capitulo 9

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Lloró durante muchas horas después de regresar y todo el tiempo se recriminaba a sí misma por ser tan estúpida. Él nunca le había dado ninguna razón para creer que sentía algo más que un leve cariño hacia ella. Le divertía con su inocencia, nada más. Había desnudado su corazón ante él, y la había despreciado.
No se humillaría de nuevo. Se casaría por amor, o no se casaría con nadie.
Con este pensamiento en mente, se quedó dormida.

El laberinto surgía en la noche, una pared serpenteante de verdor que la apartaba del resto de mundo. En su corazón, sintió un vuelco cuando se acercó a la estatua del zorro de bronce. Aspiro profundamente y las ventanas de su nariz se llenaron con el perfume de las rosas. Sólo después percibió que no eran rojas. Las docenas de flores que crecían en los rosales eran negras. Curiosamente, escogió una, jadeó al percibir el pinchazo de una espina en su dedo. Una gota de sangre roja brillante apareció en la herida, y repentinamente Naruto estaba allí, cerniéndose ante ella, sus ojos azules ardiendo con una luz malvada mientras cogía su mano y lentamente lamía la sangre de su dedo...

"¡No!" El sonido de su atemorizado grito, la despertó de su sueño y se incorporó, recorriendo con mirada asustada todo el cuarto. -"Sólo es un sueño," murmuró mientras se acurrucaba bajo las sabanas de nuevo. -"Sólo es un sueño".
Las familiares palabras invadieron su mente.
-"Es sólo un sueño... "
Cerró sus ojos, pero el sueño la eludía. Con un suspiro de descontento, se levanto, caminó hasta la ventana, con la mente llena de imágenes de Naruto tal y como lo había visto esta noche, sus ojos azules insondables llenos de tormento. Él estaba solo, muy solo. ¿Por qué? Era un hombre bien parecido. Un hombre rico. ¿Por qué no se había casado y formado una familia? ¿Por qué vivía en ese frío castillo frío, solo? ¿Por qué la había apartado de su lado?
Había aprendido mucho durante los cuatro años que había estado ausente. En algunas ocasiones había coqueteado con hombres jóvenes. En París, había aprendido el poder de una mirada, de una tímida sonrisa, de una mirada insinuante. Sabía cuando un hombre la deseaba. Y Naruto la deseaba. La había deseado desde el principio. ¿Entonces, por qué, la había rechazado? ¿Y en primer lugar, por qué la había comprado? Había imaginado que para calentar su cama. Ahora se preguntaba si la había comprado solo para hacerle compañía. Pero un hombre como Naruto seguramente no tenía ninguna necesidad de comprar compañía femenina.
Pensó en todos los extraños rumores que había oído acerca de él, acerca de sus peculiares hábitos. Desde su regreso a casa, había oído cosas, historias susurradas que hablaban del mal, de pactos con el diablo. ¿Era posible que la gente del pueblo creyera en tales cuentos? Sus amigos y vecinos eran personas humildes, supersticiosas, temerosas de lo que no comprendían, ni podían explicarse.
Acurrucándose bajo las sabanas, cerró sus ojos de nuevo. Aunque había llegado a amar París, no iba a regresar.
Ésta era su casa. Era aquí donde tenía un sitio, y no permitiría que nadie la echara, ni siquiera el dueño del castillo.
Al día siguiente era día de mercado. Con la lista de su madre en la mano, Sakura cogió el carruaje que Naruto había comprado a su familia y se dirigió hacia el pueblo. Daba gusto ver de nuevo rostros familiares. Gracias a la generosidad de Naruto, pudo comprar pan tierno, unas libras de carne, y una botella de vino tinto.
Estaba sentada en un salón de té, preguntándose si Naruto absorbería para siempre sus pensamientos cuándo vio Sasuke Uchiha. Él la vio al mismo tiempo. Inclinando la cabeza, cruzó la carretera, con una amplia sonrisa en su cara. Seguía siendo tan bien parecido como recordaba. Varias mujeres se fijaron en él con franca admiración en sus miradas. Llevaba un abrigo de terciopelo verde oscuro, pantalones de color ante, y botas negras. Su camisa de lino blanco estaba impecable; Un alfiler con un diamante centelleaba en su corbata.
-"Buenas tardes, Señorita Haruno". Se inclinó respetuosamente para besar su mano. ¿Puedo unirme a usted?".
-"Por supuesto".
-"Hacía mucho tiempo que no nos veíamos" dijo Sasuke, recorriéndola con la mirada, con afecto y aprobación. -"Su estancia en París parece haberle sentado muy bien".
-"Gracias, Señor" contestó Sakura, consciente de la admiración en sus ojos.
-"Sentí mucho lo de su padre," dijo Uchiha. "¿Hay algo que pueda hacer por usted o por su familia?".
-"No, gracias. Lord Naruto ha sido muy generoso".
-"¡De veras!". Uchiha se recostó en su silla. -"¿"Va usted a regresar pronto a Francia?".
Sakura negó con la cabeza. -"No. Aunque París me encantaba, he decidido quedarme aquí. Después de todo, esta es mi casa". Y Naruto está aquí.
Una lenta sonrisa se extendió por la cara de Uchiha. -"Son muy buenas noticias" dijo. -"Estrenan una nueva obra de teatro. Me gustaría mucho llevarla".
-"¿De verdad?".
Uchiha se rió suavemente. -"Sí, si a usted le complace ir. Y si cree poder tolerar mi compañía durante toda la tarde".
-" Ciertamente me complacería mucho" contestó Sakura. En verdad, no sería ninguna molestia pasar la tarde con Uchiha. Con sus trigueños ojos negros era realmente uno de los hombres más bien parecidos que había visto en toda su vida y había visto muchos durante los últimos cuatro años.
-"Bien, entonces. La recogeré el sábado a las seis".
-"Estaré lista".
-"Muy bien". Poniéndose de pie, cogió su mano y dijo. -"Siento dejarla, pero tengo una cita de negocios".Besó su mano. -"Hasta el próximo sábado, entonces señorita Haruno"..
-"Hasta el sábado".
Uchiha llegó a las seis en punto. Sakura sonrió abiertamente mientras le presentaba a sus hermanas. Todas y cada una de ellas, clavaron sus ojos en él y fueron incapaces de hablar coherentemente mientras se inclinaba respetuosamente para besarles la mano.
Incluso su madre parecía impresionada.
-"Siento como se ha comportado mi familia," Sakura comentó más tarde, en el carruaje. -"Es que nunca han conocido a nadie como usted. Mi hermana menor me preguntó si era usted un príncipe".
-"¿Y qué le dijo?".
-"Que por supuesto que lo es".
Sasuke se rió suavemente mientras le cogía la mano y le daba un apretón. -"Difícilmente puedo serlo".
Durante un rato, rodaron en silencio. Uchiha estudiaba a la mujer que tenía a su lado. Era aún más bella de lo que recordaba. Cuatro años en la escuela la habían pulido, le habían dado un aura de confianza en sí misma de la que antes carecía. Se le ocurrió que ya era hora de casarse y tener un heredero.
Estuvo meditando durante toda la representación teatral. Ninguna de las mujeres que conocía podía compararse con la joven sentada a su lado. Era verdad, que venía de una familia pobre, pero él era un hombre rico y el hecho que no tuviera dote no importaba en absoluto. Solo podía encontrar un inconveniente y era el hecho de que todo el mundo en el valle sabía que el padre de Sakura la había vendido a Lord Naruto, y que había tenido a que vivir en su casa. A Sasuke no le importaba ni pizca lo que la gente de Konoha pensara, pero probablemente sí causaría desasosiego en su familia si alguna vez lo descubrían.
Pero ya se enfrentaría a ello cuando llegara el momento.
Después de la obra teatral, la llevó a tomar una cena tardía. Ella le continuaba hechizando con su franqueza, con su candor. El coqueto era natural en ella; no era algo que hubiera aprendido en la escuela, o estudiado delante de un espejo.
Cuando su carruaje se paro frente a su casa, su decisión ya estaba tomada.
-"Gracias por esta preciosa tarde" dijo Sakura.
-"Ha sido un placer" contestó Sasuke. Besó su mano y luego, incapaz de contenerse la estrechó entre sus brazos y la besó.
Sakura cerró sus ojos mientras sus labios tocaban los suyos. Fue un beso agradable, cortés, tierno. Inesperadamente pensó que el beso de Uchiha era apacible pero no tenía pasión. Comparar el beso de Uchiha con los de Naruto era como comparar la luz de una luciérnaga con la del sol.
Con los brazos a su alrededor, antes de soltarla, le preguntó. -"¿Puedo verla mañana por la noche"?
-"Si usted lo desea".
-"¿A las siete?"
Sakura asintió.
-"Buenas noches, señorita Haruno".
"Buenas noches, Señor".
Él llegó puntual a las siete, esa y todas las siguientes noches de la semana. Fueron juntos a cenar, a otra obra teatral y a la ópera.
Aunque disfrutaba de la compañía de Uchiha, no podía dejar de pensar que no era de su misma clase social. Cenaban con barones y marqueses. Una vez, se encontró bailando con un conde. Exteriormente, sabía que parecía que era ese su sitio. El traje de noche que Naruto le había comprado era igual de costoso y a la moda como los de todas las otras mujeres. Gracias a la educación que había recibido en el convento, sabía cómo comportarse en la mesa, cuáles cubiertos usar, cuando hablar, como responder, pero en su interior todavía era una campesina, insegura de sí misma, temerosa de las gentes de alto linaje que eran de la misma clase social de Uchiha.
Ella se lo dijo una noche, durante la cena.
-"Eso es absurdo" exclamó Uchiha. No debes sentir vergüenza por haber nacido pobre".
-"Pero... "
-"No quiero hablar mas de eso" dijo Sasuke firmemente. Cogiéndola por la mano dijo. -"Eres más bella que cualquiera de ellas, Sakura. No debes sentirse inferior porque tu padre fuera un campesino y no un conde. No todos nacemos con títulos".
Sakura le sonrió, reconfortada, al menos por el momento. -"¿Te veré mañana por la noche"? preguntó.
Sasuke negó con la cabeza. -"Me temo que no. He quedado con Shikamaru y Naruto en Ichiraku's".
La mera mención de su nombre causó un dolor punzante en su corazón.
-"¿Ocurre algo?". Uchiha preguntó. -"Te has puesto pálida de repente".
-"Me ha cogido jaqueca repentina" dijo Sakura.-"¿Te importaría que regresáramos a casa?".
-"Por supuesto que no". Llamó al camarero, se encargó de la cuenta, y le puso la capa alrededor de los hombros.
Minutos más tarde, cuando estuvo acomodada en el coche con una manta en su regazo, cerró sus ojos rechazando cualquier conversación mientras que en su mente volvía a recordar a Uchiha diciéndole que iba a encontrarse con Naruto mañana por la noche. Deseó tener el atrevimiento de seguir a Uchiha a Ichiraku's para poder verlo de nuevo, aunque solo fuera desde lejos.
Le dio las buenas noches a Uchiha y entró en la casa. Mirando por la ventana, vio como su carruaje se alejaba. Asaltada por una terrible tristeza, se quitó la capa y entró en el dormitorio que compartía con Hinata. Uchiha le gustaba pero aunque pidiera su mano en matrimonio, supo que nunca le amaría como amaba a Naruto.
¿Por qué la había echado? Después de vivir en el convento en París, entendía lo que era estar solo, ser diferente a los demás. Conocía los rumores que había oído y recordaba cosas que Naruto había dicho de sí mismo de que se sentía apartado de la sociedad, aunque no entendía el por qué. ¿Había habido algún incidente en su pasado que le había hecho sentirse un marginado?
Se dijo a sí misma que no tenía importancia, que eso a ella no le importaba. Él la había echado, primero a París, y luego fuera del castillo, la había expulsado y le había ordenado que nunca regresara.
Así sea, pensó, parpadeando para contener las lágrimas que se negaba a derramar. Si él no la quería, entonces sabía de alguien que sí lo hacía.
La siguiente semana y por invitación de Shikamaru, Uchiha acompañó a Sakura a un baile de disfraces en la casa de Shikamaru.
Sasuke se vistió de Robin Hood, con arco y gorra con plumas. Por lo que parecía lógico que Sakura fuera disfrazada de una joven Marian.
Llegaron a las ocho y cenaron a las nueve. Fue pasadas las diez cuando Sasuke la llevó al salón de baile. Una enorme araña de cristal lanzaba luces suaves sobre los bailarines. La orquesta estaba medio escondida detrás de una pared de helechos...
Bailó con Sasuke. Él coqueteó con ella desvergonzadamente, diciéndole que era la mujer más bella del salón. Su mano acarició sus hombros desnudos, sus labios rozaron sus mejillas y sus párpados.
Animada, por el vino, y solo porque Naruto la había rechazado dio a Sasuke permiso par besarla. Ella le devolvió el besó, diciéndose a sí misma que no tenía ninguna importancia. Naruto no la quería. Y le había dicho que se casar con algún otro. ¿Por qué no se casaba con Uchiha? Era joven y bien parecido, rico, y la adoraba. Él nunca la rechazaría.
Al final del vals, Uchiha la dejó sola durante un momento para ir a buscar una copa de champaña.
Repentinamente se sintió acalorada dentro del salón y salió afuera a la terraza en dirección al exótico jardín. Una brisa ondulaba sus faldas y enfriaba sus mejillas excitadas.
Fuera a lo lejos, podía ver las altas torres del castillo de Naruto. A pesar de su resolución de no pensar en él, se preguntó que sería lo que estaría haciendo Naruto en ese momento, si pensaría alguna vez en ella.
Un repentino escalofrío acarició su nuca, y con él la sensación de que ya no estaba sola.
Se giró rápidamente, quedándose sin aliento al ver a un hombre alto en el portal. Iba todo vestido de negro excepto por la mascara de esqueleto blanca con la que cubría su rostro. Llevaba un sombrero negro de borde ancho adornado con una pluma negra rizada. Una capa de fino terciopelo negro ondeaba a su alrededor.
Le tendió la mano.-"¿Me concede este baile, mi señora?".
Su voz la acariciaba, evocando imágenes de rosas y noches iluminadas por la luna. Nunca se le habría ocurrido rechazarlo, por lo que depositó voluntariamente su mano en la suya.
La sostuvo cerca, con cada giro su cuerpo rozaba íntimamente el de ella. Atrapada en la red de su mirada, siguió bailando el vals por la terraza. La música se desvanecía en la distancia. El amasijo de personas dentro del salón de baile dejó de existir. Sólo estaban ellos dos, bailando bajo un cielo tachonado por miles de estrellas, y la conciencia del otro, que crujía entre ellos, como una astilla al rozar un vaso.
Miró fijamente a sus ojos, ojos azules insondables quedándose prendida en ellos, ojos en los que ardían los mismos fuegos del infierno.
Con un repentino jadeo, murmuró su nombre.
Su brazo se apretado alrededor de su cintura, atrayéndola más cerca. Su cuerpo ardía con su cercanía; Su corazón golpeaba furiosamente.
¿Era él?
Tenía que serlo.
Lentamente, él agachó su cabeza hacia la de ella, hasta que los ojos azules ocultos a medias por la máscara borraron todo lo demás de su visión, hasta que no vio nada, no se dio cuenta de nada, excepto el hombre que la sujetaba. Levantó su cara para recibir su beso, sintió el toque de sus labios frescos formar un camino brillante hacia su corazón y su alma.
Cuando apartó su boca de la de ella, se quedó mirándolo fijamente, con sus extremidades flojas en curioso letargo. De no ser por la fuerza de los brazos que la sujetaban, creyó que podía haberse derretido a sus pies, como la mantequilla demasiado expuesta al sol.
No fue consciente de que la música había acabado hasta que vio a Uchiha parado en el portal.
Su compañero se inclinó de modo respetuoso sobre su mano y luego, con su capa formando remolinos a su alrededor se alejó para desaparecer en la oscuridad en el extremo más alejado de la terraza.
-"¿Quién era?" preguntó Sakura aunque estaba segura, en su corazón, de que había sido Naruto.
Uchiha busco con la mirada al hombre de la capa y sombrero negro.-"No lo sé".
-"Creí... "
-"¿Qué creíste?".
-"Creí que era Naruto".
-"¿Naruto? ¿Aquí?" Uchiha se rió suavemente mientras le entregaba su copa de champaña. -"Odia los bailes de mascaradas. Odia las fiestas de cualquier tipo. Nunca he sabido que fuera a ninguna".
-"¿Le has visto recientemente en Ichiraku's?•.
Sasuke asintió. -"¡Maldito hombre! Es imposible ganarle, sabes a veces pienso que conoce los naipes que tengo antes incluso que yo mismo".
-"¿De veras?". Estaba de puntillas tratando de ver por encima de las cabezas del gentío.
-"Ven" dijo Uchiha. Dejó su vaso en el balcón, luego sujeto su mano y dijo: -" Creo que éste es mi baile".
Durante la noche soñó con Naruto, soñó que entraba en su cuarto, que permanecía a su lado en la cama, su capa negra envolviéndolo como en un abrazo, una máscara horrible escondía su rostro. No era la máscara blanca que había llevado puesta durante el baile, era una máscara con ojos color rojo llameante y con sangre goteando de sus colmillos.
Se despertó con un grito en sus labios. ¿Estaba de nuevo soñando? Se encogió con temor por la oscuridad. ¿Estaba él allí, en la esquina, o era solo una sombra provocada por la luz de la luna?
Con el corazón martilleando fuertemente en su pecho, y la boca seca, se quedó mirando fijamente a la oscuridad de su cuarto.
-"¿Su Señoría?".
-"Duermete, dulce Sakura".
-"Déjeme ver su cara".
-"A ti no te gustaría ver lo que hay en ella. Duerme ahora. Tienes tanto sueño, tanto sueño, duérmete... "
Luchó por permanecer despierta, pero no pudo resistir el hipnótico sonido de su voz. Sentía las extremidades pesadas; Sus párpados se cerraban voluntariamente.
-"Por favor venga a mí" imploró, aunque pensar y hablar constituían un gran esfuerzo.-"Sé que está usted aquí".
-" Es sólo un sueño, Sakura. Sólo un sueño... "
¿Cómo puede ser un sueño, se preguntó, si él le estaba ordenando que durmiera?
¿Y luego estaba dormida realmente, o era que en realidad estaba soñando que dormía? Confundida, trató de llamarlo por su nombre, intentando liberarse del letargo que la arrastraba hacia la oscuridad, hacia adentro, a la nada.
Se despertó decidida a verle de nuevo.
A pesar de su resolución, le costó una semana reunir el suficiente valor para ascender por el estrecho y serpenteante camino que llevaba hasta la montaña del castillo de Naruto.
Se vistió cuidadosamente para su viaje. El traje que escogió era de terciopelo azul marino. El corpiño tenía un escote cuadrado, las mangas eran largas y ceñidas, la falda era acampanada. Sujetó su pelo con dos peinetas adornadas con joyas.
Cubriéndose con su voluminosa capa de color café, dio un último vistazo al espejo para examinar su apariencia antes de abandonar su cuarto.
No queriendo que su madre o sus hermanas la vieran, anduvo de puntillas hasta la puerta trasera, ensilló uno de los caballos, y salió por el patio trasero.
Era un poco atemorizante, cabalgar por la noche hasta el castillo de Naruto. Los árboles emitían ominosas sombras en el camino. Sintió un sobresalto en el corazón cuando un búho pasó volando cerca de su cabeza.
Oscuras nubes se cernían en lo alto del cielo, tapando la luna y las estrellas. Un viento frío bajaba de la montaña, como si un fúnebre lamento barriera la tierra.
Temblaba cuando llegó al castillo. Desmontó y ató la correa del caballo a un árbol, subió las escaleras y llamó a la puerta.
Minutos más tarde, la puerta se abrió con un chirrido.
-"Señorita Haruno" exclamó Jiraiya.-"¿Qué esta haciendo usted aquí?".
-"Vine a visitar a Lord Naruto".
Jiraiya se quedó mirándola con estupor. -"Aquí nunca ha venido nadie a hacer visitas" comentó con asombro. -"¿Está Lord Naruto esperándola?".
-" No. ¿Esta él aquí "?
Jiraiya vaciló un momento, luego asintió.
-"¿Puedo verle?".
Jiraiya frunció el ceño. -"En realidad señorita, no sé que hacer".
-"¿Ocurre algo?
Jiraiya dio un paso adelante. -"Él ha estado de muy mal humor últimamente, señorita" dijo, bajando la voz conspiradoramente. -"No estoy seguro de que verle ahora, sea una buena idea".
-¡"Jiraiya"!
Sakura con un respingó dio un paso hacia atrás, sus ojos agrandados por la sorpresa al ver a Naruto entrar en el vestíbulo.
Muy lentamente, Jiraiya se dio la vuelta para confrontar a su señor.-"¿Señor?".
-"Puede retirarse, Jiraiya" dijo Naruto, con voz fría como el hielo.
-" Sí, Su Señoría. Buenas noches, señorita Sakura".
-"Buenas noches Jiraiya".
-"Con permiso su Señoría" dijo Jiraiya. Luego le dirigió una mirada a Sakura que quiso ser reconfortante, y se encaminó apresuradamente hacia el vestíbulo.
Como dos estatuas, Sakura y Naruto permanecieron mirándose fijamente el uno al otro, hasta que el sonido de los pasos de Jiraiya desapareció.
-"¿Qué haces aquí?" preguntó Naruto con voz cuidadosamente controlada. Sus ojos, esos ojos azules como pozos sin fondo, la mantenían cautiva de su mirada.
-"Yo... Esto es... yo..." Ella no podía hablar, no podía pensar coherentemente, con él mirándola de esa forma.
Se humedeció los labios repentinamente secos. Parecía tan enojado, con esa posición tan rígida ante ella. Iba de negro, siempre iba de negro, pensó. ¿Se había equivocado al venir hasta aquí? ¿Había estado equivocada en el baile? Después de todo, quizá no había sido Naruto el de la mascara.
Se acercó caminando por el vestíbulo, acortando rápidamente la distancia entre ellos, hasta que quedaron separados solo por un pequeño espacio.
-"Te dije que nunca más regresaras".
Sakura asintió. Metió las manos en los bolsillos de su capa y las cerró con fuerza para calmar sus temblores
-"Sí, así lo hizo, Su Señoría".
-"¿Entonces por estas aquí?".
Ella levantó su barbilla, rehusándose a dejarse intimidar. -¿Si no quería verme de nuevo, por qué vino al baile de mascaras? ¿Por qué bailó conmigo?". Tomó aliento profundamente.-"¿Por qué me besó?".
Él se quedó rígido. Ella vio sus manos con los puños fuertemente apretados, y supo que no lo hacía para calmar sus temblores sino para refrenar su cólera.
-"Sé que fue usted" dijo Sakura. -"No trate de negarlo".
-"Vete de mi casa" dijo Naruto, escupiendo las palabras. -"Sal ahora mismo, mientras puedas".
Sakura le miró serenamente a los ojos. Bajo la cólera que acechaba en ellos, bajo el timbre rudo de su voz, sintió la soledad que le rodeaba.
-"Le he extrañado, Su Señoría" dijo quedamente. -" Esperaba que también usted me hubiera extrañado".
Un músculo se movió en su mandíbula. Solo ese signo exteriorizó la tensión que subía vertiginosamente a través de él. Inhaló profundamente, y su fragancia invadió las ventanas de nariz - el jabón con el que se había bañado, la carne de cordero y el queso que había cenado, el perfume de su pelo y de su piel. Podía oler el nerviosismo que hacía latir su corazón salvajemente, oler la sangre fluyendo por sus venas.
Un frío soplo de aire hizo oscilar la capa de Sakura, haciéndola temblar. Un momento más tarde, cayó un relámpago enceguecedor, seguido por un fuerte trueno, y luego comenzó a llover.
Naruto juró bajo su aliento. Incluso los elementos parecían conjurarse en su contra. Se apartó para que ella pudiera cruzar el umbral.
-"Entra" le dijo, aunque no hubo ningún calor en su voz, ninguna bienvenida en sus ojos.
-" Mi caballo... "
-"Jiraiya se encargará de el" dijo Naruto intempestivamente.-"Entra".
Temerosa de que pudiera cambiar de idea, Sakura rápidamente hizo lo que le pedía. Desabrochó su capa, sintiendo las manos de Naruto en sus hombros al quitársela y colgarla en la percha, después cerró la puerta.
Sin pronunciar ninguna palabra, caminó delante de ella.
Ella vaciló sólo un momento, luego le siguió por vestíbulo hasta la biblioteca. ¿Cuántas horas había pasado sentada este cuarto, leyéndole? Se preguntó. ¿Cuántas veces lo había observado, deseando que la cogiera entre sus brazos, y la besara como deseaba ser besada? ¿Había sabido él cómo se sentía ella? ¿Era por eso por lo qué la había echado?
Se detuvo en la puerta cuando un horrible pensamiento le pasó por la cabeza. Quizá él estaba enamorado de alguna otra mujer. Quizás no había querido dar importancia a su absurdo enamoramiento. Diciéndose que lo que ella sentía por él era sólo un encaprichamiento de niña.
Él se sentó en su silla favorita, de espaldas a ella. -"Entra, Sakura" la invitó suavemente.
Sintiéndose repentinamente asustada, cruzó la habitación y tomó asiento en una silla frente a él. Parecía extraño estar sentada allí, como si ella fuera su igual. La mayoría de las noches, había estado sentada sobre el suelo de espaldas a la chimenea.
Pasó la mirada alrededor del cuarto, encontrándolo igual que la última vez que lo había visto, cuatro años atrás. Una antigua espada colgaba sobre la chimenea. La gran mesa del roble junto a las altas vidrieras e cristal. Un estante de roble oscuro que contenía varias figurillas de peltre en forma de cuervos volando y zorros. No había ningún otro mobiliario en el cuarto excepto dos sillas apartadas.
-"No deberías haber venido aquí". Su voz era baja y suave.
-"Lo siento si mi presencia le contraría".
Ladeó una esquina de su boca en una fría sonrisa.-"No tienes idea qué lo que tu presencia me provoca".
-"Estoy muy contenta de verle de nuevo, Su Señoría" dijo Sakura francamente. -"Esperaba que usted sintiera lo mismo".
-"Sakura, te he añorado en estos pasados cuatro años de una forma en que ni siquiera puedes suponer".
Ella negó con la cabeza. -"¿Entonces por qué está usted tan enojado con conmigo?".
-"No estoy enojado".
Él se veía disgustado, pensó. Sus manos apretaban los brazos de la silla, con los nudillos blancos por la tensión. Su postura era rígida, inquebrantable. Casi podía sentir la tensión irradiar de él.
-"Entonces ¿qué es lo que ocurre?" preguntó.
-"Me temo que aquí no estás a salvo".
-"¿Por qué no estoy segura?"
Él miró a lo lejos, oyendo la lluvia tamborileando en el techo. Iba a llover toda la noche, filosofó desoladamente. No habría forma de poder enviarla de regreso a su casa, no ahora.
Su mirada descendió a su rostro y su figura. Era tan bella. Su piel era blanca; Su pelo caía sobre sus hombros en suaves ondas del color de los cerezos. Ella le observaba con sus directos y cándidos ojos verdes, su afecto por él reflejado en su mirada.
No podía quedarse aquí. Los años pasados sin ella no habían disminuido su deseo. La deseaba, ardía por ella, la ansiaba de mil formas todas desconocidas para el hombre mortal.
El hambre bramaba a través de él. Estaba sediento de su toque, del mismo ser de su vida.
Sentía la bestia rebelarse desde lo más profundo, pidiendo ser alimentada, sentía la sed dando zarpazos en sus entrañas. Su cercanía, su recordada dulzura, exageraba su anhelo, su necesidad de esta una mujer por encima de todas las otras.
Sus uñas se hundieron en los brazos de la silla, arañando la madera. Su respiración se volvió superficial errática.
-"Sakura".
-"¿Su Señoría"? Se inclinó hacia adelante, sus ojos se entrecerraron mientras estudiaba su rostro.-"¿Está usted bien, Su Señoría? ¿Le puedo traer un vaso de vino?".
-"Vete a tu cuarto".
-"Pero... "
-"¡Vete!".
Ella no replicó, no perdió el tiempo dándole las buenas noches. Apartando su silla de golpe, salió corriendo del cuarto y subió velozmente las escaleras hasta la habitación que una vez había sido suya.
Una vez dentro, cerró la puerta, y después apoyó su espalda en ella, con su aliento entrecortado.
Ya le había rehuido anteriormente. Lo recordaba claramente como si hubiera ocurrido ayer mismo en lugar de años atrás. Recordaba el sentimiento como si hubiera escapado de un destino terrible.
Ahora se sentía de la misma forma.
Cuando su respiración volvió a la normalidad, vio que el cuarto estaba tal como lo había dejado. Caminando hasta el armario, abrió las puertas elaboradamente dibujadas. Dentro estaban los vestidos que había dejado, cuando partió con destino a París. Había lamentado dejar tantas prendas, pero Naruto le había comprado más vestidos de los que cualquier mujer hubiera podido usar en toda una vida. Cerrando las puertas, fue al tocador y abrió el cajón que había contenido sus camisones. Seleccionó uno, se desvistió y se lo puso.
Estaba a punto de meterse en la cama cuando vio que el espejo de cuerpo entero que Naruto le había regalado estaba cubierto por una tela oscura.
Era extraño, pensó mientras apartaba la tela y contemplaba su reflejo. Tenía quince años la última vez que se había mirado en este espejo. Ahora, era más alta, su figura estaba más redondeada, más femenina, pero aparte de eso, se veía casi igual. Deseó ser bella, tener el pelo rojo rizado como su amiga del convento, Karin, que sus ojos fueran azules zafiros en lugar de este tono de verde común, que sus pechos fueran más grandes y su cintura más estrecha. No era extraño que Naruto la hubiera echado. ¿Por qué la escogería cuando podía elegir entre muchas mujeres bellas?
Dando la espalda al espejo, separó las cubiertas y se metió en la cama. Si los rumores eran ciertos, él había tenido a muchas mujeres, pero no se había casado con ninguna. No podía dejar de preguntándose por qué. Seguramente un hombre de su riqueza y situación desearía tener un heredero.
Un bebé, pensó soñadoramente, un hijo con los ojos azules y el pelo rubio de Naruto. Cerrando los ojos, se imaginó como la esposa de Naruto, la madre de sus hijos.
Tal como lo había hecho innumerables veces en el pasado, permaneció al lado de su cama, observándola dormir. La pureza de su piel le tentaba a tocarla, pero cerró sus manos fuertemente para evitar acariciar su mejilla. ¡Qué bella era! Y cómo la adoraba. Los años sin ella habían sido la peor tortura de toda su vida. Había pensado en ella diariamente, a cada instante, recordando su rostro, su risa, atormentándole más que cualquier dolor que el calor del sol pudiera ocasionarle. La dulzura de sus labios, el néctar de su ser, había echado a perder para siempre el sabor de cualquier otra.
Ah, cómo ardía por ella, con un anhelo en su interior más doloroso que el hambre oscura que le inundaba. Sakura.
Él había visto a Uchiha bailando con ella en el baile de mascaras de Shikamaru, y había deseado matar al hombre, desgarrar el corazón de su pecho. Nunca durante sus cuatrocientos veintidós años había experimentado unos celos tan enceguecedores, tal odio, un deseo tan intenso de destruir. Había sabido que sería un error ir al baile, del que se había enterado jugando en Ichiraku's una partida con Uchiha, éste había mencionado que irían. Había ido solo para verla. Pero verla no había sido suficiente. Había querido, había necesitado, sostenerla entre sus brazos.
Su uñas se clavaron en las palmas de sus manos, mientras se resistía a rodearla con sus brazos y besar la suave curva de su mejilla, a pasar su lengua a lo largo de su cuello...
Una niebla roja de deseo nubló sus ojos. El hambre subió por su estómago y corrió como lava derretida a través de sus venas. Sintió que sus colmillos se alargaban, sintió el deseo aumentando en su interior, la bestia voraz urgiendo ser liberada.
-"No". La palabra fue murmurada a través de sus labios. No lo haría. No podía.
El miedo le llevó hasta la puerta.
-"¿Su Señoría?".
Él se detuvo, sus manos apretadas con fuerza a los lados.
-"¿Su Señoría? ¿Es usted?".
-"Duérmete, Sakura" dijo. Lentamente, la miró por encima su hombro, con una mirada devastadora.-"Vuelve a dormir, mi dulce, y sueña los sueños de una joven mientras puedas".
Ella contempló las profundidades oscuras de sus ojos y sintió extenderse la familiar laxitud a través de ella. Sus párpados se volvieron insoportablemente pesados. Con un suspiro suave, cerró sus ojos.
Poco antes de que el sueño la reclamara, pensó que había oído un solitario aullido.

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