VI

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El otro hombre llegó al baño, miró al suelo y vio a su compañero desangrándose sobre la moqueta. ¿Dónde se habían metido esas zorras? Allí no había nadie.
Todo habría salido bien si el sujeto no hubiese mirado hacia arriba, allí, pegada en el techo con ayuda de uno de sus miles de aparatos estaba Agnessa mirando hacia abajo. El hombre sacó su arma pero fue demasiado lento, la rusa echó mano dentro de su escote y sacó su pequeña pistola y antes de que el tío pudiese poner el dedo en el gatillo, le disparó dos veces, una en cada hombro pero la ex-sicaria profesional lo tenía calculado, eran heridas superficiales, sólo para hacerle sufrir, no le matarían.

Cayó de rodillas gimiendo de dolor junto a su compañero, el cuál estaba perdiendo mucha sangre.

Agnessa bajó del techo del baño y se guardó las armas de los dos heridos. Apuntaba a la cabeza de uno de ellos para dispararle a bocajarro.

- ¿Quién os envía? ¿Para quién trabajas? -Preguntó enfadada. Cuando se enojaba se marcaba el acento ruso en cada una de sus palabras de una manera muy sensual.

El tal Gale sonrió a la rusa con burla.

- No diré nada. -Respondió antes de escupir al suelo una mezcla de saliva y sangre.

Agnessa volvió a dispararle, esta vez cerca de la bragueta. El hombre volvió a vociferar.

- ¡Puta búlgara loca!

- Soy rusa, imbécil. Voy a preguntarte otra vez y espero que ahora me digas la verdad y te dirijas a mí con más respeto porque si no la próxima bala atravesará tu pene y te dolerá. Te dolerá mucho, te lo prometo. Probemos de nuevo, Gale, ¿quién coño te envía y cuántos sois? -Gritó malhumorada.

Él volvió a lamentarse y lloriquear, pero esta vez habló:

- Rossi, trabajamos para él, él nos envía. Dijo que le trajéramos a los niños pero que no les matáramos. Seis, somos seis. -Lloriqueó.

- Bien, Gale, buen chico, ¿has visto qué fácil? -Agnessa se dispuso a salir por la ventana por la que anteriormente habían salido sus compañeras, pero Gale la agarró del tobillo desde el suelo.

- ¡Me duele, me duele mucho! Tardaré horas en morir, ¿por qué no me matas? ¡Mátame, por favor! -Suplicó llorando.

La rusa le miró con desprecio.

- No, no voy a hacerlo. Quiero que te arrepientas de haber intentado matar a la Reina de Corazones el resto de tus días.

Apartó el pie con brusquedad y salió por el ventanuco, bajó la escalera de incendios y corrió tres metro hasta donde estaba estacionada la furgoneta. Helena abrió la puerta corredera del furgón.

- Has tardado mucho, ¿no dijiste que no había que llamar la atención? La señora Robinson ha llamado a la policía, no tardarán mucho en llegar.

- Sí, bueno, la cosa se ha complicado. Quedan cuatro tíos más, seguramente escucharan nuestra conversación y se dirijan hacia Duende como nosotras.
Trabajan para Rossi.
Hay que darse prisa. Arranca, chinita. -Ordenó Agnessa recargando de nuevo su armamento.




Alex entró de nuevo al local. Se sentía fatal por haber dejado a Lucas allí sólo pero no podía esperar más, ¡era libre! ¡Ahora podría declararle a Max su amor! ¡Ahora iba a ser feliz!

La música le sonaba mucho más alta que antes, la gente lo estaba pasando genial, todos bailaban, bebían y había buen ambiente. Observó y preguntó a un par de amigas si habían visto a Max pero nadie parecía haberle visto. Un joven la agarró por detrás para bailar Duele el corazón de Enrique Iglesias, el chico era un poco raro y feo pero muy gracioso, Alex se quedó bailando con él, el chico le cogió la mano y le dio una vuelta completa para observar como bailaba ella sola, y ahí es cuando lo vio. Más bien, cuando le vio.

En uno de los sillones de color morado, un chico y una chica se estaban besando. No era justo llamarlo ''beso'', se tocaban, se pasaban la lengua por el cuello, se mordían... La chica estaba sentada encima del joven, a los dos minutos ésta le susurró algo al oído y el chico pareció enfadarse, la echó a un lado, se levantó y se fue. Alex no podía creerlo. No podía creer que Max se acabara de enrollar con Karen. En serio, ¿Karen? ¡Pero si estaba gorda!

Aunque Karen estuviera gorda o no, la rabia, los celos, la amargura y la tristeza se apoderaron de la chica con la cinta de flores. No sabía si reír, llorar o correr hacia dónde estaba Max y darle un derechazo en toda la cara. ¿Había dejado a su novio tirado en un callejón para declararse a un tío que estaba a punto de llevarse al cuarto de baño a la gorda de la clase? Aquello no era normal, necesitaba emborracharse. Despegó a aquel chico friki de sus caderas y se adelantó hacia la barra del bar andando de forma muy digna, ¡Que le dieran a Max y a Luc! ¡Y a todos! Se sentó y al instante apareció Abraham, tenía una herida debajo del ojo, como si le hubieran dado un puñetazo pero Alex le quitó importancia.

- Hola, preciosa. Dime que te pongo. -Preguntó a la chica con una sonrisa mientras limpiaba unos vasos con un trapo verde.

Alex le devolvió la sonrisa. ¡Ese tío estaba como un tren!

- Hola, esto... ¿Puedes darme una botella de Vozka? No preguntes...

- ¿Un mal día?, ya somos dos... ¿qué te parece si compartimos la botella fuera?

Alex asintió sin pensarlo dos veces, irse podía irse a su casa diciendo que se había tirado al chico más guapo de la fiesta y a lo mejor al día siguiente no se sentía tan mal.

Abraham cogió la botella con una mano y con la otra agarró a Alex y se la llevó por la puerta de emergencias, al mismo callejón que se había llevado ella a Luc. Sólo que allí Lucas ya no estaba, ¿se habría ido a casa?

- Bueno... Estamos tú, yo y esta botella de vozka ruso de doscientos dólares, se me ocurre... ¿Jugamos a <<Yo nunca...>>? Es sencillo, yo digo una frase, por ejemplo, Yo nunca lo he hecho en la cama de mis padres y si lo has hecho, bebes - Preguntó el camarero de forma sugerente.

Alex abrió la botella con los dientes, escupió el envoltorio color azul al suelo y dijo:

- Yo nunca he... Yo nunca lo he hecho en un lugar público. -La joven se llevó el recipiente a los labios y le dio un trago bastante largo a la bebida. Abraham la miró impresionado, estaba claro que esa chica no era como el resto. Le quitó la botella de las manos y él también le dio un generoso trago.

- Una chica atrevida... Me gusta.

Alex sonrió.

-Te toca a ti. -

Tu boca convocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora