El Osito De Peluche Del Profesor Part. 1

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El osito de peluche del profesor.

The Professor's Teddy-Bear, Theodore Sturgeon.

-Duerme. -dijo el monstruo.

Habló con el oído, moviendo unos labios diminutos dentro de los pliegues de carne porque tenía la boca llena de sangre.

-Ahora no quiero dormir. Tengo un sueño -dijo Jeremy-. Cuando duermo se me van todos los sueños. O no son sueños de verdad. Ahora tengo un sueño de verdad.

-¿Qué sueñas ahora? -preguntó el monstruo.

-Sueño que soy un hombre mayor...

-De dos metros diez y muy gordo. -dijo el monstruo.

-Qué tonto eres -dijo Jeremy-. Yo mediré un metro sesenta y seis. Seré calvo y usaré gafas como pequeños ceniceros. Daré conferencias a los jóvenes sobre el destino humano y la metempsícosis de Platón.

-¿Qué es una metempsícosis? -preguntó el monstruo, hambriento.

Jeremy tenía cuatro años y podía permitirse el lujo de ser paciente.

-Una metempsícosis es algo que pasa cuando una persona se muda de una casa a otra.

-¿Como cuando nuestro padre vino a vivir aquí desde la calle Monroe?

-Algo parecido. Pero no me refiero a aquel tipo de casa, con tejas y cloacas y cosas por el estilo. Me refiero a este tipo de casa. -explicó, y se golpeó el pecho.

-Ah -dijo el monstruo, subiendo y agazapándose sobre la garganta de Jeremy, con más aspecto de osito de peluche que nunca-. ¿Ahora? -pidió.

No era muy pesado.

-Ahora no -dijo Jeremy, enfurruñado-. Me dará sueño. Quiero mirar un poco más la escena del sueño. Hay una chica que no escucha mi conferencia. Piensa en su cabello.

-¿Y qué pasa con su cabello? -preguntó el monstruo.

-Es castaño -dijo Jeremy-. Y tiene brillo. Le gustaría tener rizos de oro.

-¿Por qué?

-A alguien llamado Bert le gustan los rizos de oro.

-Entonces qué esperas. Hazle rizos de oro.

-¡No puedo! ¿Qué dirían los demás jóvenes?

-Eso ¿tiene alguna importancia?

-No, tal vez. ¿Podría hacerle rizos de oro?

-¿Quién es ella? -quiso saber el monstruo.

-Es una chica que nacerá aquí dentro de unos veinte años. -dijo Jeremy.

El monstruo se le acomodó mejor en el cuello.

-Si va a nacer aquí, claro que le puedes cambiar el cabello. Hazlo de una vez y duérmete.

Jeremy rió de alegría.

-¿Qué pasó? -preguntó el monstruo.

-Lo cambié -dijo Jeremy-. La chica que estaba detrás de ella chilló como un ratón con una pata atrapada. Después pegó un salto. Es una sala de conferencias grande, con pasillos laterales muy empinados. Resbaló en un escalón.

El niño se echó a reír de felicidad.

-¿Qué pasa ahora?

-Se rompió la crisma. Está muerta.

El monstruo soltó una risita.

-Es un sueño muy divertido. Ahora cámbiale otra vez el cabello a la chica, y pónselo como antes. ¿Aparte de ti alguien vio el cambio?

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