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  En un piso del centro de la ciudad un hombre lloraba tirado en la cama, en su mano estaba la cabellera de la joven previamente asesinada. De la almohada sacó una pistola negra y se la acercó a la boca con la intención de dispararse pero desistió y la tiró con rabia al suelo.

   Fue hacia la cocina y abrió una puerta que daba a un sótano de olor nauseabundo. Bajó poco a poco todavía con los ojos llorosos y encendió la gastada bombilla tirando de un cordón. El olor parecía no disgustarle, cogió los utensilios de quirófano y los limpió mientras de sus ojos bajaban lágrimas. Agarró el afilado bisturí y se miró en el espejo, no pudo evitar sonreír al ver su imagen con el instrumento en la mano.

   Empezó a pensar en la chica asesinada estremeciéndose, intentado huir de su destino mortal y sonrió mientras limpiaba toda la camilla y los utensilios con desinfectante. Su boca estaba sellada, ninguna palabra salió de sus labios.

   Pensaba en su siguiente víctima, agarró una hoja de papel y describió las características que debía tener. Rió mientras escribía, en su interior no sabía el daño que estaba haciendo a la ciudad.

  A las diez de la mañana sonó el móvil, Shandy lo buscó con los ojos todavía cerrados. De fondo se escuchaba la lluvia caer con fuerza sobre la pradera haciendo que el ambiente oliera a hierba mojada, el olor era muy agradable así que respiró hondo y sonrió pensando en los paseos por el campo junto a su padre, un amante del campo.

  —Maldito teléfono —Masculló cuando logró encontrarlo.

  Contestó, era Charlie con esa voz fuerte que reconocería a miles de kilómetros.

  —Buenos días, dormilón.

  — No me vaciles, ya sabes que no me gusta —Se rascó la cabeza—. ¿Qué quieres?

  —Tienes que ver esto tío. —Dijo como cavilando para si mismo .

  El muchacho abrió los ojos y se fue al salón sin meter ruido para no despertar a Elena.

  — ¿Qué pasa?

   —Lo de siempre, nuestro asesino ha vuelto a atacar. Apunta la dirección y mueve el culo.

   —Espera, espera.

  Dejó el móvil en el reposacabezas del sofá y corrió hacia la cocina para coger un bolígrafo y papel pero no había en su libreta. Cansado recorrió todas las habitaciones de la casa casi corriendo, el alegre Charlie estaba suspirando impaciente a través del móvil.

  En su habitación encontró lo que buscaba y con cara de enfado se sentó en el sofá alzando el móvil hacia su oído, apuntó la dirección y colgó con un “nos vemos”. Unos minutos después ya bajaba las escaleras. Al llegar a la puerta abrió el paraguas mientras llovía a mares, toda la calle estaba mojada y muy resbaladiza. Se miró las botas y suspiró poniendo una mueca de enfado.

  Cuando estuvo al lado del coche le dio al botón del mando y abrió la puerta, corrió a refugiarse. Se apoyó contra el volante unos segundos, su estomago estaba revuelto y temía que iba a vomitar. Pronto se repuso y arrancó después de poner la radio.

  Bajó tres calles y salió por la autovía, tarareaba la canción que sonaba fuerte y miró hacia atrás, las luces de los coches le hacían daño en los ojos. El limpiaparabrisas dejaba ver la oscura carretera, giró por la tercera salida.

  Pronto entre la negrura de las calles se vio una luz azul y roja y cuando cruzó la calle vio los coches de policía, los agentes esperaban tomándose unos cafés.

  Aparcó en el callejón y bajó, rápidamente Charlie le tapó con su paraguas.

  —Gracias, ¿qué tenemos hoy?

   —Varón, treinta y pocos años. Le cortaron el cuello pero hay más… —Miró hacia el cuerpo.

  Le llevó hacia el cuerpo que yacía tirado bocarriba, estaba tapado con una sábana blanca. Tres chicos lo tapaban con un paraguas, el agente se agachó y corrió la tela.

  — ¿Qué? —El joven palideció y notó como su estomago se volvía a revolver.

  —Si… le arrancaron el corazón cuando todavía estaba vivo.

  —Madre mía.

   El agujero del pecho era perfecto, como si lo hubiera hecho un cirujano pero se había olvidado de suturar la herida.

  —El tío parece cirujano o algo parecido. —Se tocó la barbilla.

  —Eso pensamos todos pero como tengamos que investigar a todos los cirujanos de la ciudad nos llevaría años acabar la investigación .

  —A ver que nos dice Tom.

  —Hay un sustituto, Tom se fue de vacaciones ayer. —Rió fuertemente dándole una palmada en la espalda a Shandy.

  Pronto ordenaron el levantamiento del cadáver y fueron hacia la comisaría central. Al entrar todos les saludaron y un hombre les dio un donut.

  — ¿Quién es?

  La joven recepcionista puso una mueca de confusión y se limitó a encogerse de hombros señal de que no sabía nada.

  —Es el forense del que te hablaba.

  —Ahhh, parece buen tío.

  Bajaron los dos en el ascensor y le dieron al botón menos uno. El elevador abrió sus puertas con un leve chirrido, caminaron por el largo pasillo y abrieron la puerta de la morgue. El hombre miró hacia ellos y sonrió enseñando su perfecta dentadura.

  —Yo soy Shandy. —Le dio la mano acercándose.

  — ¿Shandy? ¿Que nombre es ese? —Preguntó el hombre con un fuerte acento ruso.

  —Sammi —dijo tímidamente—, Shandy es mi apodo.

  —Yo soy Charlie, su compañero.

  —Seguro que os han dicho quien soy ¿no?

  —No, lo siento. —Se burló Charlie.

  —Me llamo Vladislav Medvédev. Podéis llamarme Vlad, como el vampiro… ya sabéis.

  Era un hombre de cuerpo grande, de apariencia parecía fuerte como un roble, tenía la cabeza grande y los ojos oscuros, su cabeza estaba ausente de pelo aunque en su juventud debía de haber sido rubio por su color de piel blanco pálido. Debajo de la nariz y encima de la boca llevaba un bigote en forma de U invertida ya poblado por las canas.

  La puerta del habitáculo se volvió a abrir, unos jóvenes llevaban una camilla metálica seguramente allí estaba el cuerpo de la nueva víctima del asesino del bisturí. Lo puso en la camilla, sacó una sabana y le tapó las piernas. Lo primero que hizo fue olerlo.

  —Huele a humedad… como ha cerrado.

  — ¿Cómo? —Preguntó Tom con una mueca de interrogación.

  —Pues eso, que huele a humedad. Seguro que ha estado o le mataron en un bajo o al lado de algo mojado.

  Shandy abrió los ojos, nunca había visto a alguien hacer eso, sonrió y se preocupó a la vez. Parecía un tipo interesante.

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© Cristíona O'Hara  -2007-

El asesino del bisturí  ©2013Donde viven las historias. Descúbrelo ahora