XV

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- Marizza, Romina, dejarnos solos. -Marizza, una latina de diecinueve años, morena con la melena de color carbón de un largo interminable, las uñas afiladas de color blanco mate y un bikini minúsculo de color amarillo fluorescente, fumaba marihuana junto a Romina, una joven búlgara de veintiún años, con la piel increíblemente pálida, con el cabello corto y rubio. Las dos hacían toppless mientras fumaban, reían y charlaban. Chad Puma echó a las dos preciosas chicas de la terraza de su casa de la piscina para poder hablar en privado con sus invitados. Puma le propinó a Marizza una nalgada. -Pero no os valláis muy lejos, ¿eh? Dios, me vuelven loco las latinas, chicos. Pasad, poneos cómodos. -Cada uno de ellos se acomodó como pudo mientras él se sentaba detrás de su escritorio de caoba irlandesa, abría uno de los cajones y sacaba un habano. Lo colocó entre sus labios y raspando una cerilla en la pata de la mesa lo prendió. -Supongo que no habéis venido desde Monteluna a hacerme una mundana visita, ¿verdad? Me queréis, pero no tanto. Además, he oído por ahí lo que habéis hecho y no es por nada, preciosas, pero estáis de mierda hasta el cuello, a si que, supongo que queréis pedirme algo y la verdad, me da curiosidad el qué va a ser.

Helena habló:

- No se lo que habrá oído pero es cierto, estamos de mierda hasta las cejas y tenemos que irnos de aquí. Nos vamos a Italia, esperamos estar en el ferry esta noche y llegar a la villa pasado mañana...

- ¿Y?

Helena miró hacia abajo con vergüenza.

- La furgoneta.

-¿Qué le pasa a la furgoneta, Helen?

- Está destrozada, los hombres de Rossi la han dejado hecha un colador, el sistema informática está dañado, hay sangre, arañazos y rasguños por todas partes, una rueda está pinchada y bueno, la furgoneta estaba pensada para nosotras cuatro y ahora... -Miró hacia el grupo de jóvenes echándoles la culpa. -Ahora somos diez.

- Creo que tengo lo que buscáis.




Allí estaban, en aparcamiento de El Garaje.

- ¿Eso es un  57 SC Atlantic?- Abraham pasó el dedo por la carrocería del Bugatti.

- No se te ocurra volver a hacer eso o saldrás de este garaje sin una mano. -Chad Puma cogió del brazo al joven y la apretó con fuerza. -Escucharme, niños, se mira pero no se toca. Daros una vuelta mientras yo hablo con vuestras mamás, ¿de acuerdo? El que rompa, arañe o descascarille alguna de mis preciosiades saldrá manco de estas cuatro paredes, lo prometo.

Los chicos se dispersaron mientras las Mujeres de la Baraja y Chad Puma se adentraban en una sala totalmente secreta dentro del propio garaje.

Violeta y Caleb llegaron de la mano al pasillo de las motocicletas mientras Luc se entretenía con Max, Alex se detuvo en otro de los corredores:

- ¡Dios mío! ¡Es un Aston Martin! ¿Qué estoy diciendo? ¡Es el Aston Martin!

- ¿El qué? ¿De quién?

Alex se giró. Otra vez el pesado de Abraham...

- Un Aston Martin DB5, el coche de James Bond, 007. Menuda preciosidad, por las llantas parece original y si no es original es una réplica genialmente lograda...

- ¿Sabes lo sexy que es escuchar a una tía buena hablar de coches?

Alexandra puso los ojos en blanco:

- ¿Sabes que eres un retrógrada? 

- No sé que es eso pero me sigues poniendo a mil.

Abraham cogió a Alex del brazo y la giró, le juntó las dos manos y le agarró las muñecas mientras la apretaba contra el coche.

- Suéltame, Abraham. -Alex rió.

- No, no te voy a soltar. ¿No te encanta? Estamos en la mansión de un narco y voy a follarte en el capó del Aston Martin de James Bond.

La chica no pudo contener sus carcajadas.

- Chad Puma no es Pablo Escobar, idiota.

- Casi.

Abraham apartó el pelo a Alex de la cara y la besó con suavidad en la mejilla, la joven apartó la cara cuando el chico buscó sus labios.

- ¿No te apetece?

Bajó sus labios y la besó en el cuello, en la oreja y volvió a intentarlo con su boca.

- Para...

- No quieres que pare, no seas tonta, Alex. 

-¡Te he dicho que pares, Abraham! -La chica le empujó con rabia.

El se pasó la mano por la barbilla y echó todo el aire que había en sus pulmones.

- No me han rechazado nunca y tú no vas a ser la primera.

-La primera no, la primera fue Violeta y creo que mi hermano te dio una paliza treinta segundos más tarde, imagínate si se entera de que has intentado ponerme un dedo encima.

El chico enfureció. No conocía de nada a aquella guapísima adolescente pero lo único que sabía con seguridad era que cada segundo que pasaba con ella sin poder besarla se volvía cada vez más y más loco. Cogió a Alex salvajemente por la cintura con uno de sus musculosos brazos y sin ningún tipo de cuidado la subió encima del capó y comenzó a besarla en los labios mientras con una mano agarraba la parte de detrás de la melena de la chica, Alex le besó, seguramente estaba demasiado excitada como para pensar que no tenía que liarse con aquel cretino si no quería arrepentirse después. Pero no pudo evitarlo, sus ojos verdes la llamaban con deseo y sus preciosos labios actuaban de imán con los suyos.

- ¿Te gusta tu camiseta? -Susurró Abraham la oreja de la chica sin que esta dejara de besarle.

- Me encanta, ¿por qué?

El chico la miró con lujuria.

- Por que como no te la quites ya te la voy a arrancar.

Alex obedeció, se sacó la camiseta color rosa palo que llevaba y la tiró encima del coche, él bajó sus manos para desabrocharle el botón del pantalón vaquero:

- Me juego lo que quieras a que llevas un tanga rosa. - Intentó decir entre jadeos. Alex no le dejaba casi hablar, no quería perderse ninguno de sus besos.

- ¿Por qué no lo compruebas? -Dijo perversa. El chico se deshizo de la prenda y sonrió victorioso. -Lo sabía, te pega el rosa. Abrió las piernas de la chica, se agachó y bajó su cabeza. Alex chilló de placer y Abraham miró hacia arriba lascivamente, le divertía ver como Alex se retorcía de placer mientras él jugueteaba con su lengua.

- ¡Chicos, estáis ahí! ¿Qué hacéis? ¡Nos vamos ya! Harakura está súper enfadada, llevamos una hora buscándoos. - ¿Una hora? ¿Había pasado una hora? Les habían parecido minutos. Alex miró a Abraham con nerviosismo, saltó del salpicadero de coche, se subió la ropa interior con rapidez y terminó de vestirse, el chico se levantó del suelo de un salto y miró hacia otro lado intentando disimular.

- Genial, H, gracias. Ve yendo tú, ahora te alcanzaremos. - Caleb les miró con sospecha pero obedeció, puso los ojos en blanco, dio media vuelta y se fue con los demás.

- Casi nos pilla.

- Sí, habría sido muy incómodo. - Dijo el chico divertido.

Alex le miró con desprecio:

- Que quede claro, esto no va a volver a pasar.

Abraham cogió su sudadera del suelo, miró a la chica con sorna y contestó:

- Obviamente no va a volver a pasar. Ya te gustaría.



Tu boca convocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora