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13: Amor


La puerta del baño fue golpeada con su fornida espalda. Yuichiro soltó un gruñido que solo se intensificó con los ladridos de Momotaro.

El equipaje estaba tirado al igual que el saco de Mikaela. Sus prendas se caían mientras iban besuqueandose con tanta pasión. Al llegar a la habitación, la toalla de Yuichiro cayó al piso y expusó una creciente erección.

Mikaela no perdió tiempo y lo empujó sobre el catre, lamiendose los labios seductoramente. Con un ágil movimiento de manos, su cinturón y prendas inferiores llegaron al pie de la cama. Los besos y caricias se intensificaron y gruesss gotas de sudor emanaban de sus candentes cuerpos. Con lujuria y una descomunal falta de control, Mikaela tiró de los negros cabellos de su amante y le chuponeo el cuello, dejando vivos parches de piel por Yuichiro. Mordidas y lamidas lo excitaban cada vez más.

Sin perder más tiempo, Mikaela lo colocó en posición e insertó una gran cantidad de saliva dentro del recto de Yuichiro y lo expandió sin poder esperar más tiempo. La longitud ingresó con mucha dificultad, pues su amante no paraba de lloriquear. Chillaba su nombre a todo pulmón y con cada embestida parecía perder el aliento.

Una y otra vez.

Sus fluidos se mezclaban junto con el sudor y el fino hilo de sangre. Mikaela movía sus caderas mientras disfrutaba de la vista. Sus manos se pasearon por su espalda y se deslizaron hasta sus tetillas, torciendolas. Yuichiro solo repetía su nombre una y otra vez hasta que Mikaela terminó dentro de él.

Había sido una muy bien necesitada tarde de amor. Al colpasar sobre el otro, Yuichiro se acurrucó con Mikaela. No podía creer que él haya venido desde tan lejos para quedarse.

—Mikaela —murmuró agotado bajo las sábanas—. No puedo creer que seas tú.

Momotaro corrió a sus pies y se hizo una bolita, descansando plácidamente.

Él lo besó en la frente.

—Eres un tonto. Te llamé tantas veces en el aeropuerto. Quería que te quedarás. Quería besarte, pero al verte retroceder, dudé...

Yuichiro se sonrojó.

—Pensé que me ibas a rechazar.

—No. Te dije que me gusta tu voz —Él hizo una pausa y comenzó a reírse—. Pero tengo que admitir que ahora amo tus gemidos.

—¡Oye!

Mikaela solo empezó a reírse y apachurró a Yuichiro con todo su corazón. Después de todo, había venido para quedarse cuando su empresa abrió otra oficina inmobiliaria en aquella región. Tenía tanto que contarle a Yuichiro. Pero esas historias lo dejará para después. En especial el anillo que traía en la maleta.

De un último suspiro ambos se quedaron dormidos al igual que Momotaro.

Fin.

Entre huesos y pulgasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora