Capítulo 3: Magia

38 2 1
                                    

-No lo entiendo- le digo corriendo para alcanzarlo.

-¿Qué es lo que no entiendes?- dice, despacio, como para no perder el control de sus sentimientos.

-¿Por qué lo quieres matar?-

-Porque lo necesito-

-¿MUERTO? ¿PARA QUÉ?- se detiene, no me mira.

-Para comer- entonces lo entiendo... se supone que los humanos comen por necesidad y no por placer como lo hacemos los seres mágicos. 

Pero, por alguna razón, hay algo que me preocupa más que haber hecho huir a su presa:

-¿No has comido?- guarda silencio y eso me lo asegura. Eso hace que me remuerda la conciencia. Abro la mochila y saco dos manzanas -Toma-

-No, yo...-

-No iré contigo si no aceptas una...-

La toma y la mira como si fuera un gran tesoro. Luego, me acuerdo de que yo tampoco he comido nada.

-En nuestros huertos ya no crecen frutos por la sequía, llevaba tiempo sin probar ningún fruto...¿Tú tampoco habías comido?- dice, después de darle unas cuantas mordidas a la manzana.

-No. Tenía que salir rápido.- "¡Ups! Otra vez se me salió"

-¿Salir rápido? ¿De dónde?-

-De mi casa- "¡Smach!" Mordida a la manzana.

-¿Por qué tendrías que salir rápido de tu casa?-

"¡Smach!" Otra mordida. "Activate encubridor de identidad, por favor"

-Se quemó-

-¿¡Se quemó!?- Por su reacción sospecho que no es algo que pase muy a menudo. "Estúpido encubridor de identidad."

-Sí. No toda, por supuesto, pero me salí en lo que se apagaba.-

-¿La dejaste quemándose?- "Estaba empezando a pensar que la verdad sonaría más coherente. Bueno, demasiado tarde."

-¿Qué? No. Me refería a... a los bomberos, me fui en lo que hacían su trabajo, pero ya debe estar todo_todo bien-

-¿Segura que no quieres ir a tu casa?-

-No_ no... vine al pueblo, a conocerlo. Vamos.-

-Te ves muy tranquila como para haber quemado tu casa- dice con tono inquisitivo.

-¿Ah, sí? Es porque así soy yo... siempre- me mira y alza una ceja. "¡Smach!" Otra mordida.- Vamosh- Empiezo a caminar.

-Naila-

-¿Qué?-

-Es hacia el otro lado-

-Ya_ya lo sabía-

-Claro que sí- Dice con ironía y comenzamos a caminar.- Bueno, espero que tengas más comida ahí dentro; es decir, me hiciste perder un venado-

-Claro, toda la que quieras. Plátano, sandía, melón, cordero, carne de cerdo, pavo, pollo...- se ríe.

-¿Es broma, no?... ¿No?-

-No. Lo digo en serio.- "La puedo aparecer por arte de magia."-¿Qué quieres?-

-Pues...- vacila un poco y sonríe.

-¿Qué?-

-Nada... estoy bien- Es lo que dice, pero no necesito oírlo para saber lo que quiere, incluso sin mi poder puedo imaginarlo: venado.

Reviso, o finjo revisar, y en un chasquido de dedos ya tengo un recipiente con carne de venado preparada.

-Toma- le paso el recipiente.

Su cara de sorpresa me encantó, por no decir que me mató de risa. Lo tomó en sus manos y pareció no darse cuenta de que ya lo estaba comiendo; lo sé porque paró para ofrecerme un poco. Claro que acepté, porque eso era lo que él esperaba que hiciera.

-Estoy intrigado- me confesó.

-¿En serio? ¿Por qué?-

-Por ti. ¿De dónde vienes?-

-Del otro lado del bosque- 

-¿Con quién vives? Debe ser un gran cazador, que no creo que hayas sido tú ni hayas cazado algo en tu vida...-

-No, vivo sola- Trataba de mentirle, pero no podía, y no entendía por qué, si no confiaba del todo en él y era obvio que él no confiaba en mí por cómo me miraba- ¿Y tú con quién vives?-

-Con mis padres y hermanos, por ahora.-

-Debe ser genial vivir con tu familia.-

-Sí... a veces. ¿Por qué tú no vives con la tuya?-

-Porque es peligroso-

-¿Peligroso?-

Ignoro mi respuesta y su pregunta porque me quedo deslumbrada por el final del bosque y el inicio de la gran muralla del pueblo.Era tan diferente a como yo lo recordaba... Darío pone sus cosas en la parte trasera de una carreta sin caballos. Había leído sobre ellas en un libro que hablaba del futuro de la humanidad, pero no creí llegar a ver uno. Era emocionante.

-¿Es tu carreta?-

-Coche. Sí. Súbete.- me subo y estoy a punto de gritar de la emoción.

-¿Puedo conducir?-

-No, claro que no-

-¿Por qué no?- pregunto con decepción.

-Oye, acabo de conocerte-

-Y no confías en mí, ¿verdad?-

Guarda silencio y hace un gesto que llega a interpretar como un "no quiero lastimarte, pero sí." Enciende la camioneta y empieza a avanzar. Se me sale un grito de la emoción y Darío me mira con una sonrisa.

-Perdón. Nunca me había subido a una de estas.-

-Lo entiendo.- dice y me guiña un ojo.

"Ay, qué es eso que siento en mi estómago."

Es una combinación de cosquillas y dolor que me encanta.

-¿Te molesta si pasamos primero a dejarle la carne a mi familia.-

-No, por supuesto que no. ¡Vamos! ¿Puedo entrar yo también?-

-Por supuesto- nos detenemos al lado de una pintoresca casa y me bajo junto con él. Intento tomar algo para llevarlo y me lo impide.

-Pero quiero ayudarte-

-No. Si quieres entra, pero no con la carne.-

-Es grosero entrar sin nada.- 

-Sí, claro. Como si tú hubieras cazado algo.-

Me enoja su comentario, pero tiene razón. Toma tres conejos muertos y se dirige hacia su casa. Yo chasqueo mis dedos tres veces y en seguida tengo una canasta llena de fruta. 

Estoy a punto de dirigirme a la casa cuando una mujer muy conocida sale de ella: mi madre.

"Oh, oh." 

La vida secreta de un hada madrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora