XIV

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- Lo dicho, eres el vivo retrato de tu padre. Igual de descarado, valiente y orgulloso. Tu padre y yo éramos amigos mucho antes de que él y tu madre se conocieran. En aquella época nos dedicábamos a lo mismo y éramos muy buenos en nuestro trabajo, sólo que cuando conoció a tu madre y se quedó embarazada de ti decidió volver al buen camino y reformarse, en tres palabras: Se hizo poli, me vendió, pero nunca le guardaré rencor. Paul me salvó la vida y fue el mejor amigo que podría haber tenido nunca.

Helen intentaba esconder las lágrimas que brotarían de sus ojos en pocos segundos parpadeando rápidamente. Max la abrazó y Violeta le imitó.

Chad Puma carraspeó varias veces:

- A si que esta es tu niña... -Puma se quitó las gafas de sol y observó a Violeta de arriba abajo sin cortarse un pelo. –Madre mía, Helen, ¡benditos sean tus genes! ¿Cuál es tu nombre, preciosa?

Violeta se sonrojó.

- Violeta. Me llamo Violeta Sparks.

Violeta se acababa de convertir en uno de los muchos caprichos de Chad Puma y eso no era del todo bueno.

- Chad... Es mi niña, recuerda. –Chad Puma miró a Helen sin decir nada.

- Violeta, es un nombre precioso, como tú. –Cogió la mano de porcelana de la chica y le regaló un sonoro y poco discreto beso. - ¿Cuántos años tienes?

- Tiene novio.

Agnessa volvió a suspirar, no quería que Chad se enfadara por culpa de las indiscreciones de un grupo de niñatos:

- La próxima vez les pego un tiro. A todos. -Susurró la rusa.

El Puma miró hacia el grupo de jóvenes y se fijó en H.

- Tenemos a todo un grupo de valientes hoy. –Dijo en tono de burla. Caleb se hizo paso entre su hermana y Abraham y cogió a Violeta de la mano.

- ¿Tú quién eres, joven? –Preguntó interesado.

Caleb respondió sin que le temblara el pulso:

- Me llamo H. –Caleb le miraba torciendo el labio, no le gustaba tener que marcar territorio porque luego su novia le recriminaba pero no podía evitarlo.

- A si que, el hijo de Helen es Max, la hija, Violeta y el novio es H. Me gusta. ¿Y estos tres? ¿Quiénes son? ¿Qué hacen en mi casa?

Caleb tomó la palabra de nuevo:

- Esta es mi hermana. –Alex sonrió a modo de presentación y Chad Puma volvió a besarle la mano.

- Parece que en Monteluna solo hay mujeres bellas. Me plantearé mudarme. Alex, Alexandra, supongo, exótico, especial, sexy y precioso. Tu nombre te describe a la perfección.

- ¿No te acabo de decir que es mi hermana?

Puma chasqueó la lengua y sonrió con sorna.

- Mira, niñato, no deberías ir por ahí diciéndole a la gente lo que tiene que hacer en su propia casa, ¿Capicci?

Antonella decidió hablar para romper el hielo, si esos idiotas seguían a así saldrían de El Garaje en una bolsa para cadáveres.

- Esos de ahí son Lucas y Abraham. Lucas es amigo de los chicos y el otro es un camarero, en verdad, es un accidente.

- Vale, vale, vale, recapitulemos: Helen tiene dos hijos a los que Rossi quería matar, Violeta y Max, Violeta tiene novio, H y H tiene una hermana guapísima que se llama Alex, todos ellos son amigos de Lucas y por último está Abraham, supongo que estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado, nosotros a eso lo llamamos ser un accidente. Y no sé que harán las Mujeres de la Baraja contigo pero en mi época a los accidentes nos los quitábamos rápido de encima.

Abraham tragó saliva y se atrevió a preguntar:

- ¿Qué quiere decir eso?

Chad le sonrió.

- Que a las veinticuatro horas estabas en una cuneta.

Abraham se quedó blanco como el papel y Chad Puma le revolvió el pelo:

- Tranquilo, chico, tienes suerte, los tiempos han cambiado, ¿verdad, Reinas? – El Puma sacó otro puro del bolsillo interno de su bata de leopardo, lo prendió y ofreció uno de sus brazos a Agnessa y el otro a Harakura. – Bueno, pero ahora vayamos dentro, quiero que me contéis qué ha pasado.

El volumen de la música hacía vibrar el suelo de mármol de la mansión y se oían risas de fondo.

- Chad, no nos habías dicho que estabas dando una fiesta, si quieres volvemos luego. –Dijo Helen educadamente.

- Tranquilas, chicas. No es una fiesta, es una pequeña reunión de... Amigos.

La fiesta era en el inmenso jardín y en parte de la playa. Treinta mujeres preciosas, latinas, africanas y europeas, rubias, morenas y pelirrojas, todas de menos de treinta años, modelos, actrices, artistas e incluso presentadoras de televisión disfrutaban de la fiesta en El Garaje. Algunas disfrutaban de un daiquiri tumbadas en tumbonas y hamacas, otras bailaban al ritmo de la música, muchas jugaban a volley playa desnudas en la gigantesca piscina y otras hacían topless en la orilla de arena negra de la playa. Todas ellas eran protegidas por diez de los hombres de Chad Puma, llevaban esmoquin, armas de largo alcance y gafas de sol de color negro, atendidas a la perfección por el servicio de catering y se divertían con la música que ponía el Dj, las pitonisas, las contorsionistas o intentaban imitar a las gogós que bailaban dentro de una jaula de purpurina dorada.

Abraham, Luc, Caleb y Max todavía no habían cerrado la boca a causa del asombro.

- Jo... Der. -Luc no sabía dónde mirar, no quería perderse nada.

- Siempre me he imaginado el Cielo como algo parecido. -Dijo Abraham.

Una chica con el pelo rojo, un trikini de color negro y  el cuerpo lleno de tatuajes se acercó a H y le ofreció una copa de champán. 

- Hola, cielo. -Saludó tendiéndole el vaso. Caleb aceptó con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro y mientras la joven se alejaba no pudo resistirse y le miró el trasero. 

- ''Hola, cielo'' -Dijo Violeta imitando a la chica. -Te he visto, idiota. -Y le dio una colleja a su novio.

Tu boca convocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora