Prólogo

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Me encontraba en el suelo, agarrotado, sin aliento alguno. Aparté la vista para ver a mis compañeros, ellos se encontraban en la misma situación que yo. Pues ninguno podía más. Ese monstruo era invencible. Yamata, la hidra de ocho cabezas y ocho colas. Cada cabeza realizaba una función diferente. La cabeza principal escupía fuego, otra agua, la otra congelaba, otra te convertía en piedra si la mirabas a los ojos, otra escupía acido, la otra te electrocutaba si te acercabas demasiado, otra lanzaba un rayo destructor y por último, otra podía formar un escudo entorno al monstruo. Se trataba de la hidra más poderosa que jamás había visto. Sorato me miraba frunciendo el ceño. De repente, la hidra alzo una de sus cabezas y Sorato no tuvo más remedio que defenderse, su escudo no era precisamente el más resistente. Así que le llego algo de ácido en la cara.

Me levante. No podía soportar estar mirando mientras todos mis compañeros luchaban para proteger la ciudad. La hidra nos miraba. Cerré el puño. Me puse en posición Kumite y entonces alce mi mano con dos dedos. La hidra respondió a esa posición y entonces abrió la boca para que me preparara para mi próxima calcinación. Sorato estaba detrás de mí. Él lo sabía. Y yo sabía que la hidra no lo sabía. Lanzo su fuego contra mí. Y yo levante mi escudo de hielo. La hidra enseguida dejo de escupir su fuego. Pues se había dado cuenta. Mi defensa era imposible de romper. Seguidamente, Sorato apareció por encima de mí y cortó la cabeza de la hidra con su feroz garra. A diferencia de mí, su ataque era mucho más feroz.

No se lo tomo demasiado bien esa hidra. Los demás notaron que las otras cabezas se habían fijado en nosotros. Ahora éramos su atención. Por suerte para nosotros, le habíamos cortado hace tiempo la cabeza que nos convertía en piedra y ahora, nada nos podría detener. Aimi, se giró para nosotros, nos gritó que nos apartáramos. Y así lo hicimos. Sacó de su bandolera su libro y pronunciando unas palabras lanzo un rayo luminiscente que cegó la hidra. La hidra rugía como nunca. Parecía haberse enfurecido mucho con nosotros. La punta de sus colas empezó a brillar al igual que sus escamas. El Maestro nos apartó del camino.

-Rápido, apartaos ahora que no puede ver – gritó el viejo advirtiéndonos de algo.

Las colas de la hidra se juntaron todas en una dejando un agujero en medio donde un enorme rayo fue lanzado hacia nosotros. El rayo se llevó gran parte del suelo, degradando la superficie y a dos de los nuestros. Sus cadáveres yacían en medio de todo ese degrado. El Maestro los contemplo. No soportaba las muertes de sus compañeros. Ciertamente, nadie lo soportaba. Sorato dio un paso al frente enfurecido, miró a la hidra ciega y le lanzó uno de sus distinguidos rayos en una de las cabezas. La hidra escupía acido hacia todo aquello que pudiera. Invoque mi escudo. Pero fue demasiado tarde, ya que a algunos ya les había rozado el ácido. Todos invocaron sus armas o lo primero que se les ocurriera para poder defenderse. Pero la hidra se iba regenerando poco a poco. A la vez que nosotros perdíamos uno más, ella ganaba una cabeza de las cortadas. Sin contar el escudo que poseía para aquellos ataques poderosos que percibía. Era una lucha de locos. Sin embargo, ninguno de los presentes lo dejó. Teniendo en cuenta que Shun y Aki estaban de viaje, nos las estábamos apañando bastante bien. Pero el Maestro se encontraba en las últimas después de haber luchado contra el demonio Jaru. Por eso no podíamos contar con la fuerza de las camaradas más fuertes. Pero Sorato y yo sabíamos que podíamos con esa hidra, no era más que otro de los muchos monstruos que habíamos matado.

Sorato me miró. Supe que esa era la llamada de otro ataque combinado. Sin pensármelo ni una sola vez, atraje la atención de la hidra. Ella nos lanzó un buen chorro de agua directos a la cara. Aprovechando la ocasión, la conduje hacia Sorato, quien provoco tal torbellino con el agua que dejó a la hidra fuera de su posición y la hizo retroceder. Pero, su cola, pedía otro de su ataque más poderoso. Y al mismo tiempo, recuperó uno de sus ojos.

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