Capitulo VIII.

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Llegamos al refugio aproximadamente al medio día, y yo tenia tanta calor que casi no podía respirar, estaba desesperada por salir del auto y cuando abrieron los portones para dejar pasar el auto me puse ansiosa.

— Tranquila, todos son muy agradables. — dijo David para que me relajara, yo le lance una mirada a Julian, quien estaba ya bajándose del auto.— Bueno, cuando los conoces mejor.— me encojo de hombros y le lanzo una mirada a la puerta para que se apresure a salir.
El nota mi mirada y finalmente sale, tomo a William de la mano y ambos salimos del auto.

— Estoy muy emocionado.— me aprieta un poco la mano y yo le muestro mi mejor sonrisa a pesar de que no estoy de muy buen humor.— ¿Habran muchos niños de mi edad?— y cuando estoy a punto de responder, David me interrumpe.

— Primero debemos ir con Claus para que los conozca, siganme.

— ¿Quien es Claus? — pregunto mientras lo sigo a través de una calle solitaria, pero extremadamente limpia, lo cual es extraño si estas acostumbrada a ver basura y cuerpos desintegrándose por doquier. Por la acera que vamos caminando hay muchas casas simples pero bonitas y en la otra acera hay un vasto campo que tiene desde maizales y trigo hasta unos cuantos arboles de frutas.

— Es uno de los que mantiene en pie este lugar.— entramos en una de las casas y el olor a galletas inundo mis fosas nasales, inmediatamente mi boca se hace agua y mi estomago ruge, ¿Cuando fue la ultima vez que probé algunas galletas recién horneadas?

— Huele delicioso.— murmura William.

— Vaya, gracias.— una mujer alta y delgada sale de una habitación que estoy casi segura que es la cocina, tiene el cabello castaño recogido en una apretada trenza compleja, su rostro es severo pero la sincera sonrisa que le muestra a William lo suaviza un poco, tiene un guante de cocina en una mano y sus ropas están llenas de harina.

— Tía, ¿Ya puedo probar las galletas?— una niña sale detrás de ella, con el mismo peinado que su tía y ropas incluso mas sucias de harina, una enorme sonrisa se planta en su rostro al vernos a nosotros.— ¡Que emoción, mas personas!— exclama juntando sus palmas con alegría y dando pequeños saltitos.

— En un momento, Sarah. Esperemos que se enfríen un poco, hemos escogido un momento perfecto para hornear, ¿No crees?— la pequeña Sarah asiente alegremente.— Bueno, seguro buscan a Claus.— dice mientras observa únicamente a David.— El esta en su despacho, cuando terminen ahí, pasen a vernos.— señala con un dedo la cocina.— apartaremos galletas para nuestros invitados.— termina de decir sonriente y se devuelve a la cocina.

— ¿De donde son? ¿Como nos encontraron? ¿Vienen mas con ustedes? — las preguntas salían a montón de la pequeña boca de Sarah.

— ¡Sarah!— un grito proveniente de la cocina.— ¡Ayudame con el jugo!— y al ser dicho esto la pequeña salio volando a la cocina, no pude evitar soltar una risita y David me miro complacido, rápidamente aclare mi garganta y me puse seria.

— Bueno, vayamos con ese tal Claus.— el asintió pero la sonrisa divertida de su rostro no se desvanecía.

Nos guió a través de la sala de estar de la casa y se detuvo frente a dos grandes puertas de madera, toco dos veces y mientras esperabamos una respuesta mire a mi al rededor, para ser una casa tan pequeña y simple por fuera, por dentro era todo lo contrario, era espaciosa y estaba bien decorada, dando la sensación de un verdadero hogar, no pude evitar soltar un suspiro lleno de nostalgia.

— ¿Te pasa algo?— me pregunta William mientras que por su joven rostro pasa la preocupación que siente por mi, así que le doy mi mejor sonrisa falsa.

— Son solo nervios.— el se relaja y me da una mirada de ›te entiendo‹.

Después de varios minutos de espera, David toca nuevamente.

— ¿Claus?— dice cuando toca ya por quinta vez.— Soy yo, David.

Nada.

— Tal vez debamos entrar.— sugiero pero David niega calmadamente con la cabeza.

— Claus se pone como loco si entran a su despacho sin su consentimiento.

— Como sea.— me encojo de hombros y me siento en uno de los sillones de la sala, William se pone a mi lado y me observa nervioso. — Tranquilo, no haré nada que haga que nos saquen de este lugar.— le digo para calmarlo y el me devuelve una sonrisa nerviosa.

— Esperen aquí, iré por Tití. — David se devolvió por donde veníamos y en menos de un minuto regreso con la mujer que estaba con Sarah horneando las galletas, así que su nombre era Tití. Extraño.

— Pero juraría que lo vi entrar a su despacho esta mañana.— Tití ya se había cambiado sus ropas llenas de harina por unas limpias, ambos se dirigieron directo a las dos puertas de madera y Tití toco fuertemente la puerta.— ¿Claus? Abre ya maldición.— al no obtener respuesta, la preocupación nublo su rostro.— Voy a entrar.— intento abrir las puertas pero estaban cerradas.— ¿Que demonios?— susurro mientras intentaba abrir, observe a David y su rostro también estaba lleno de preocupación, pasaba nerviosamente sus manos por su cabello rubio, despeinandolo.

—¿Que pasa?— pregunte alarmada.— David, ¡¿Que pasa?!— le grite mientras lo tomaba por los hombros para que me mirara.

— El no es así, Katia, nunca cierra esa puerta.— lo suelto y me encojo de hombros, todo ese nerviosismo porque un hombre tranco su despacho con llave.

— ¿Y que tiene? Tal vez fue a otro lado y quiso cerrar con seguro, tu mismo dijiste que el se ponía como loco si entraban sin su consentimiento. — el negó fervientemente con su cabeza.

— No entiendes nada.

— Derribaré la puerta.— Anuncio Tití mientras tomaba impulso, se veía que era una mujer fuerte pero no creo que ella pueda derrumbarla, rápidamente mire a David a ver si el estaba igual de loco que ella como para dejarla derrumbar la puerta, pero el se había apartado para darle espacio a Tití.

Oh si, el estaba igual de loco.

— ¿Estan locos?— les grite, y al terminar mi oración, Tití ya se había abalanzado contra las puertas, logrando abrirlas de par en par con un solo golpe.

Mi mandíbula cayo al suelo, pero reaccione al oírla gritar.

—¡Claus!— rápidamente se agacho junto a un cuerpo en el suelo, David y yo nos miramos el uno al otro, y corrimos a su lado.

El tal Claus era un hombre como de la edad de Julian, guapo y fornido, pero estaba excesivamente pálido. Instintivamente tome su muñeca, preparandome para lo peor, pero podía sentir un leve pulso y su pecho bajaba y subía con lentitud, se notaba que le costaba respirar.

— ¡Rapido David, busca al doctor Shibata!— David salio disparado de la habitación, dejándonos solas a mi y a Tití. Ella estaba claramente asustada mientras le susurraba palabras reconfortantes a Claus, esta situación me estaba recordando demasiado a una por la cual ya había pasado, así que me aleje lo mas que pude para alejar esos recuerdos, pero ni aunque cerrara con fuerza los ojos y respirara profundamente para calmarme, podía olvidarlos.

Mis padres.

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