3: la última advertencia

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Esa larga semana, se había ido como agua.
Entre exámenes, la feria de ciencias y el preparativo de el baile anual, fue una semana realmente agotadora y sofocante. Tanto, que los dos rivales, olvidaron pelearse y hasta hubo menos tensión entre ellos.
- Tu padre quiere verte cielo- dijo la madre de Henry mientras comían.
-Excelente- respondió. -¿cuando viene?
Antes de responderle se mostró exasperada y soltó el tenedor.
-¡Henry! Ya sabes que cuando tu padre pide verte, debes ir tú a su casa. Le gusta que visites a tus hermanos y a tu hermanastro.
-¡No son mis hermanos y el no es mi padre! Tú eres mi madre, solo tengo una hermana, pronto un sobrino y se acabó. ¡Ni si quiera creo importarle! Prefiere a tres idiotas en lugar de a mi.
-No. Henry, sabes que te ama...
-¡Si quiere verme, que venga! Odio a su esposa y odio mucho más a sus tres hijos.
Se levantó furioso de la mesa y se encerró en su habitación.

Eran las 7 menos cuarto de la tarde y Henry seguía jugando videojuegos en su habitación. Miró por causalidad el reloj, y al darse cuenta de que estaba completamente desarreglado, corrió a la bañera y se alistó en un santiamén.
-¡Mamá, ya me voy!
Pero en lugar de su madre, apareció Mona, comiendo como siempre y con su enorme estómago. Al verlo, soltó un grito de admiración y conmoción.
-¡No te muevas berry cariño, iré a buscar la cámara!
Y desapareció detrás de la cocina mientras gritaba a su madre que Henry estaba a punto de irse.
Segundos después, aparecieron las dos mujeres sonrientes y ambas con una cámara en la mano.
-Mona, hija ponte ahí con tu hermano. Ambos, ¡sonrían!- decía su madre, radiante.
Después del flash, Mona, le pidió lo mismo a su mamá.
-Bueno, basta mamá, debo irme ya- le dijo Henry zafándose de ella.
-Buena suerte, berry- dijo su hermana pellizcando sus mejillas.
Mientras Henry salía, escuchaba los comentarios nerviosos y emocionados de su madre y su hermana.
-¡Se todo un caballero!
-¡Compórtate!
-¡No vuelvas tarde!
-¡muéstrale que bien bailas!

Para pasar por Inna Blake, Henry debía pasar por la escuela, caminar dos cuadras más, doblar a la derecha y atravesar la enorme entrada de árboles y rosas para tocar la puerta y por fin, pedirle a sus padres que le permitieran llevar a su hija al baile.
Por suerte, no iba a llegar sudado o despeinado por qué, días antes, su hermana le había dado permiso de tomar la motocicleta de su esposo mientras la devolviera sin un solo daño.
Llegó a casa de Inna en menos de cinco minutos. En el camino, iba pensando de qué manera convencer a el señor Blake de llevarse a Inna al baile.
>>Se todo un caballero<< se recordó.
Estacionó la moto fuera de la reja de los Blake y tocó el timbre.
-¿Quién es?- cuestionó la voz detrás de ese aparato raro.
Con voz nerviosa y entrecortada, respondió:
-Soy...soy Henry Wundor, compañero de clase de la señorita Blake.
-Un segundo- dijo la voz
Se oyeron murmullos por detrás, vagos y huecos hasta que esa madura y masculina voz, dejó pasar a Henry. Mientras caminaba en el pabellón, admiraba con asombro y felicidad los hermosos árboles y esas rosas tan carmín que parecían retocadas con pintura falsa.
Se sorprendió al darse cuenta, que también había timbre en la puerta de la casa. Era menos aparatoso que el timbre de la reja pero seguía siendo un timbre. Volvió a tocar, pero esta vez respondió una voz grave, imponente y bastante intimidante.
-Heeenry Wu..wundor.-dijo él, aterrado.
A través de el contestador, se escuchó una voz femenina pero, (gracias al tono) indicaba que estaba molesta.
Oh, basta Greg! Es solo un muchacho.
Acto seguido, la puerta fue abierta por la señora Blake. Era rubia, alta, hermosa y con un aspecto antiguo pero con clase y elegancia. Llevaba perlas en las orejas y en el cuello mientras que en una mano, no faltaba en ningún dedo un aparatoso anillo. Su cabello corto y ondulado, daba la impresión de ser la imitación del corte de Marilyn Monroe. Mientras se movía, su cabello bailaba al compás de su risa.
-¡Hay no puede ser! ¡Pero que muchacho tan apuesto!- dijo jugueteando con el cigarrillo. Con la mano contraria, indicó a Henry que pasara. -¿Te dije o no que sería un chico lindo? ¡Vamos hijo no seas tímido! Aunque parezca, mi marido no muerde. Puedes asegurarlo.
Una vez frente al padre de Inna, mucho más alto que su esposa, con un aspecto militar y duro, tendió con dificultad y recelo su mano.
-Gregory Blake.
La quedó mirando y devolvió el saludo con firmeza.
-Henry Wundor.
-¿Edad?
-Quince- se corrigió rápido- casi dieciséis.
-¿Tienes idea de que harás con tu vida?
Una voz hermosa vino de la escalera.
-Papá, no hace falta que lo cuestiones. Es solo un baile. No me caso con el.
Ahí estaba Inna. Reluciente como siempre. Con un vestido largo, sin mangas, de color coral y un tocado de piedras preciosas en la cabeza.
Su madre reapareció con una cámara de último modelo y les pidó a ambos que posaran. Luego una foto con su padre y al final acabaron los cuatro tomándose una foto que permanecería en un álbum de recuerdos en una repisa olvidada en el cuarto de Inna Blake.
-Espero que traigas transporte, muchacho. No aprobaría que mi hija se fuera caminado dos cuadras.
-Descuide señor, he pensado en eso. Mi motocicleta está ahí fuera. Puede contar con que soy un buen conductor, además cuidadoso y precavido.
El señor Blake pareció molesto y comenzó a dar sermones por doquier por lo que Inna y Henry, terminaron por ir al baile en el auto último modelo de su madre y con el chofer oficial de la familia.

Llegando a la escuela, hubo más fotógrafos; en la entrada, en el salón de baile y hasta en el patio del colegio. Fotografiaban a cualquier pareja que se atravesara en sus narices sin importar que ya hubieran sido fotografiados veces antes.
Inna habló primero:
-¿Qué te parece si mientras hablo con las chicas, tú me traes algo de tomar?
-Si, si, claro. Lo que órdenes. ¿Qué te traigo?
-Me gusta todo. Solo ponle mucho hielo.
-Ahora vuelvo
Caminó animado a la mesa de postres y bebidas; había un balde repleto de sodas y hielo, un tarro gigante de ponche o aguas de distintos sabores. Optó por llevarle un ponche con mucho hielo. Sirvió uno para ella, y luego uno para el.
Al dar media vuelta, se topó con el mismo Craigh Looce y su pandilla. Estaba tan próximo a Henry, que derramó ambos vasos.
-¡Qué demonios!- dijo Henry mirando su traje estropeado y el regadero alrededor de ambos- ¡Mira lo que hiciste!
-Corrección. LO que haré.
Entre Looce y otros chicos de su pandilla, lo arrastraron fuera de él salón de baile.
Henry rogaba que lo dejaran, que lo soltaran, pero sólo logró que le taparan la boca con esa cinta que usan los electricistas.
Mientras el más delgado de los cuatro que lo sujetaban, se distrajo, Henry lo golpeó y logró liberarse de los demás. El más rápido lo alcanzó y le dio un puñetazo en el estómago.
Lo arrastraron hasta una puerta estrecha y larga que tenía un letrero blanco con letras negras:
"Solo personal de servicio"
-aquí ya puedo solo. Váyanse muchachos. Y ya oyeron: ¡Nadie sabe nada de Henry!- dijo Craigh
Abrió la puerta de servicio y encendió la luz. Ante ambos jóvenes, se tendían unas largas escaleras que conducían a las entrañas de la escuela y a toda esa maquinaria que controlaba la electricidad y el agua de el instituto.
Sin piedad, Craigh aventó a su víctima dejándola rodar por las largas y oscuras escaleras. Una vez abajo, le gritó:
-¡Qué niño malo! Plantar a la mujer más hermosa de la secundaria en el baile de graduación... Lo has hecho, Henry. Pero yo por fin podré decir que fui con mi dulce pastel al baile.
Henry se quitó la cinta de la boca sin importar el dolor; luego lo miró poniéndose derecho pero sin levantarse del suelo. Sus ojos expresaban odio y antes de que Craigh lo dejara encerrado por cuatro horas en el sótano, Henry escupió una amenaza, que cumpliría a la mañana siguiente.

-¡Te mataré! ¡Algún día Looce!

Lara y HenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora