>>Paso por ti a las cinco<<
Resonaban las palabras de Henry en la cabeza de Lara igual que un dado rodando en una mesa sin lograr decidir qué cara mostrar.
>>No vayas, Lara, no vayas<< se decía.
La idea era súbitamente tentadora, pero algo en el la hacía dudar y sentirse insegura.
Casi todos los días, lo veía en el trabajo con su cámara NIKON que pendía de su cuello. Siempre llegaba a la puerta de cristal del patético escritorio de Lara a saludarla y mirarla. Lara no le prestaba atención alguna y aunque sabía que no solo los ojos de Henry estaban tras ella, solo se enfocaba en los papeles y planos de edificios y los incontables correos que Ahee, (su molesta y simpática jefa) recibía.
Era lunes, y un muchacho entró por la puerta con un gigantesco ramo de flores.
- Ahee...Harstad? -preguntó leyendo una pequeña tarjetita que tenía en la mano libre.
El hombre no era ni alto ni fornido; a penas podía con el ramo. Esperaba atento a que la dueña respondiera para por fin dejar la entrega y marcharse. Todos en la oficina, parecían haberse detenido en el tiempo, miraban atónitos semejante selva. Lara por fin, se levantó de su cubículo igual de sorprendida que los demás, y habló por Ahee.
-Ella no está, pero yo soy su secretaria. -Respondió caminando hacia el hombrecito. Este al oír a Lara, rió.
-Bueno entonces, es para usted. -Lara lo miró con rareza y sin comprender una palabra.- Si, me dijeron que una vez viera a la señorita Harstad, le diera el ramo a su secretaria.
-¿Por...por qué?- preguntó con intriga. El hombre se encogió de hombros poniendo el ramo sobre la barra. -Instrucciones del señor Lofftman. Que tenga un buen día.- dijo el hombrecito. Estaba cerca del ascensor cuando hizo gesto de recordar algo y volvió corriendo a la oficina donde Lara aguardaba perpleja sin tocar el ramo.
-Olvidé que firmara la entrega. Lo siento señorita, pero si no firma, no tendré mi propina. -dijo con esa graciosa sonrisa de niño que se dibujaba en su rostro.
Lara asintió ausente tomó la pluma y firmó en ENTREGADO.
El hombre se fue tan alegre que casi parecía un duende.
La expresión de Lara cambió brutalmente de intriga y extrañeza, a ira total.
>>órdenes del Señor Lofftman<<
No había un solo empleado en la oficina, que no estuviera boquiabierto ante tal cosa que había pasado.
Lara tomó las flores y caminó a una esquina donde aguardaba un gran basurero, con una mano lo abrió y con la otra, arrojó el bellísimo ramo a la basura. En seguida los "Oh's" de la gente llovieron.
Después de ese acto, Lara volvió a su trabajo ignorando por completo las miradas de todos.
Lo mismo se repitió una semana, con chocolates, Ramos, joyería no precisamente fina y bastantes tarjetas que no se molestó en abrir. Por cada regalo, era lo mismo:
"Todos los hombres son iguales, creen que soy comprable, no saben con quién se meten. Inútiles todos, todos. Si tú también Héctor Shuffley, El Niño de primer grado que me llamó obesa lentuda con dientes sucios. Dientes sucios los tuyos. Mis dientes no estaban sucios, eran los braquets."
Damián, el chico de la caja dos, se acercó con temor y una expresión indescifrable en su rostro.
Lara estaba ocupada leyendo uno de sus muchos papeles cuando Damián, se recargó en el cubículo de Lara.
-Oye... ¿Puedo preguntarte algo? Pero por favor no te molestes.
-¿Qué pasa?- dijo Lara indiferente sin soltar el archivo y sin siquiera mirar la cara del interrogador.
-por...¿Por qué te molestas cuando Henry te da algo?
-No te incumbe- para contestar, usó el mismo tono de indiferencia.
-Pues, no, en realidad no me incumbe, pero Henry es mi amigo. Y no creo que sea un mal chico.-Abrió los ojos como si hubiera cometido un error y se corrigió rápidamente- No, no no te estoy pidiendo que salgas con el, -Lara alzó la vista a penas lo suficiente para dejar ver sus ojos por encima del archivo y rápidamente, volvió a leer- solo te pregunto... ¿Qué te molesta?
Con gesto resignado, Lara bajó el archivo y se recargó en la mesa lo suficiente para quedar a penas a centímetros de la cara de Damián, el sobre las paredes del pequeño cubículo y ella desde abajo.
-Si los hombres son tan tontos como para creer que pueden conseguir por medio de cosas el cuerpo de una mujer por una noche y luego olvidarla por toda la eternidad, entonces chico, estás en el camino equivocado. ODIO las rosas, odio el chocolate, odio las joyas pero ODIO mucho más la doble intención con la que viene esto. - Damián se irguió herido y extrañado por la respuesta de Lara.
-¡Ni te molestaste en leer las tarjetas! ¡Durante una semana completa lo plantaste en los restaurantes más caros de Nueva York! Cada regalo era una invitación distinta a un lado distinto. Las flores eran para invitarte a un picnic, los chocolates eran para ir al restaurante de Brooklyn, las joyas eran para él bistro del centro, el CD de Michel Jackson era para ir a su concierto, el oso gigante, era para...
-Ya entendí, ya entendí. Cada regalo significaba algo. Bien por el, que explote su creatividad. Pero no conmigo. Si eres su amigo, entonces dile que se rinda, que deje de agotar, tiempo, dinero y esfuerzo en algo que jamás conseguirá. Gracias por el sermón padre, pero no lo necesitaba.
-Si sigues así te quedaras muy sola Lara James.
-pues justo eso quiero, estar sola sin que ni UN alma me esté diciendo cómo debo comportarme. Damián, ya que estás aquí, ¿puedes tomar toda esta correspondencia y enviarla a casa de la jefa? Gracias, que encanto. Me ahorraste el ir hasta tu lugar. Ten un buen día. -dijo como si nada hubiera sucedido.
Antes de irse a su lugar con las manos repletas de correspondencia, agregó:
-Si una vez te preguntas por qué terminaste con diez gatos a los cuarenta años SOLA y sin tener a nadie a tu lado, he aquí la respuesta: "fui una estupida mal agradecida que se creía tan hermosa e inalcanzable que despreció hasta a el más guapo de toda Nueva York". Ten un buen día James.
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Lara y Henry
Teen Fiction#ReadersLetters Ella es difícil de conquistar. No lo logras ni con rosas, ni con chocolates ni regalos. Él hará todo por tener su corazón. Lo que ella no sabe, es que solo es una pieza más de un juego sádicamente seductor.