Capítulo 7

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Se acercan...

*Alanna*

---Ya te he dicho que no puedes salir de esta habitación hasta que el doctor Anderson lo ordene, chica---Dijo Rebecca, con un tono de voz cansado, le cambiaba los vendajes a Alanna.

---Pero quiero ayudar, en lo que haga falta---Replicó ella, mirando su brazo. Aún no había sanado del todo, pero ya no se veía tan mal como antes y ya no dolía---No me gusta sentirme como una carga. Ya llevo cuatro días en este cuarto.

---Nadie aquí es una carga---Respondió la otra chica, un tanto irritada.---En cuanto el doctor lo diga, podrás hacer lo que quieras. Por ahora, debes quedarte aquí. Ahora, por favor recuéstate y relájate. Intenta descansar.

Alanna asintió, haciendo lo que le decía Rebecca. Su vista fija en el techo; escuchó a la otra chica salir de la habitación, miró hacia la puerta entreabierta. Lentamente se levantó de la camilla, le dolía la espalda y el cuello, odiaba permanecer acostada. Antes, sus días se resumían en ir a caminar, universidad, visitas a sus amigos, caminar más, y cosas así, que la mantuvieran en movimiento. Claro, todo cambiaría ahora. Suspiró y bajó con cuidado de su camilla, tambaleándose un poco; caminó por la habitación, acercándose a la puerta. Su atención se desvió a la camilla que estaba más próxima a la salida. Se acercó, sorprendida de ver quién se encontraba allí.

Tenía el brazo derecho vendado, incluyendo ambas manos, completamente. Sus labios carnosos estaban rotos, igual que su nariz, ya estaban sanando. Su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado. No era difícil reconocerle, a pesar de haberlo visto sólo una vez. Su piel oscura resaltaba bajo esa luz blanquecina de las lámparas.

---Benjamine...---Susurró ella. No se había percatado de que estaban en el mismo lugar. Las otras dos personas que ocupaban las otras camillas habían despertado hacía ya dos días; era una mujer y una niña, no las había vuelto a ver desde ese entonces. Y al parecer, Benjamine era el único que no había despertado. Lo miró por unos segundos más, recordando el encuentro que tuvieron la última vez... que parecía haber sido años atrás.

               Apartó la vista y continuó su camino, saliendo de la habitación. El pasillo estaba a oscuras. Era vagamente iluminado por la luz de las lámparas que se colaba por la puerta de donde ella acababa de salir. Justo al frente, una gran ventana dejaba ver una noche que parecía tranquila. La luna parecía una media sonrisa, sutil, pero pícara. No había estrellas, o al menos, ella no las veía desde donde estaba. Deseó estar caminando por allí, sintiendo el frío viento nocturno rozar su rostro; extrañaba el sonido de los autos, los murmullos de las personas que estaban a su alrededor.

                 Suspiró. Odiaba sentirse nostálgica, melancólica. Apoyó su frente en el vidrio de la ventana, cerrando los ojos con fuerza. Al abrirlos, algo llamó su atención. Miró fijamente el cuerpo en movimiento. Al principio había pensado que era una de las criaturas, pero se dio cuenta de que se trataba de una persona. Parecía llevar un abrigo de un gris envejecido, la capucha cubría su cabeza. Estaba agachado, como buscando algo en el suelo. La poca luz, y la mala vista de Alanna no ayudaban mucho. No lo pensó dos veces, intentó correr por el pasillo, intentando recordar el camino cuando Rebecca la condujo hasta la habitación.

             Iba corriendo, lo que sus piernas le permitían, cuando se tropezó con alguien, cayendo al suelo.

---Lo siento...---Se disculpó, no reconocía esa voz.---Hey... ¿Qué haces fuera de la habitación, se supone que...

The Last SoulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora