Poco a poco, entre Ahmed y yo fué naciendo una hermosa amistad, que durará hasta el final de los tiempos.
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El siempre se preocupaba por mi.
Si me enfermaba, me cuidaba.
Si me sentía triste, me sacaba siempre una sonrisa.
Si no entendía algo, me lo explicaba con toda la paciencia del mundo.
Los días fueron pasando, hasta que poco a poco, Ahmed se convirtió en esa persona con la que siempre podía contar, y fue así como llegamos a tener una relación formal.
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Un día, charlando y cenando, conversabamos sobre nuestras familias.
-Tienes que conocer a mis padres. Ellos te amarán, al igual que yo.
~¿Estas seguro? Me gustaría que tu conocieras primero a los míos. Me siento más cómoda así.
-De acuerdo, pero conocerás a los míos igual.
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EN CASA DE MIS PADRES.
Ahmed estaba nervioso. Lo podía notar en su rostro.
Es tan gracioso, cuando se pone nervioso, suele darle un tic en el labio, y cuando me mira, se le pasa.
-Mamá, papá, el es Ahmed. Llevamos cuatro meses juntos, y creí que ya era hora de que se conocieran.
》Renata nos ha hablado maravillas de ti. Estamos orgullosos de que nuestra hija haya encontrado un hombre tan bueno, como tú, y que este feliz contigo. Su felicidad es nuestra prioridad en la vida.
-Aprecio mucho sus palabras señor Manzini. Le aseguro que mientras su hija este a mi lado, las únicas lágrimas que tocarán sus mejillas, serán lágrimas de felicidad, por todas las veces que la haré reír.
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