Capítulo 8 La memoria de Ryddle

135 14 2
                                    


-Estamos en el despacho de Dumbledore –dije después de asegurarme que Harry estaba junto a mí.

Así era. El diario nos había absorbido y transportado hasta la sala circular donde dormían los retratos de antiguos directores.

-Pero ese no es Dumbledore –puntualizó mi primo cuando se fijó detenidamente en el hombre que estaba tras el escritorio.

Era cierto. Estábamos ante un mago con muchas arrugas y calvo que leía una carta a la luz de las velas. Harry se disculpó por nuestra interrupción pero aquel hombre no levantó la vista del papel. A pesar de nuestras insistencias el anciano mago parecía no percatarse de nuestra presencia. Entonces me di cuenta. Nos encontrábamos en el pasado. El diario nos había llevado a un tiempo anterior, por eso aquel hombre no podía vernos.

-Harry no puede vernos –comenté mientras el anciano caminaba por delante nuestra –Estamos en el pasado... debe de ser el director de entonces.

De repente alguien llamó a la puerta y cuando recibió autorización, apareció la figura de un joven, algo mayor que nosotros con su insignia de prefecto reluciente sobre su túnica.

Era Tom Ryddle, el propietario del diario. Tuvo una larga conversación con el director sobre los ataques que se habían producido y la muerte de una joven que provocaría el cierre total de la escuela. Ryddle parecía muy preocupado. Era huérfano y no quería volver al orfanato. Lo comprendía. Tampoco yo quería volver a mi casa, sentía que Hogwarts era mi verdadero hogar y por el rostro de Harry deduje que también él sentía compasión por aquel muchacho.

Cuando terminaron de conversar, Ryddle salió del despacho con prisa. Parecía que tenía algo muy importante que hacer. Harry y yo seguimos sus pasos. Todo el castillo desprendía un ambiente de tristeza y soledad. Los pasillos estaban vacíos, parecían totalmente abandonados, hasta que de pronto en el vestíbulo escuchamos una voz que tanto a Harry como a mí nos era muy conocida. Se trataba de Dumbledore cincuenta años más joven. Sus aún eran castaños al igual que su barba. Me resultaba muy extraño verlo con ese aspecto.

-¿Qué hace por aquí tan tarde, Tom?

Por un momento el chico al que seguíamos parecía nervioso. Su actitud de tranquilidad se había desvanecido al vislumbrar la figura de nuestro director. Dumbledore le había dado la orden de volver a su casa, sin embargo Ryddle permaneció estático hasta que su profesor desapareció. Tras eso, se adentró en las mazmorras donde Harry y yo estuvimos esperando un buen rato sin que nada ocurriese, pero de repente, Ryddle caminó de nuevo y dobló una esquina para sorprender a un muchacho.

-¡Es Hagrid!

Miré a Harry que parecía tan confundido como yo. Jamás hubiéramos pensado que Hagrid fuera el causante de la apertura de la Cámara de los Secretos. Todo aquello lo consideraba muy raro. Conocía a Hagrid, no tanto como mi primo, pero sabía que no sería capaz de hacer daño a nadie. En toda esa historia había algo que no encajaba. Quería saber más. Conocer que pasó después de que Ryddle lo delatara por mantener en el castillo a una araña gigante, sin embargo todo comenzó a dar vueltas de nuevo. Las memorias de Ryddle habían terminado para nosotros.

Estábamos de nuevo en el aula vacía frente al diario que yacía sobre la mesa.

-Ya lo sabemos. Fue Hagrid. Hagrid abrió la Cámara de los Secretos hace cincuenta años.

-¿Enserio crees eso, Harry? –le pregunté para intentar que lo pensara detenidamente –Hagrid no sería capaz de hacer daño...

-Le gustan los monstruos, Tessa... seguro que no lo hizo queriendo, tal vez pensó dejarlo en libertad pero todo se complicó.

Theresa Dursley y la cámara secreta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora