XIII

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- Prestarme atención todos un momento. - La japonesa carraspeó varias veces. - Creo que deberíamos comprar un par de cosas para el viaje, la comida que nos ha dado Wendoline no nos durará mucho más tiempo y obviamente no podemos estar sin comer hasta que lleguemos a Italia, tardaremos cuarenta y ocho horas en llegar, aproximadamente. La furgoneta está destrozada, hay que cambiar de vehículo y así les despistaremos. También compraremos ropa nueva y un par de maletas, ¿de acuerdo?- El ánimo de los adolescentes despertó en aquel momento, a lo mejor, ir de compras sería lo mejor, estaría bien hacer algo divertido aunque fuera con aquellas cuatro mujeres desconocidas... Al menos harían algo que les gustaba y se distraerían un poco.- De acuerdo, allí, Galerías Génesis, es un centro comercial bastante grande, pararemos.

Helen bostezó y dijo después:

- Antes, pasemos a visitar a Chad Puma. 

- ¿Chad Puma?  Tiene nombre de proxeneta. -Dijo Abraham después de reír su propia gracia. Antonella y Helena giraron sus rostros para clavar sus pupilas enfurecidas en el insolente joven.

- Valiente idiota. -Susurró Agnessa para sí misma.

- Escúchame, jovencito: Cuando estemos en El Garaje de Chad Puma no quiero que habléis ni que toquéis nada. No voy a consentir ninguna gilipollez, ¿lo has entendido? ¿Lo habéis entendido todos?

Los jóvenes afirmaron con desgana.

- Qué pasa, ¿nos pegará un tiro si no nos reímos de sus chistes sin gracia? Uh, ¡qué miedo! -Desafió en tono guasón el camarero.

Las Mujeres de la Baraja se miraron entre ellas y sonrieron. 

- Tú no hables, no digas nada. Pero si Chad Puma te cuenta un chiste... Tú ríete. 




- Está bien, ya estamos en El Garaje. -Dijo Harakura canturreando. 

- ¿Esto es El Garaje? Me cago en... 

- No sé por qué no me sorprende esa reacción.

El Garaje no hacía justicia a su nombre. El excéntrico y estrafalario cazarecompensas, Chad Puma, vivía en una mansión de dos plantas recreada en Bali, enormes ventanales, piscinas con agua azul cobalto, palmeras del desierto del Sahara, campo de golf y una falsa playa cuya orilla era de arena negra traída desde de las playas de Punaluu. 

La furgoneta estaba en las últimas pero hizo un esfuerzo para llegar hasta la barrera de seguridad. Harakura bajó la ventanilla con mucho esfuerzo y pulsó el pequeño botón rojo.

- Hola, nos gustaría ver a Chad Puma. Por favor.

Segundos después:

- El Señor Chad Puma está ocupado en este momento. -Respondió una voz joven y masculina.

- No, esto... Tenemos que verle, ahora. Somos viejas conocidas.

- ¿No me entiende? Le repito que no puede ver al Señor Puma. Está ocupado.

Harakura se puso un poco nerviosa.

- Soy Harakura Nayura. La Dama de Tréboles. Somos las Mujeres de la Baraja y queremos ver a Chad Puma. Ahora.

- ¡Eh, escúchame atentamente! Te he dicho que Puma no está, joder.

- ¿Qué coño haces? ¡Quita de aquí, puto inútil! ¡Estás despedido! Sé que le debía un favor a tu primo, Billy, pero me has fallado, no voy a consentir que trates así a mis cuatro chicas, ¿me oyes? -Se escuchó a Chad Puma regañar a Billy a través del interfono. - Hara, nena, ¿eres tú?

Harakura soltó una carcajada.

- Hola, Chad. Sí, somos nosotras queremos hablar contigo, ¿nos abres?

La verja crujió al abrirse.

La carretera de dos kilómetros hasta llegar a la puerta principal de la mansión estaba repleta de cámaras de vigilancia,  guardias de seguridad armados y otros de ellos con agresivos Dobermanns  atados con correas.

- ¿Dónde coño nos habéis traído? -Dijo H asombrado. -¿Este tío es un narco? 

Harakura aparcó la destartalada furgoneta en la entrada de gravilla color gris.

- Yo creo que sí, mirar qué casa y los perros y las armas...

- Seguro que es un chulo. Tiene nombre de proxeneta, os lo dije. 

Agnessa le lanzó un mirada fulminante y el joven tragó saliva.

- Callaos de una puta vez, no quiero oír más gilipolle...

- Tranquila, Reina. Son críos, les gusta cotillear.

Allí estaba, Chad Puma, uno de los mejores cazarecompensas de todos lo tiempos después de su padre Blade Puma y el padre de éste, su abuelo, el asombroso, el inigualable Teyton White Puma. Había heredado de ellos dos su inteligencia, su astucia, su tenacidad y su atractivo pero no su discreción o su profesionalidad. 

Chad Puma era un hombre insufriblemente sexy, su acento texano volvía locas a todas las mujeres, medía casi metro noventa y llevaba la barba bien peinada y afeitada, su pelo por el contrario, era semilargo, rubio ceniza y lo llevaba peinado con gomina y agua. Unas grandes gafas de sol cubrían sus intensos y atractivos ojos azules. Llevaba una bata de seda hasta los tobillos de estampado de leopardo cubriendo su cuerpo fibrado envuelto en aceite bronceador de coco y zanahoria y lo único que llevaba debajo de ese albornoz era un tanga de neopreno de color negro, minúsculo. Acababa de salir de la piscina y llevaba un puro en la boca.

- ¿A qué debo el honor de esta agradable visita? -Se sacó el puro de la boca e hizo una reverencia a las cuatro mujeres. - Las Mujeres de la Baraja, en mi casa. Me honra. -Torció la sonrisa y enseñó sus impecables dientes blancos. 

- El placer es nuestro, Puma, sabes que nos encanta verte. - Chad Puma se acercó a Antonella y se situó frente a ella, muy cerca.

- Antonella, Antonella... Estás preciosa. -Cogió la mano de la italiana y se la besó. -Como siempre. 

Antonella sonrió risueña. Cogió el puro de los labios de Chad Puma y le dio una calada.

- Cohiba Behike 54. -Dio otra calada más larga y echó el humo de manera sexy, elegante y atractiva. - Cubanos. Siempre has tenido buen gusto.

- Siempre he tenido bueno gusto, siempre me has gustado tú. -La miró de manera obscena  e hizo amago de morderle los labios mientras gruñía.

- Bueno, ¿no querrás que me ponga celosa, verdad? - Dijo Agnessa de forma coqueta.

Puma sonrió.

- Chicas, sabéis que os adoro a las cuatro y supongo que también sabréis que he recibido cientos de llamadas preguntando por vosotras. ¿Habéis sido malas? - Preguntó sugerente mientras se quitaba las gafas de sol.

Helena rió nerviosa.

- No, Puma, bueno, ha sido algo muy raro y muy rápido. Rossi quería matar a mis hijos y ...

- ¿Hijos? ¿Tienes más de uno? -Cuestionó divertido.

- Sí, bueno, tú y yo nos conocimos cuando estaba embarazada de Max, es este de aquí. -Helena agarró a Maximiliam del brazo y se lo presentó.

Chad Puma le miró de arriba a abajo.

- Es de Paul, ¿verdad? Eres la viva imagen de tu padre, hijo. 

- Yo no soy tu hijo. -Dijo el chico de forma descarada.

Alex, Caleb, Violeta, Abraham y Luc aguantaron la respiración. Max había contestado a Chad Puma, ¿qué pasaría ahora? ¿Le echarían a los perros? ¿Le darían una paliza?





Tu boca convocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora