Abro mis ojos y al instante capto una ridícula sonrisa que podría mover montañas, esa sonrisa movió a la persona más mula de todas, Yo. Soy esa mula por: testaruda y por llevar siempre cargas, en este caso, llevar muchos conflictos.
No soy una buena persona.
Eso me lo repetía billones de veces, todos me amaban pero no sabían de mí, no sabían de mis problemas y ese fue el primer problema. Porque la única persona en todo este mundo que ahora me regala una sonrisa tan grande, me salvó.
Sí, me salvó y yo también lo salvé. Ambos nos salvamos.
Me mira a los ojos y sé que siempre contaré con él. En este momento, mis problemas son los suyos y siento alivio, porque la pesa en mi espalda ha bajado y todo gracias a él.
Me mira, me regala una sonrisa. Esas clases de sonrisas que me hacen reír. Ahora sé que él detecta que estoy pensativa y sé que él sabe que pienso en lo Nuestro.
¡Exacto! Él y Yo.
Entrelaza nuestros dedos y me muerdo el labio, porque Él ama que lo haga. Me regala otra sonrisa plegada y se acerca más a mi cuerpo que al instante siento su piel moldear la mía. Mi respiración se entre corta por su veloz cercanía y porque sé que todo lo que tenemos lo hemos sentido.
Quizás, siempre lo he sentido y no quería darme cuenta. Quizá.
Ya nunca habrá un Quizá en nosotros. Jamás.
Sonríe en mis labios y repito su acto. Lo Amo. Me enrolla en su cuerpo y mi respiración siempre ha sido fresca con él. Eso fue lo más extraño cuando lo conocí. Siempre me sentía rara con las personas que fingía ser otra pero con él, siempre he sido Yo y él siempre me ha dejado serlo.
Detiene su frente en la mía y me mira a los ojos, esos ojos que me atraparon al verlo por primera vez y nunca me di cuenta de lo mucho que podían: escucharme, preocuparse y sobre todo amarme.
Cierro los ojos un instante y todo vuelve al principio…
Después de todo. Todo tiene un Inicio ¿Cierto?