MAJISHAN

Capítulo 1

Hacía una mañana increíble. Pero en la cama se estaba tan a gusto que no me moví ni un solo milímetro al ver que el sol ya había salido. Por cierto, mi nombre es Tetsu Kaynilatuy y tengo dieciséis años. Soy algo diferente de un humano, realmente, soy muy diferente a ellos. Aunque de apariencia física nos parezcamos demasiado, nosotros en realidad no estamos hechos de carne y hueso. A diferencia de los humanos, nuestros cuerpos son una ilusión, es decir, en verdad nosotros simplemente somos magia. Nos hacemos llamar Majishan. Para manifestarnos, nos damos esta forma que tenemos. Realmente, dar forma es la magia más sencilla de todas y todos los Majishan pueden hacerlo, o deberían. Sin embargo, hay algunos que no pueden y aquellos son los que se los conocen como Desertores. Abandonan toda razón en su cuerpo y se embargan en su más dura amargura esperando que alguien muera para poder utilizar su cuerpo, o en el peor de los casos, lo roban.

En cualquier caso, me desperté sobre las diez de la mañana porque el sol me había desvelado de mi profundo sueño. Así que solo levantarme ya me puse en pie para preparar el desayuno del buen día. Los Majishan, al igual que los humanos, pueden comer comida humana, sin embargo hay ciertas clases de colorantes y alimentos que no pueden tomar porque dañarían su compuesto químico. Ciertamente, los antiguos Majishan, solo comían todo lo que ellos mismos podían preparar, solo que ahora mismo, en pleno siglo XXI es difícil cultivar como antes y preparar comidas hechas por la propia magia Majishan. Aun así, algunos magos alejados de la población, consiguen ese alimento a través de conjuros ancestros que ningún otro mago conoce o se acuerda. 

Mi apartamento se sitúa cerca del monte Higashiyama, que básicamente da el nombre al distrito donde vivo: Higashiyama-ku, en Kioto. Me encantaba mucho ese lugar porque había mucha gente de la tercera edad, y nadie sospechaba de mí ya que la mayoría ni siquiera se acordarán de sus propios nombres. Tenía por costumbre ir a visitar cada domingo el santuario Kiyomizu-dera, su aura me hacía sentir mejor, sin embargo yo no era de ahí. Originalmente, nací en Hokkaido.

Dejando a un lado mi pasado, después de comerme unas buenas tortas y un donut de desayuno, cogí mi abrigo y me dispuse a salir de casa. No hacía mucho frio en la calle, pero me encantaba tener puesto mi abrigo blanco. De ese modo, me dirigí hacia el lugar de reunión que utilizábamos. Seguramente, os pensaríais que sería algún especie de castillo encantado donde todo lo que habría sería un nuevo mundo para vosotros, pero... en realidad era una pastelería que estaba situada en el distrito de Kita, en el centro de la ciudad. Ese lugar estaba lleno de gente, pero la pastelería era muy buena tapadera para poder organizar-nos. Además, Aimi y Kazumi trabajan muy bien en ella. Cuando llegue debían de ser las once pasadas. La pastelería estaba cerrada. Me quede mirándola en medio de la calle. Después de reflexionar durante tres segundos, grité por mí mismo: « ¿¿¡¡Qué!!?? ». ¡Me habían dejado fuera de la reunión!

Normalmente, que estuviera cerrada significaba que teníamos alguna especie de reunión, y esta vez... me habían dejado a mí afuera. Por suerte para mí, tenía algunos truncos en la manga antes de quedarme sin reunión, así que utilice mi conocimiento como Majishan y... probé de utilizar la puerta trasera. ¡Eureka! La puerta trasera resultaba abierta, así que entre por ella y baje por las escaleras. Todos estaban reunidos en la mesa redonda. Realmente, no se alegraron mucho en verme a esas horas, así que nadie me dijo un hola gustosamente.

- ¿¡Dónde diablos te habías metido Tetsu!? – gritó enfurecido el Maestro.

- Seguro que estaría ligando con alguna, ¿verdad? – bromeó Taishi.

- ¿Qué? No, no, simplemente me he tomado mi tiempo... durmiendo – dije avergonzado yo, todo el mundo empezó a reírse menos el Maestro.

- Así que durmiendo, ¿eh? – dijo cabreado el Maestro – pues ahora te tocara hacer la tarea que tenía encomendada para otro.