Epílogo

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Adrián estaba sentado en la mesa del restaurante, su invitado tenía más de quince minutos de retraso y eso le molestaba sobremanera, especialmente, porque ya tenía planes para más tarde; dio un nuevo sorbo al vaso de jugo que estaba bebiendo, tratando de controlar el mal genio que lo estaba invadiendo.

-Aquí está su mesa – anunció el mesero para el pelinegro que lo seguía.

El castaño levantó el rostro y soltó el aire lentamente por la nariz; ambas miradas azules chocaron y el destello de odio que había en los dos pares de ojos, no se dejó esperar.

Andrés se sentó frente a su primo.

-¿Puedo ofrecerle algo de beber? – indagó el joven que lo había guiado a su lugar.

-Una copa de Cabernet Sauvignon – pidió.

-Traiga toda la botella – pidió el menor con rapidez.

El pelinegro levantó la ceja.

-Yo invito – sonrió el castaño.

El mesero asintió y dejó las cartas en la mesa antes de retirarse; ninguno de los dos les prestó atención, esa no era una cita para tomar una merienda tranquila, y ambos lo sabían.

-Llegas tarde – soltó el menor con seriedad.

-No pensé que te gustara la puntualidad, 'monstruo' – dijo con desprecio el mayor.

-Tengo cosas importantes que hacer más tarde, con mi pareja – Adrián entrelazó las manos sobre la mesa – y me imagino que tú también, a menos que la relación con tu esposa no vaya de lo mejor, como esperabas – su tono de burla, consiguió que el otro tensara los músculos.

-Mi relación matrimonial es algo que no te incumbe – soltó el pelinegro con desagrado.

-Es cierto, no me importa en lo más mínimo – el castaño se alzó de hombros – entonces, aclarada la situación y, si ambos tenemos cosas que hacer, iré al grano...

El mesero llegó, interrumpiendo a Adrián.

-Aquí tiene su vino – dijo servil, vertiendo un poco del liquido en una copa, la cua, dejó al lado de Andrés y colocó la botella en hielo, a su lado – ¿van a ordenar ya?

-No, gracias – Adrián negó.

Andrés ni siquiera respondió, solo movió el rostro a manera de negación y dio un trago a su bebida.

-Con permiso – el mesero se retiró.

-Como dije, iré al grano – el castaño sonrió – mañana es la boda de Lizy...

-Dime algo que no sepa – Andrés entrecerró los ojos y apretó su puño libre.

-Se que ni siquiera te agrada la idea, pero, supongo que estas invitado, porque eres el hermano de la novia – dijo con sarcasmo su primo – y, para tu mala suerte, yo soy hermano del novio – su voz tomó un tinte serio – así que, tendremos que vernos y poner buena cara, por el bien de ella.

-Sabes que a mí no me interesa lo que digan los demás – amenazó el mayor.

-Lo sé – Adrián asintió – tú no tienes vergüenza, pero, como es un día importante para Lizy, es mejor que lo pienses dos veces antes de hacer estupideces.

-Ella no me diría nada, soy su hermano – soltó el pelinegro con suficiencia.

-Tal vez Lizy no te diga mucho, pero si la pasaría mal y, en todo caso, Fabián, Lilián y yo, sí haremos algo al respecto – amenazó – y ten por seguro que ni tu padre, ni mi madre, van a mover un dedo por ti – siseó – así que, más vale que te controles mañana, a no ser que quieras terminar en los 'separos' del ministerio público y no solo fuera de la recepción.

Chocolate, PâtissierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora