Relaciones

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Cómo lo habían planeado, desde temprana hora, Lilian le pediría el automóvil a su prima, alegando que tenía una reunión con unos amigos y así, la dejó sin poder moverse por su cuenta, para que dependiera de su hermano y de lo que él había preparado para ese día.

Fabián tenía pensado darle a Lizy una cita romántica, así no podría negarse a su petición formal de matrimonio, y eso incluía llevarla a comer a restaurantes y complacerla en todo lo que quisiera. Con esto, ambos le dejarían el camino libre a su hermano menor, para que llevara a Marty a su departamento.

Tanto Fabián como Lily, querían que el más pequeño de los tres, dejara de obstaculizarse él mismo y le dijera lo que sentía al universitario; aunque, no esperaban mucho avance, porque lo conocían muy bien, así que sabían lo terco y obstinado que podía ser.


* * *


-Y, ¿qué harás? – Lizy le entregó las llaves de su automóvil a su prima, con algo de reticencia – tienes años que no venías para acá, más que uno que otro fin de semana, ni siquiera conoces bien la ciudad.

-Conozco el lugar a dónde voy, es más que suficiente para mí – sonrió la castaña, tomando el llavero.

-Ten cuidado – pidió la rubia – sabes que le tengo cariño a mi auto...

-Sí, sí, pero si algo pasa, te compro uno nuevo – se burló la otra, dándole un beso en la mejilla para salir del departamento, con paso apresurado, permitiendo que el sonido de sus tacones, al chocar con el piso, delatara su andar.

La ojiazul llegó al estacionamiento del edificio y dejó sus cosas en el asiento del copiloto, acomodó el asiento a su medida y se quitó las zapatillas para poder pisar los pedales del auto con comodidad; amaba los tacones y plataformas, pero no le gustaba manejar con ellos puestos.

Antes de iniciar el viaje, revisó su maquillaje, su peinado y sonrió coqueta en el espejo – perfecta... – dijo para sí.

Salió con rapidez y tomo el camino ya conocido, pues los últimos días lo recorría con su prima todas las mañanas. Minutos después, pasó frente a la pastelería pero no se detuvo; de ahí, fue hacia un edificio de departamentos, cerca de la universidad. Dejó el auto en el estacionamiento y, antes de abrir la puerta, volvió a revisar su maquillaje, pasó una nueva capa de labial rojo, el tono que le fascinaba y lograba conquistar a cualquiera que se proponía; finalmente, descendió después de colocar los zapatos en su lugar. Sujetó su bolso, se puso lentes oscuros y entró por la puerta de forja que estaba abierta; era temprano, apenas las ocho de la mañana, así que no encontró un alma en los pasillos, ni en las escaleras.

Cuando llegó a su destino, pasó la mano por su cabello, acomodando un mechón frente a su hombro y tocó insistente, sabiendo que posiblemente, el que vivía ahí estaría dormido. 

Desde el interior, la voz adormilada de alguien se escuchó, tras varios golpeteos de la castaña – ¿Quién? – indagó curioso.

-¡La mujer de tus sueños! – respondió con diversión.

La puerta se abrió; el rostro de Irving mostró la confusión y el desconcierto de verla ahí, frente a él – Buenos días... – dijo a media voz.

-Buenos días – Lily lo empujó y cerró tras de sí – obvio que no me esperabas, pero, no pareces muy feliz por mi visita.

-No, no es eso – negó – es solo que... es temprano – se excusó y sonrió nervioso.

La castaña lo vio de pies a cabeza, traía un pantalón deportivo y una camiseta, ambos holgados – ¿siempre duermes así? – indagó levantando una ceja.

Chocolate, PâtissierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora