capitulo 4

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Se oscurece mi mirada en tu presencia
Y rezo para que nunca puedas formar parte
del hambre que da zarpazos a mis órganos vitales
del mal que ennegrece mi corazón.

Naruto la siguió con la mirada, sus manos en puños apretados. Había sido un error, unirse a ella durante la cena. Antes nunca había pasado el rato con las mujeres que había traído. Las usaba tanto como era seguro, luego les pagaba holgadamente y las despachaba lejos, con la advertencia de que nunca más volvieran. Nunca había vigilado tan ávidamente a ninguna de las demás mientras dormían, o había ardido con tanto anhelo por tocar su cuerpo.

Excepto con Sakura. .. Ella le atraía de una forma que no entendía. No era diferente a las demás. Todas habían sido jóvenes. Todas habían sido bellas. Aunque ninguna había sido tan joven ni tan bella, como Sakura. Todas habían nacido pobres e ignorantes. Pero ninguna había expresado tal ansia por aprender.

Debería despacharla ahora, antes de que fuera demasiado tarde.

Pero sabía que no lo haría.

Cogió la capa de la silla, emitiendo un profundo suspiro. Clavó los ojos en el líquido granate durante un largo momento, repentinamente se sintió enfermó por la mezcla de sangre y vino que le había sostenido durante cuatrocientos años. Con un juramento, arrojó la copa a la chimenea y salió del cuarto.

Sakura se recostó sobre sus talones, con un sentimiento inmenso de satisfacción mientras examinaba su trabajo. Le había costado horas de arduo esfuerzo, pero los jardines del castillo habían florecido con un alegre colorido. Meses atrás, no había habido nada allí, solo tierra reseca y unos cuantos rastrojos. Ahora, había flores de todas clases y colores, helechos y arbustos.

En su casa, había pasado muchas horas trabajando en la parcela de huerto, cavando con el azadón, arrancando las malas hierbas de raíz, arando. No había tiempo ni sitio para desaprovecharlo plantando flores.

Levantándose, presionó la espalda con su mano. Pero ahora... Cerró sus ojos, deleitándose en el calor del sol, con la intoxicante fragancia que la rodeaba. Había sido un trabajo agradable. También había plantado algunas verduras, pero sólo las que le gustaban a ella.

Quitándose el sombrero de ala ancha, anduvo por el estrecho sendero bordeado de flores. Además de flores, había plantado árboles frutales, pensando que no solo añadirían belleza a los ojos, y un lugar de sombra al sol, sino también obtendría una abundante cosecha.

Cuando arregló todo el jardín, se quedó mirando al laberinto que se levantaba cerca del muro del castillo. Los setos de protección que formaban el laberinto eran lo único en el huerto que no había necesitado cuidado. Había vagado por el borde del laberinto varias veces, pero nunca había encontrado el valor para entrar. Había algo ominoso en el lugar, aunque no podía decir el qué. Quizá era su miedo a perderse en su interior por muy irracional que fuera.

Con un suspiro, se sentó en uno de los bancos de mármol esparcidos a través del jardín. Habían pasado tres meses desde la noche en que Lord Naruto se unió a ella en el comedor. ¿Por qué la había buscado esa noche? ¿Y por qué no había de nuevo buscado su compañía?

Hacía ya casi seis meses que vivía en el castillo. Cualquier cosa que deseaba era suya. Tenía todas las ropas que podría necesitar en toda una vida. Se había convertido en una ávida lectora y había descubierto que tenía un talento innato para tocar el piano, y pintar. En verdad, tenía todo lo que podía querer en la vida, todo excepto alguien con quien compartirlo.

Cuándo estaba aburrida, Jiraiya la llevaba al mercado del pueblo vecino para hacer las compras y luego, como una sombra silenciosa, la seguía a dondequiera que fuera. Había sido entretenido comprar todo lo que quisiera y comer en las posadas, si no hubiera sido para las miradas atrevidamente curiosas que le dirigían. A excepción de los tenderos, nadie más le hablaba, aunque quienes se cruzaban con ella, la saludaban amablemente. Le asombraba que los chismes de su pequeño pueblo hubieran llegado al pueblo vecino, ya que todo el mundo que encontraba parecía saber que vivía en Castillo de Naruto. Algunas veces ella oía mencionar el nombre de Naruto, pero siempre en silenciosos susurros, siempre seguido del signo de la cruz. Eso le producía una sensación de amarga soledad.

Deeper Than The Dark  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora