Capítulo IX.

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-¡¿CÓMO QUE NO ESTÁ CONTIGO?!- Le gritó Íñigo a Enchique.

- Pues no, no está ¿tú lo ves? Porque yo no, creí que estaba con Alberto.- dijo cabreado.

-¿Qué? Pero si me tocó antes de ayer, ahora le tocaba a Monedero.- dijo Alberto.

-¿Qué pasa por qué este jaleo?- pregunté atontada y quitándome las legañas de los ojos.

-Que éste ha perdido a Pablo.- dijo Íñigo señalando a Enchique con la cabeza de brazos cruzados.

-Otra vez, que yo no he sido.- dijo Enchique cabreado.

-Sea como sea no está, se ha esfumado estará solo, perdido y posiblemente asustado porque no recuerda una mierda.- dijo Alberto preocupado.

-En algún sitio estará, no puede haber desaparecido así como así.- dije bostezando.-¿Por qué no vais a casa a dormir?- dije.

-¿Y dejarte aquí sola buscando a Pablo? Ni lo sueñes.- dijo Íñigo.

-Mira, o te vas o te doy otra hostia y te mando calentito.- le dije amenazante.

-Será mejor que le hagas caso... Vámonos anda.- dijo Alberto algo acojonado.

-Como quieras... Pero encuéntralo por favor...- dijo Íñigo preocupado.

-Tranquilo, lo haré.- dije.

Se fueron los tres a casa y yo me puse a pensar dónde podría estar hasta que se me vino a la cabeza el último sitio en el que se me ocurriría mirar y buscar, mi rincón especial.

Subí las escaleras y la puerta estaba medio abierta, la terminé de abrir y ahí estaba tumbado en el suelo con los brazos detrás de su cabeza mirando las estrellas.

-No pienso bajar o ir con esos pesados si es lo que estás pensando.- dijo.

Me tumbé a su lado y también me puse a observar las estrellas.

-El cielo de noche es hermoso, ¿verdad?- dije distraída.

-Sí... Pero no puedes hacer nada para convencerme de volver ahí abajo, me pienso quedar aquí para siempre.- volvió a insistir.

-Son tan insignificantes las estrellas desde aquí...- seguí diciendo, pasando de él.

Hubo un silencio y seguíamos observando las estrellas.

-Me acordé de este sitio... Y de un nombre, el nombre del que me acorde es el tuyo, ¿verdad?- dijo tranquilo.

-Este sitio es mi rincón especial donde vengo a estar tranquila y posiblemente el nombre que hayas recordado sea el mío, fue lo último que dijiste antes de... Bueno antes de perder la memoria a trozos.- dije mirando el cielo.

-No lo soporto.- soltó.

-¿El qué?- dije.

-Que me esten todo el rato haciendo preguntas y contándome cosas mil veces para que recuerde lo más rápido posible, estoy harto... Pero tú, tú eres diferente, no me haces nunca las preguntas que me hacen ellos...- dijo mirándome.

-¿Sabes que antes de esto estaba muy enfadada contigo?- le dije mirándole.

-¿Por qué qué hice?- preguntó.

-Ser imbécil eso hiciste, estabas raro y te llevé aquí, intentamos hablar pero no me dijiste lo que te pasaba.- le respondí.

-Vaya, lo siento... Tendría mis motivos supongo...- dijo.

-Da igual... Oye está empezando a hacer frío deberíamos meternos dentro, ¿no crees?- dije.

-No pienso volver ahí abajo, ya te lo he dicho.- dijo cansado.

-Bueno pues dormimos a la intemperie.- dije.

-Si tienes frío puedes irte, no me va a pasar nada.- dijo.

-No voy a dejarte solo, nunca...-dije recordando sus palabras cuando estaba en shock.

De alguna manera mis palabras le hicieron recordar algo reciente.

-Ya... Si no te lo dije... Fue porque tenía miedo en cierto modo.-dijo.

-¿A qué te refieres?- dije haciéndome la curiosa, ya sabía sus sentimientos hacia mí pero no el por qué ni el por qué no me lo dijo cuando estábamos aquí arriba el mes pasado.

-Tenía miedo a perderte a que cuando yo fuera presidente de España otra vez y todo estuviera bien tu te fueras otra vez al norte, yo... Yo te amo y no quiero que te vayas ese era el pero.- dijo con lágrimas en los ojos.

-Eh... No voy a dejarte solo ni me voy a ir, voy a seguir aquí pase lo que pase te lo prometo.- dije incorporandome y cogiéndole las manos.

Pablo soltó mis manos y se abrazó a mi apoyando la cabeza en mis pechos.

-Lo siento, siento no poder recordar una mierda y solo recordar esto... Lo siento.- dijo.

-No te preocupes... Estaré a tu lado te lo prometo, de verdad.-dije para intentar calmarle, había salido mi vena protectora como de costumbre.- Hace frío, deberíamos ir dentro y es tarde.- dije.

Pablo no dijo nada solo asintió mientras seguía abrazado a mí. Entramos dentro y fuimos a alguna de las habitaciones que había allí y nos dormimos enseguida, supongo que los dos estábamos muy cansados.

Salud y RepúblicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora