Pesadillas

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Me encontraba en lo profundo de un bosque. Llevaba puesto un vestido azul de seda. Me sentía desorientada, perdida. Lo único que veía eran árboles. No cambiaba nada, todo era igual. Parecía como si no me estuviera moviendo pero... ¿lo estaba? Tropecé con la raíz de un árbol. Caí al suelo. Al levantar la cara vi una sombra parada frente a mí con los ojos rojos, hambrientos. En un instante ya estaba contra un árbol. La sombra se abalanzó sobre mí. Sentí un calor excesivo, seguido de un dolor inmenso. Un grito salió de lo más profundo de mi garganta. Un grito fuerte y desgarrador...

—¡Elizabeth, despierta!
—¡AAAHHH! —desperté gritando.
—¿Qué pasa Beth, por qué gritabas? —dijo exhaltada.
—Creo... que... tuve una... pesadilla —seguía agitada.
—Estás sudando Beth.
Mi madre quitó el sudor de mi frente.
—Necesito... aire...
Me dirigí a la ventana.
—¿Hija, quieres que hablemos sobre el sueño?
Estaba preocupada.
—No... no te preocupes... estoy bien...
—¿Segura que no fue otra cosa?
Tocó mi frente.
—Sólo fue... un mal sueño mamá...
—¿Quieres que me quede contigo un rato más?
—No mamá... ve a dormir... gracias...
—Está bien, te amo Beth.
Besó mi frente.
—Descansa mamá...
Mi madre salió de mi cuarto. Cerré la ventana y me acosté de nuevo.

¿Porqué soñé eso, qué significa? Nunca en mi vida lo había soñado, o al menos no que yo recuerde. ¿Qué era esa sombra de ojos rojos, qué hacía yo en el bosque? Aquí en Florida no hay bosques... ¿o sí?
Ni siquiera tengo un vestido así. Eran tantas mis preguntas pero ninguna de tenía respuesta. Todo era ilógico.

Cuando desperté de nuevo, las cortinas de mi cuarto estaban abiertas, la ventana también. Me asusté porque yo recordaba haber cerrado todo antes de acostarme. Me acerqué cuidadosamente al balcón, me encandilaba la luz pero al acercarme lo suficiente, pude ver que en la mesita había un plato con comida, fruta fresca y un vaso de jugo de naranja.
Regresé a mi cuarto y me puse los lentes de sol, estilo ray-ban, rojos. No podía dejar de pensar en esa pesadilla tan extraña...

Al terminar de desayunar, me quedé observando los árboles en su extenso y bello jardín, algún día saldré a leer en la rama de uno de esos árboles...
Tocaron a mi puerta:

—Adelante.
No despegue mi vista del jardín.
—Señorita Elizabeth Buenos días, ¿Cómo amaneció hoy? —dijo cordialmente.
—Buenos días Karen muy bien, ¿Y tú?
No voltee a verla.
—Muy bien. Gracias por preguntar señorita Elizabeth—. dijo rápidamente —¿Puedo retirarlos platos?
—Claro Karen y, por favor... háblame de tú, si no es mucho pedir.
Volteé a verla un instante. Ella sólo asintió, retiró los platos y se despidió de mi al salir.

Preparé mi ropa para bañarme... saqué mis jeans favoritos y una blusa azul de manga corta que me había comprado mi madre.
Al entrar al baño —como lo suponía— era enorme, elegante, relucía de limpio. Tenía un espejo gigante, una bañera que parecía jacuzzi. En pocas palabras mi sueño hecho realidad... baño propio, regadera amplia. ¡Qué gozada!

~Tres días después~
Hoy lavé mi cabello con mi shampoo favorito, de olor a rosas... Me puse el cambio de ropa que traje al baño, encendí el secador de cabello y me lo cepille. Bajé las escaleras para buscar a mi madre.

—Buenos días Beth, ¿Cómo amaneciste?
—Buenos días mamá, ¿Muy bien, y tú?
—Muy bien también. Hija, habló tu padre hoy temprano en la mañana.
Estaba leyendo una revista en la sala.
—¡¿De verdad?! ¿otra vez? Hace 3 días hablo y tampoco me lo pasaste. ¿Qué dijo? Me hubieras despertado mamá —. dije emocionada.
—Te mandó saludos y un beso enorme.
Seguía leyendo.
—Pues me hubieras despertado, tenía muchas ganas de hablar con él —. dije sentandome en el sillón.
—¡¿Y soportar tú genio por haberte despertado?! No gracias.
Mi madre se río a carcajadas.
—Ha.. ha. Que chistosa mamá...
Me eché en el sofá. Mi madre soltó otra risotada.
—¿Ya desayunaste Beth? —. dijo sin voltear a verme.
—Sí, Karen me llevó la comida al cuarto otra vez. Desde que llegamos hace eso.
Me giré para quedar con los pies en el respaldo del sillón y la cabeza colgando. De cabeza, pues.
—¿Karen? ¿Cómo sabes que se llama Karen, Hija?
Me volteo a ver.
—Siéntate bien Elizabeth, se te va a ir la sangre a la cabeza —. dijo lanzandome un cojin.
—¡Ay mamá, así estoy agusto! Pues... la verdad no sé... Sólo supe que ese era su nombre.
¿Cómo supe...?
Mi madre se llevó la mano a su barbilla.
—Que raro...
Se rascó la barbilla. Cerró la revista.
—¿Qué pasa mamá?
—¿Cómo supiste su nombre si nunca le has escuchado nombrar?
—Desde pequeña le he dicho Karen mamá. Tal vez ella me dijo su nombre.
—Lo dudo. En fin... ¿que vas a hacer hoy hija?
Mi madre abrió de nuevo su revista.
—No sé. Tal vez dar un paseo en...
¡Mierda..!
—¿Dar un paseo en qué, hija?
Seguía embelesada en su revista. Me senté correctamente de golpe en el sillón, sonando estrepitosamente las palmas de la mano en mis rodillas.
—¡¡MAMÁ, OLVIDAMOS A BATMAN EN SEATTLE!! —. Grité.
—Olvidamos a Batman en... ¡¡OLVIDAMOS A BATMAN EN SEATTLE!!
Mi madre se llevó ambas manos a la boca en señal de sorpresa.
—No puede ser mamá... con razón tenía ese sentimiento de haber olvidado algo...
—Eso explica por qué tu padre preguntó que cuando llegaba el camión de mudanza...
—Mamá... ¿que voy a hacer? Sabes que Batman es todo para mí...

The Start Of My Vampire Life ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora