Primera Parte

216 11 5
                                    


Capítulo 1 

Fuego, Cenizas y Miseria

                Alanna recorría el camino de regreso a casa. Llevaba un café en sus manos que ya estaba más que frío. Sentía que sus extremidades se entumecían poco a poco. Había llegado a la "Plaza del Cisne Gris". Así le llamaba ella ya que en el centro de esta había una enorme fuente con un cisne de cemento sin pintar. Nunca se aprendía el nombre. Era extraño, pensó. La plaza estaba silenciosa, vacía. Siempre había gente allí. Aún si fueran altas horas de la noche. Sintió su pulso acelerarse y caminó un poco más rápido.

                Al cruzar la calle, escuchó una leve explosión. Se detuvo, y al segundo, las luces de todos los faros se apagaron. La calle quedó completamente a oscuras. El miedo invadió su mente. No era de las personas que le temían a la oscuridad, pero la idea de hallarse allí, sola, sin nada con qué defenderse... le aterraba. Esperó unos segundos hasta que sus ojos se adaptaron a la falta de luz, caminó, primero despacio, mirando a todos lados, luego, un poco más deprisa, casi al trote. 

              Se sabía el camino de regreso a casa, aún sin luz, sabía cómo llegar desde el punto en el que se encontraba. Ya no sentía frío. Se detuvo para tomar aire, inhaló fuertemente y notó un leve olor a quemado, frunció el ceño. Corrió.

               Una explosión, a su izquierda le hizo detenerse en seco. La luz naranja de una enorme lengua de fuego que parecía a punto de lamer el cielo iluminó todo a su alrededor. Vio cómo los árboles se mecían de un lado a otro. Sus ojos estaban abiertos como platos. A su derecha otra llama se elevó, crepitando sonoramente. ¿Qué demonios estaba pasando? Se preguntó, siguió su carrera hacia su casa, debía ir con su familia lo antes posible.

                A lo lejos escuchó gritos, llantos. Siguió corriendo como pudo. Al llegar a su calle, se detuvo, y el frío regresó. Sus rodillas se doblaron, haciéndole caer. Allí estaba ella, mirando cómo el fuego invadía su casa, y las demás casas a su alrededor. La gente pasaba corriendo, gritando, pidiendo ayuda a su lado, pero ella no podía moverse. 

               Sus hermanos... Sus padres... Su vida... Todo, abrasado.  

                No supo cuánto tiempo estuvo allí, de rodillas mirando su hogar convertirse en nada más que escombros. Como pudo, se puso en pie, aún en shock. "Debe ser una pesadilla" pensó. Miró a sus espaldas. Las luces del alba asomaban. "Es una pesadilla" se repitió en voz baja. Las lágrimas empezaban a nublar su visión, parpadeó fuerte para alejarlas. 

               La luz de una mañana de invierno invadió el lugar. Todo estaba acabado, en ruinas. A su alrededor vio cuerpos, caminó, comprobando si seguían con vida. Todos estaban muertos, algunos con sus rostros quemados. Continuó revisando con un nudo en el estómago. Se arrodilló junto a un cuerpo, tenía una pierna rota, el hueso de esta sobresalía. Sus ojos estaban abiertos. Alanna dejó salir un gemido, era Brand... su hermano mayor.

---Brandy...---Susurró, mientras al fin, las lágrimas se desbordaban de sus ojos. Hundió su rostro en el pecho quieto y frío de su hermano y rompió a llorar ---Es sólo un sueño---Susurró, como si Brand pudiera escucharle. Miró el rostro de su hermano, sin dejar de llorar. Sus ojos cafés, mirando al cielo, estaban vacíos, sin luz... Ella se los cerró. Le dio un beso en la frente---Ya despertaremos... 

                  De pronto, todo empezó a estremecerse. "Un temblor" se dijo. Los pocos árboles que quedaban empezaban a balancearse, amenazando con caer. A lo lejos se escuchó un horrible sonido. Parecía... un crujir... algo rasgándose. Un árbol cayó sobre los escombros. Y el temblor cesó. Alanna empezó a caminar sin saber a dónde ir. Pensó en ir al departamento de policías más cercano. 

                       A medida que avanzaba, veía más cadáveres, quemados, o con algo roto. Sentía náuseas y todo parecía dar vueltas. Llegó a la estación de policías... La puerta principal estaba abierta. Al entrar el lugar estaba vacío... 

---¿Hola? ---Dijo con voz temblorosa--- ¿Alguien puede ayudarme, por favor?

Nada, nadie. Caminó, adentrándose a la sección restringida. Estaba abierta la puerta. La habitación estaba a oscuras. Una linterna puesta sobre algo que parecía ser una mesa de escritorio era la única luz. Alanna caminó hacia ella. Se tropezó con algo, cayendo sobre el suelo húmedo. Se levantó limpiando sus manos en sus pantalones y fue por la linterna. 

                  Iluminó la habitación. Dirigió la luz al suelo, donde se había caído y reprimió un grito. Sobre un charco de sangre se hallaba un oficial, boca abajo. Alanna se acercó a él. El terror la invadió. Al policía le faltaban los dedos de las manos. Respirando hondo lo tomó por los hombros y lo giró hasta colocarlo boca arriba. 

---Dios... ¿Qué...?---Retrocedió unos centímetros, con ganas de gritar. El cuerpo aún estaba caliente...  Vio su cuello, cortado de manera grotesca, como si un perro le hubiese mordido y arrancado la carne. Aún manaba la sangre, aunque espesa y oscura. Se acercó más y comprobó lo que vio. Un rostro sin ojos, sin dientes, y con una abertura en la mejilla izquierda. Alanna respiró hondo, pero eso no evitó las náuseas. Se apartó del cuerpo y vomitó. Esperó unos minutos para calmarse, analizando todo lo que pasaba desde la noche anterior.

---Bien... estoy aquí, en una estación de policías vacía---Empezó, en voz baja---Ayer era un día normal. No pasaba nada en las noticias, salvo unas cuantas muertes en el sur... Regresaba de casa de Mayra, todo estaba tranquilo... ---Caminaba de un lado a otro, sin dejar de pensar---Se cortó la energía eléctrica de regreso a casa... explosiones... fuego... y un policía asesinado de una manera horrible... Tal vez... Un ataque terrorista... 

              Pero un ataque terrorista no explicaba el temblor, se dijo. Y aquel escalofriante sonido de ruptura. Regresó junto al cuerpo. Necesitaba algo con qué defenderse. Iluminó el cuerpo del oficial, buscando un arma. En su cinturón se hallaba una. Frunció el ceño, ¿Por qué su atacante no lo desarmó? ¿O por qué no sacó el arma para defenderse?... Sacudió su cabeza, como si eso pudiera alejar las imágenes de caos en su mente. Tomó el arma. Buscó a su alrededor. Encontró dos cajas de balas, sacó las que pudo y las metió en los bolsillos de sus pantalones.

             Salió al aire libre, respirando hondo. Llevando consigo el arma y la linterna. Apoyando sus manos en sus rodillas. Vio sus pantalones manchados de sangre, junto con su blusa. La sangre del oficial. Cayó sobre el charco. Unos segundos después se irguió. Miró el arma. Recordó a John. Su otro hermano mayor. Siempre quiso ser oficial, hablaba con ella sobre armas, le explicaba cómo se usaban... apartó la mirada de la pistola. El recuerdo de su hermano le hizo un nudo en la garganta. Él, lo más seguro, estaba muerto. Igual que Brand. Comprobó que el arma estuviera cargada. Efectivamente, lo estaba. Diez balas.

              Continuó su camino hacia adelante. Pasando los cuerpos sin vida de las personas, que probablemente ella conocía; vecinos, amigos de la infancia, compañeros de clases... Familiares. Caminó, alejándose de las cenizas que antes era su hogar. Buscaría ayuda, una respuesta a todo esto. Las lágrimas recorrían sus mejillas en silencio. Su rostro sucio. Sus ropas manchadas de sangre. Su mente hecha un caos. El dolor en su pecho crecía cada vez un poco más.

The Last SoulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora