Eran las 3:00 a.m.
El teléfono estaba sonando.
Contesté.
~Aló. ¿Con quien hablo?
-¿Renata? Soy María.
~¡Hola! Mucho tiempo sin oír tu voz. ¿Cómo supiste que estaba en Estambul?
-Llamé a la Universidad de Madrid y me dieron todos los datos. En fin, no te llamo por eso, sino porque tengo que darte malas noticias.
~¿A que te refieres con eso?
-Katya fue asesinada. Estaba de vacaciones en París, cuando de repente un grupo de musulmanes arrojó una bomba al hotel donde ella se encontraba. No hubo sobrevivientes.
¿Renata? ¿Estas ahí? Aló, Ren...El teléfono cayó en el piso.
Katya muerta. A manos de unos musulmanes.
¿Tan irónica podía ser la vida?
Mi amiga muerta, y yo, viviendo con sus asesinos.
~
Esa noche bebí como nunca había bebido.
Me deprimí tanto, que esa noche, estando seriamente alcolizada, me puse en la esquina de uno de los balcones que tenía la biblioteca de la Universidad, y me detuve a buscar razones por las cuales yo, Renata Manzini, debía seguir viviendo.
¿Cuál fue la respuesta? Ninguna.
La muerte de Katya me afectó demasiado. Trajo tanto buenos como malos recuerdos a mi memoria.
Ya al borde del abismo, y sin nada que me detuviera, todo estaba escrito.
Lancé un "Per te" (Por ti) al aire, disponiendome a acabar con mi vida, hasta que sentí que alguien tomaba mi mano.No podía ver su rostro. El alcohol había nublado mi vista. Pero si podía distinguir un olor a Malboro Gold en el aire.
- ¿Quieres un cigarrillo?
Yo no sabía ni que responder. Sólo quería llevar a cabo mi fallido intento de suicidio.
- Fumemos un cigarrillo, mientras me cuentas que hacías en ese balcón, a punto de cometer una estupidez. No bebas más, por favor.
Estuvimos toda la madrugada hablando a cerca de nuestras vidas, nuestras tristezas, sueños, esperanzas, pasiones.
La persona que salvó mi vida esa noche fué Ahmed Erdoğan, mi compañero de clase, a él cual le estaré agradecida hasta el último día de mi vida.
...