Día de playa

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El tacto de una toalla desgastada por el tiempo y el uso.

Las olas rompiendo contra las rocas y las gaviotas bailando en el cielo, tan azul e impecable sin una nube que lo perturbe pero va a llover.

Unos pies que se arrastran por la arena suave, casi como una caricia.

Niños construyendo su castillo en la orilla.

El sol iluminando, quemando las pieles expuestas, cegando a quien ose enfrentarlo pero va a llover. Lluvia torrencial, gotas abruptas y pesadas con la facilidad de herir.

Decenas de sombrillas, de todos los colores, una pareja de ancianos paseando de la mano.

Los pies se hunden ahora en la húmeda arena y lo que fue una débil ola salpica los tobillos.

Un alga que se engancha, las conchas que se clavan, el sol que abrasa, unos críos que juegan y mojan y gritan y sus padres también gritan,un balón que se escapa, una colchoneta que te golpea arrastrada por la marea, más gritos de quién sabe donde, una carcajada estrepitosa y forzada en algún lado.... Una ola te arroya.

Sumergido y casi a salvo. El mar parece tan apacible desde dentro, todo ocurre a una velocidad mucho más lenta, todo se mueve con cierta armonía, los ruidos llegan amortiguados, las voces ya no son una molestia.

Los pulmones piden oxígeno.

Sobre la toalla ahora mojada y todavía desgastada, el sol te hace entrar en calor de nuevo. Se avecina tormenta. Ni una brisa corre y sé que va a llover.

Que el mundo sigue y el verano llega pero aun no ha llovido y es cuestión de tiempo.

Será imparable, lo inundará todo, tal vez se vea algún rayo.

El cielo está despejado y yo digo que va a llover, las nubes negras están aquí, cargadas, listas para liberarse. Gotas saladas como el mar y calientes como el sol, caerán y lo arrasarán todo, será devastador pero.

Tras la tormenta llega la calma.

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