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2: Trabajo



Yuichiro había finalizado de almorzar cuando se percató que la luz de su móvil no dejaba de parpadear. Él deslizó su dedo por los dígitos que marcarían su contraseña y se llevó con la sorpresa que su cliente había mandado un par de mensajes.

Buenas tardes, Yuichiro. Momotaro se veía muy contento cuando llegué a casa. Muchas gracias. ¿Crees poder cuidar de él por hoy? Llegaré un poco más tarde de lo usual. La grabadora ya funciona. Gracias de ante mano.

Por un momento, consideró a negarse porque deseaba ir a ver una película de estreno. Había conseguido la mitad de su sueldo en tan solo un día. Y todo el monto prometido fue depositado antes de la medianoche. Otro par de monedas no le vendría mal para poder engreírse durante el fin de semana. Rápidamente, le respondió.

¿A qué hora estaría bien?

Justo cuando iba a apretar el botón para regresar, la respuesta había llegado.

Buenas tardes, Yuichiro. Muchas gracias. 6PM sería una hora ideal y le das de comer una hora después. Te puedes retirar a las nueve si no es mucha molestia.

Bien. Ahí estaré.

Tan puntual como un enamorado, Yuichiro llegó al departamento y se encargó de jugar con el cachorro. Ambos se divirtieron, rodando por la alfombra y vieron una serie en el televisor. A la hora de darle de comer, se acordó de su cliente y fue directo a la grabadora. En un lapso mental, machucó el botón erróneo. En menos de un par de segundos toda la grabación había sido borrada.

—¡Mierda! —chilló, apretujando todos los botones—. ¿Qué demonios haré?

Avergonzado, le mandó otro mensaje.

Tuve un pequeño problema, señor cliente.

Buenas noches, Yuichiro. ¿Con Momotaro? ¿Momotaro está bien? ¡Qué sucedió!

Él sabía que era una situación complicada y de seguro el dueño estaba entrando en pánico. Sin embargo, le resultaba gracioso que fuese tan formal para luego desesperarse en la mitad de su mensaje. Era algo muy inusual y tierno porque le ponía todos los signos de exclamación y puntos a comparación de sus amigos. Su cliente debe ser un hombre mayor.

No. Bueno, algo así. Borré la grabación de equivocación.

No hubo respuesta.

¿Señor cliente? Entiendo si desea despedirme.

Pasaron más de treinta minutos y Yuichiro no paraba de dar vueltas por toda la cocina, deseando que el aquel individuo no llegase a casa para darle una patada en el rabo. Luego de un tiempo indefinido, la vibración de su teléfono hizo que su alma vuelva a su cuerpo.

Buenas noches, Yuichiro. Descuida. Estaba ocupado. Tu mensaje me dio un poco de risa. Me sentí tonto al pensar que había ocurrido algo muy grave. Descuida, no pienso despedirte por eso. A decir verdad, necesitaba de tu apoyo por esta semana. ¿Estarás disponible?

Aliviado, no dudo en pensarlo y envió su respuesta. Estaría ganando el sueldo de tres meses y medio en tan pocos días. Todo ese dinero lo ahorraría para continuar con sus estudios. Eran las mejores noticias de su vida y todo gracias a uno de sus amigos. Aquel contacto fue una salvación milagrosa.

Claro. ¿Misma hora?

Muchas gracias, Yuichiro. Sí.

Era dinero fácil. Y todo por cuidar a su mascota. Puede que el señor tenga un trabajo muy importante o sea de una familia de ricachones. Él había tratado de sacar más información de su cliente por medio de un compañero de la oficina, pero no pudo conseguir ni una sola pista. Solo era un hombre que necesitaba que alguien tuviese la amabilidad de cuidar al perrito que acababa de rescatar de la calle. Y cuando Yuichiro levantó la mirada, era cierto. El cachorro estaba comenzando a recuperarse.

Entre huesos y pulgasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora