¿De mí? ¿Qué querían? Me matarían y usarían mi cuerpo para la ciencia, seguro.
-No pongas esa cara de lechuga muerta, preciosa. -me dijo Kah. - No te vamos a comer, o por lo menos Abra y yo no.
Sé que sólo intentaba ser amable, pero no pude evitarlo: me imaginé en un plato y todos comiéndome y despedazándome.
-Cállate, Kah.
-Oh, siempre tan amable, Abra.
-Si es que yo no tengo dos compañeros, tengo dos niños pequeños. -Dijo Gre mientras agachaba la cabeza y se frotaba la frente. -Bueno, Ariel, ¿cómo empezar? Sí, claro. Lo primero es aclarar que no nos comemos a nadie. Lo segundo, perdón por los problemas que te hemos causado. Y tercero, te necesitamos, Ariel, eres más importante de lo que crees.
"¿Yo? -pensaba- No soy nadie, dejadme tranquila, por favor."
-Ariel, eres un ángel puro, pero ignoro si sabes como te "crearon"
-No, no lo sé. Mi padre decía que eso era una estupidez y nunca me lo contó.
-Tu padre es estúpido. -dijo Kah.
-Era. -añadí con un tono seco.
Se produjo un silencio que bien se pudo cortar con un cuchillo. Abra y Gre miraban a Kah, mientras yo observaba el suelo.
-Esto...Yo...Lo-lo siento.
-No pasa nada, está olvidado. -"Está vivo en mi memoria" pensé.
A continuación, Gre me explicó la historia. Se resume en un Dios que creó a los ángeles puros (como yo) y otro Dios (digamos que era el hermano del primero) que quería crear una raza única en la Tierra, los ángeles negros. El primer Dios desterró al segundo al Submundo. Se dice que está repleto de ángeles negros, pero nadie ha visto a ninguno. La leyenda dice que para invocar a Kármeron (el segundo Dios) hace falta la pluma de un ángel puro y otra de un ángel negro. Las plumas se deben depositar en la puerta al Submundo, pero nadie sabe dónde está exactamente esa puerta.
-¿Y yo soy importante porque...?
-Venga Ariel, no te hagas la tonta, lo sabes de sobra. -Me contestó Abra.
Quizás lo sabía, pero no quería admitirlo. Reconocer mi parte en esta historia sería admitir y recordar aquello que llevaba años intentando olvidar: las muertes de mis padres.-Sabemos que alguien quiere traer a este mundo a Kármeron, Ariel. –me dijo Kah en un tono más serio del que me habría gustado.
Si alguien quería hacerlo, necesitaba una pluma de ángel puro, lo que significaba que tenía un solo objetivo: yo.
-Vaya, parece que ‘alitas’ por fin se ha dado cuenta.-dijo Kah.
Era cierto, me había dado cuenta. Mi destino ya estaba escrito. Estaba tan preocupada en mis pensamientos que no me di cuenta de que me había llamado ‘alitas’.
Estaba claro que una persona desconocida me buscaba, vale. ¿Sería alguna de esas personas que quisieron que me tirara por un precipicio? ¿Estaría mi vida en grave peligro? ¿Era todo una broma pesada para un programa de televisión. Ojalá, pero no. La amenaza era real. Alguien posiblemente me vigilaba, observaba y buscaba.
-¿Y qué queréis hacer? –pregunté.
-Sabemos que ese tipo no actúa solo. Nuestro principal objetivo es protegerte, Ariel. Pero no podemos hacer todo el trabajo. Ahora que te lo hemos contado, sabrás que estarás las veinticuatro horas del día expuesta a peligros. No te podemos proteger siempre, tienes que aprender tú sola.
-Pero...
-No hay ninguna excusa que valga. Te entrenaremos. Sabemos que ya sabes algo, pero aumentaremos tus conocimientos.
-Yo mismo me preocuparé de tu entrenamiento, ‘alitas’.-dijo Kah.
Me enfadé y busque el camino de regreso a mi habitación.
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Bellas Alas
FantasyA veces es mejor ocultarse. Otras, es preferible dar la cara. El destino es tu peor enemigo. Ariel sabía perfectamente quien era, no cómo esas niñas estúpidas de los libros de fantasía que no se daban cuenta de su potencial hasta que un niñato guapo...