Prólogo.

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El sueño que enlucielabisma.


Lo veía.

En mis sueños divisaba su vida, lo que hacía.

Lo que hizo...antes de haber decidido dejar de vivir. O eso creía yo.

Despertaba en un mundo diferente, esporádico, pero real, y veía las cosas con los ojos de otra persona.

Y el momento crecía cada vez más, en cuanto mi sueño se profundizaba, desaparecía de la realidad, y mi mente me atrapaba en un hechizo que se había hecho rutinario en las noches, cuando mis párpados decaian y se empedirnaban a tomar las riendas de despertar desde otra perspectiva.

Otra vida.

Podía caminar cuanto quisiera, pero nunca llegaría a un límite del que pudiera liberarme del sueño. Estaba perdida, otra vez.

Pero entonces esperaba cuánto fuera por su llegada, intrigada por conocer la verdadera razón de mi presencia ahí. Porque de alguna manera la sabia.

No podía concebir si se trataba de una realidad, que por más irreal que fuera, la certeza de que estaba ahi, en ese momento, parecía ser tan grande.

Porque es fácil tomar una decisión que al final no puedes presenciar.

Porque sencillamente no estás ahí.

Y esa persona, además de haber acabado con mis noches de sueños, había sentenciado su propio existir a mi merced.

Y yo no me detendría hasta encontrar su significado.

Entonces, yo clavaba la mirada enfrente nuevamente y me sumergia en las arenas de mis sueños dejándome ir sobre todo, sobre mis franquicias e inseguridades, mis pesadillas y decisiones.

Sobre la vida de él.

Aproximandome a una realidad incierta como cada noche transcurrída.

Otra vez.


Porque la única diferencia que puede existir entre la realidad y los sueños, es que en ella soñamos despiertos.



La realidad de mis sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora