando con esto…pero no le dediqué tiempo a ese pensamiento, pues Marion ya salía de su casa, con una bolsita, buscándome con la mirada.
Yo me dejé ver, repitiendo la rutina de siempre. Tenía que actuar como un lobo normal, y mantener la distancia. No podía dejar que se diera cuenta de que era diferente. Ni tampoco una mascota, no quería que me quisiera de esa manera.
Esta vez parecía dispuesta para pasar más rato, a juzgar de cómo se sentó cómodamente en el suelo y saco de la bolsa un trocito de carne; uno de muchos. Me alegre de que esto fuera para rato.
Me extendió el trozo.
-Ven, Shiver- llamo con un tono amigable.
¡¿"Shiver"?! Entonces era verdad, Luka tenía razón. Me había puesto nombre, y uno ridículo por cierto. Entonces sí me veía de esa manera, me estaba volviendo una mascota, me veía como un perrito, al que ponía nombre y le silbaba para que viniera a buscar unas caricias. Pero… ¿que otra cosa podía esperar? ¿Que se enamorara de mi o algo por el estilo? Eso ni siquiera hubiera tenido sentido, tendría que estar loca para sentir algo por un animal. Entonces caí en la cuenta. Todo tenía sentido. Yo realmente estaba enamorado de ella. No sé cómo no me había dado cuenta antes. Quede paralizado por mi tardío descubrimiento, y no sé cuánto tiempo paso.
Al rato la chica volvió a ponerse en acción, al ver que no reaccionaba. Lanzó el trocito de carne a una distancia media entre los dos, y decidí volver a la realidad. Ya veía su plan. Hacer que me acercara lentamente a ella. Sonreí. Chica lista. Decidí hacerle caso. Ya llevaba bastante tiempo fingiendo cautela y cierta indiferencia, y ya no estaba inseguro. Ahora sabía lo que quería; quería estar lo más cerca suyo posible. Así que me levanté, aparentando duda, y me acerqué lentamente al trozo de carne, lo miré unos momentos, a Marion, y lo comí. Sus ojos relucieron y esbozó una angelical sonrisa. Estaba realmente alegre de haber progresado. Y a mí me alegro hacerla feliz, aunque fuera con esa acción tan simple.
Entonces se levantó y se acercó hacia mí. Y ahí me di cuenta de mi error. Con esa acción estaba cediendo ante ella, “domesticándome”. Era como si una barrera que nos dividía hubiera empezado a romperse. Y tenía que reconstruirla. Así que me aleje en dos zancadas unos cuantos metros. Ella hizo una mueca, e iba a hacer algo, pero su madre la llamó.
No, no, no, no, no. Pensé. Pero en realidad era lo mejor. Dejó un trozo más de carne y luego entró a la casa, echándome una última mirada. Me desanimé, era todo lo que iba a tener de ella ese día. Comí el pequeño trozo y emprendí el camino de vuelta a casa.
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Huellas De Un Lobo
WerewolfConnor es un hombre lobo, y tiene un problema: se enamoró de una chica, y no se resiste a visitarla a diario, pero ella cree que no es más que un lobo común y corriente en su patio.