7: un nuevo empleo

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Le llevó a Lara casi dos meses, salir del pequeño condado.
Para poderse ir, debió averiguar primero, a donde podría irse, que universidad la aceptaría y donde sería apta para pagar un departamento.
Su hermana habló con Claire, (que vivía en Nueva York) para preguntarle si podía recibir por unas semanas a su hermana mientras se adaptaba al cambio, y encontraba un trabajo fijo.
Claire, formaba parte de la agencia de criminología más importante de los Estados Unidos, por lo que nunca estaba en casa y ella no tenía problema por recibir a Lara el tiempo que deseara.
Además, era una de esas mujeres que no deseaba enamorarse, ni casarse y mucho menos tener hijos.
Mati y Edween, le hicieron un préstamo a Lara para que pudiera ir a los Estados Unidos sin problema, mientras ella, gastó todos sus ahorros.

Por la mañana, Lara tomó un avión a Maine y luego el subterráneo a Nueva York. Ahí estaba Claire, esperándola.
Una mujer guapa, con la mirada perdida que aparentaba unos cuantos años más de los que tenía realmente.
Aún así, parecía de esas mujeres que posaban para las portadas de revistas de moda.
Al ver llegar a Lara, agitó su mano en el aire y sonrió ampliamente.
-¿qué tal el viaje?
Se saludaron como si fueran familiares cercanos. Y en teoría, era así. Entre Claire y Matilda, se las ingeniaban para jugar con Lara cuando era una bebé gorda, tierna e  indefensa.
La usaban como si fuera una muñeca de plástico. La peinaban, la vestían, la sentaban en un círculo con otros peluches para jugar al té y, cuando Matilda y Claire ya eran unas adolescentes que deseaban con ganas enamorarse y estar cada noche en fiestas, Lara intentaba copiarlas arreglándose a su manera, con esos fluorescentes colores de ropa y ese cabello tan agitado, revuelto y despeinado. Cuando su padre la veía se burlaba de su propia hija de ocho años, diciéndole que parecía payaso.

Iban caminando como si se tratara de madre e hija, mientras hablaban y se mantenían al tanto de todo lo sucedido.
-Entonces... Ya no te casarás con Tony. -Lara se limitó a negar con la cabeza gacha.- A juzgar por las pocas veces que lo vi, me parecía un buen partido.
-si, tú y todos los demás lo creían. Yo lo creía, pero no fue así.
Por fin llegaron a la camioneta y Claire manejó hasta su casa. Era bastante grande para una sola persona. El jardín era de buen tamaño y la casa tenía más habitaciones que la que Lara tenía en Nueva Escocia.

-Me da gusto que te quedes aquí. Hay cinco habitaciones y solo una está ocupada. Es más, Lara. Te pediría que te quedaras aquí y no buscaras departamento. Tengo dos aves y no puedo cuidarlas, lo único que te pediría a cambio de quedarte en mi- se corrigió- LA casa, sería que cuides a Peigne y Canarie.
Lara se mostró emocionada y no dudó en tomar la palabra de Claire.
A la mañana siguiente, Lara se levantó para iniciar una nueva vida.
Tendría que buscar un trabajo en donde fuera y eso, tal vez le llevara más de un mes.

Preguntó en una boutique, en un café, una tienda de discos, una librería, en oficinas de compañías pequeñas, en un banco hasta en un hotel. Pero a nadie parecía interesarle una nueva empleada.
Tardó seis días antes de que, casi como arte de magia, después de un largo día soportando la fatiga de caminar en las grandes avenidas de Nueva York, entaconada y metida en un traje sastre entubado, ocurriera algo que jamás se hubiera esperado.
De uno de los edificios, salió corriendo un pobre chico cubriéndose el rostro y la cabeza con los brazos mientras una mujer morena y no precisamente alta con un cuerpo escultural, le aventaba papeles y libretas.
-¡Lárgate de aquí! ¡incompetente! Por tu culpa tendré que buscar a otro secretario para mi padre. ¡Tonto!
Lara pareció secretamente encantada. Había un puesto disponible. ¡Para quien fuera!
Tardó un momento en reaccionar. Para cuando lo hizo, la escultural dama ya estaba dentro de el edificio y el pobre muchacho, recogiendo todo el papel tirado por la calle.
Lara entró corriendo a el edificio buscando con la mirada a la mujer que había visto.
Desde lejos, vio que aquella mujer, tomaba el teléfono y se metía en el elevador. Corrió hasta él, justo a tiempo para impedir que se cerrara.
-¡Espere!- gritó
Hizo una mueca de dolor cuando su mano quedó aplastada entre las dos puertas del ascensor.
La dama colgó enseguida al verla.
-¿y tú qué quieres, mocosa?
-Acaba de despedir a su secretario, y estoy buscando empleo. ¿Cree que pueda contratarme?
-Oiga, tengo que trabajar- dijo el hombre de atrás, que aguardaba a subir.
-No puedo creerlo-dijo la dama entre dientes- sube, ya. Rápido.
Lara sonrió con emoción y se colocó a lado de la mujer. Mientras toqueteaba los botones de el elevador, comenzó a darle instrucciones y a explicarle el reglamento, las reglas de etiqueta que debía llevar.
Las puertas del ascensor se abrieron y mientras la dama caminaba como diva, hablaba al aire sin disminuir el paso.
-Primero trabajaras para mí. Si te muestras competente, le diré a mi padre que te de un ascenso y te convertirás en su asistente personal. - la miró de reojo- en el trabajo.- paró en seco.- bien, ahora repíteme todo lo que te acabo de decir.
Lara respiró.
-Nunca colores brillantes, siempre de traje o vestido formal, cabello recogido e impecable, buen aliento y aspecto, jamás llegar tarde.  8:00 am con un café latte descafeinado de lunes a miércoles. El resto de la semana, chai latte con tres cubos de azúcar. Papeles tamaño carta a los archivos de trabajo, sobres amarillos en caja diez, sobres tamaño profesional sobre el escritorio, cartas personales en cajonera y el resto con Damián; el chico de la caja dos. Desde hoy trabajo para la coordinadora en jefe de la constructora Blue dreams como secretaria y asistente.
La dama la miró con admiración saboreando en sus labios la palabra "excelente". Siguió caminando con paso más tranquilo.
-Una cosa más Amm...
-Lara
-Lara. Vendrá hoy el fotógrafo de la compañía. Se llama Henry Lofftman, te debe entregar un sobre con fotografías. También es nuevo, pídele que te de el código de el edificio que fotografió. Mantente alerta, no dijo a qué hora vendría. -volvió a parar en seco y se volvió a Lara con una mano en la cadera- ¿Dudas?
-ninguna.
Avanzaron más hasta estar frente una puerta de cristal con el logro de "Blue Dreams"
-Bienvenida a la constructora neoyorquina, Blue dreams.
Abrió la puerta de par en par dejando ver una oficina gigante y moderna, colorida y con un toque árabe, separada en bloques distintos dependiendo de la sección en la que trabajasen. La dama (que era menos alta que Lara aún con tacones) la condujo a la oficina más colorida de todas. En la puerta estaba grabado el nombre de la dama:
"Aheey Harstad".

Había un orden riguroso. Libros perfectamente ordenados por tamaño y color. Los portarretratos estaban organizados por tamaños y el escritorio, parecía sacado de una revista de decoración de interiores.
Aheey se sentó en el sillón individual frente al escritorio y comenzó a trabajar. Sacó de un cajón un montón de papeles y le pidió a Lara que los clasificara como le había explicado mientras esperaba a Henry Lofftman.
Pasaron unas cuantas horas hasta que la secretaria hablo a la oficina para decir que el fotógrafo había llegado.
-Esta aquí. Está esperando en recepción- indicó Aheey.

-¡¿Tú?!- dijo Lara exasperada. ¿Qué haces aquí?- exclamó Lara  al ver una cara muy familiar.
-Agh, si. La loca del café, ¿sabes algo? Me gusta más como te vez con traje de oficina a ese trajecito de mesera. Ah, otra cosa: Si crees que mi cuero cabelludo, resintió algo con el calor, todo lo contrario nena.
-No me llames así, ahora dame esas fotos y lárgate de una vez antes de que vuelvan a despedirme por culpa tuya.
Henry comenzó a reír.
-Yo no fui el que regó café hirviendo en la cabeza de otro.
-¿ha si?tu dijiste que no estaba hirviendo.
-tampoco dije que estuviera frío.
-Al menos yo no mentí para provocar a otro.
La superior de la planta, gritó desde el otro extremo de la oficina.
-¿Qué pasa aquí?
>>Hay no, no no otra vez<< pensó Lara.
-oh, está todo en orden.- dijo Lara arrebatando las fotos de las manos de Henry-  la señorita Harstad me pidió que recibiera estas fotografías. -se volvió a Henry- Señor Lofftman, ¿podría dictarme el código del edificio y la dirección?
   Después de eso, la superior se dio media vuelta y siguió con lo suyo.
Henry garabateó sobre una nota la dirección y el código.
Cuando Lara levantó la nota, vio que decía hasta abajo de ella:
P.D:
Café Loris. 8:10pm
Henry Lofftman
Buen día  belleza.

Lara y HenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora