Ha pasado más de treinta horas y tengo muchas llamadas perdidas de Nick, muchos mensajes que no me he atrevido en abrir, muchos correos de voz que no deseo escuchar. Apuesto que Nick fue a verme en mi casa y mi mamá le habrá contado que me he mudado a un departamento, y por lo que no ha venido a verme, mamá le ha negado mi dirección y la amo.
-Señorita Devonne, ¿Su novio aún no llega de Asia?
Miro a Marlene, tiene un largo cabello marrón y unos hermosos ojos canela. –Ya está en nuestro país, ¿Regresamos a nuestro tema? –Volteo para sub-rayar la continuación de seguir con el tema de los países de los continentes.
-Señorita Devonne, ¿él le ha dicho que la quiere? –pregunta Katy.
-de mil maneras. –volteo para verlo. Nick tiene un racimo con una variedad de rosas, quiero sonreírle pero no puedo, estoy luchando en mi interior.
Escucho los murmullos de mis estudiantes y otros no son tan silenciosos. -¡Es el novio de la Señorita Devonne! –grita Simón desde atrás. Lo miro con una fingida amenaza, todos empiezan a reír incluyéndolo.
-¿Es cierto que ha estado en todo el mundo? –pregunta Marlene, ella es tan dulce al preguntárselo a Nick.
Nick la mira y le regala una rosa del racimo, arrodillándose a su pupitre. –Así es nenita.
Todos en el salón empiezan con el murmullo. Nick habla antes que yo lo haga, -¿me regalarían unos minutos con su Señorita Devonne?
Mis estudiantes me regalaron a la primera oferta. -Traidores. –les digo y todos estallan en risas.
Nick se acerca y me ofrece el racimo, no se lo recibo y ni lo miro. Hago caso omiso a lo que le ha dicho. Escucho en su respiración: frustración, deja el racimo en mi escritorio y se detiene en la puerta, -Pequeños, ¿pueden decirle a su Señorita Devonne que la esperaré cuando terminen?
-¡Si. Señor novio de la señorita Devonne!
Yo realmente no sabía que decir ante lo que dicen mis pequeños. Nick les regala una sonrisa y solo me mira, cerrando la puerta.
-No puedo confiarles nada a ustedes, traidores.
Después de tres horas intensas en la escuela, enseñándoles a mis pequeños. Ya me encontraba libre para hacer de mi tarde lo que yo quisiera. Camino rápida por el estacionamiento delantero de la escuela porque sé que Nick debe estar esperándome. Y efectivamente estoy en lo correcto, él está con una pequeña caja de zapatos en su brazo, está recostado entre la puerta donde se supone que yo debo meter la llave e irme; su mirada está perdida en el suelo, debe estar pensando que decirme, a Nick le gusta ser tan ideal tanto que es un obseso por el control pero conmigo sé que siempre ha perdido la cabeza. Lleva unos kaki remangados hasta los tobillos, una camiseta blanca con un dibujo que no sé lo que significa y los zapatos gamuza de ayer.
Nick levanta la vista y veo angustia, preocupación, sobre todo apego. Entibia mi corazón pero no mucho como el evitarme por más de un año.
-Necesitamos hablar.
Lo miro y no le respondo nada, solo camino a la otra puerta para así evitarlo. Él veo lo que trato de hacer y llega muy rápido a mi lado.
-Devonz –Suelta como un susurro, tocando mi codo como para evitar que introduzca la llave en la segunda puerta de mi auto.
Ese simple apodo que no escuchaba durante bastante tiempo, me hizo estallar, quiero volver a pegarle, insultarlo y decirle lo que siento por él, pero lo que sale de mi garganta es muy penoso, un susurro. –No me llames así. –giro, meto mi mano derecha en mi bolsillo trasero de mi jeans, sacando su estúpida nota, se lo entrego dándole como golpe en su pecho. –Aquí está una de tus estúpidas promesas. –odio que no pueda gritarle, mi voz aún es débil, sobre todo porque estoy a punto de estallar en llanto.
Él toma la nota que está usada, la he leído cada madrugada y está hecho un asco. Miro con impaciencia su imparcial rostro, odio cuando pone esa mirada estoica, porque no sé lo que está pensando.
-Juro que te escribí pero no me atreví a enviártelas, juro que con solo presionar un botón te hubiese llamado. Creí que de esta manera hubiese sido mejor.
-¿De qué mierda me hablas? –le grito, ahora escucho un pequeño sollozo aflorar de mi garganta.
-Pensé que necesitabas tiempo,- se detiene y me mira a los ojos, -tiempo para ti misma.
Su voz está ronca, sé que a él también le duele, me gustaría que le duela más pero me pongo en su posición y ahora entiendo de qué me habla, sobre Wilmer. Sonrío con ironía.
-¡Sí!, necesité tiempo. –escupo las palabras, porque ahora comprendo que todo este tiempo él estuvo pensando lo mejor para mí, mientras que yo estuve pensando en él. –ahora, tengo tres meses de embarazo. –dejo caer dramáticamente ambos brazos a los costados de mi cintura.
Nick pasa su mirada de mis ojos a mi estómago, incertidumbre es lo que noto en su mirar, en toda mi vida de conocerlo nunca vi esta mirada de desazón. Es tan gracioso que empiezo a reír y veo su ceño fruncido muy enarcado, haciéndome reír más.
-Esa es la mirada más graciosa que te he visto. –sostengo mi estómago estallando en una carcajada, señalando su rostro. Él me mira y empieza a negar antes de sonreír como regaño pero esa sonrisa es la que me gusta ver.
-No estas embarazada. –Suelta Nick entrando en un estallo de risa junto a mí. Ahora lo entiende, veo a través de sus ojos entender que no estoy con Wilmer y mucho menos que estoy embarazada de él.
-Terminé con él en año nuevo, lo abandoné por ir a verte. –Detengo mi risa de golpe y sale un sollozo de mi interior, -solo para que me olvides en un año con tres meses, treinta y cuatro horas.
Todo este tiempo lleve la cuenta de cuán lejos estaba y lo mucho que sufría. Él detiene su carcajada y se acerca más, abrazándome, tan fuerte que mis costillas chillan pero no me importa, solo quiero tenerlo cerca. Aún sostiene la caja y al separarnos me lo entrega.
-Sabía que me ibas a encarar por esa nota, aquí, guardé cada postal de cada lugar en el que estuve, -cojo la pequeña caja, abriéndola y viendo muchas postales, ya tenía un olor poco deseable, era significado de papel guardado, mis lágrimas cayeron como cascadas, Nick es el mejor amigo que nunca pude tener. Pasa su dedo gordo por mi mejilla, lo miro a los ojos y veo su petición silenciosa, que no llore. Nunca me lo había dicho pero su rostro siempre me lo decía. Siempre pensamos igual, acaso verdaderamente ¿somos el uno para el otro?