–¡No vayas a caerte!
Payton no contesta, pero claramente puede oír las palabras de su marido. No puede evitar sonreír, le gusta que él se preocupe por ella.
Mientras Ethan la mira subir, su mente está perdida. Sólo puede tener clavado ese beso que ella le ha dado. Y que él, obviamente, no ha correspondido.
¿Cómo podría si quiera corresponderle un beso si jamás en su vida ha sentido nada por ella? A penas asimila la idea de estar casado con esa mujer.
Ella sólo había sonreído y al siguiente segundo tenía sus labios sobre los suyos. Sin moverlos, y con los ojos cerrados, porque él tenía los ojos tan abiertos que pudo ver cada facción de su rostro en el momento.
No supo qué hacer, tampoco cómo reaccionar.
Luego ella sólo se dio media vuelta y se acercó a la pared para volver a escalar hacia la ventana abierta que él, momentos antes, se había propuesto llegar. Antes de caer, por supuesto.
Ella escala con una facilidad que a él le parece extraña, dado que no se nota que ella haga ejercicio, aunque se le complica debido a la lluvia.
Un movimiento y el pie de Payton resbala. Ethan sintió que el alma se le vino al suelo.
–¡Payton baja inmediatamente de ahí! –grita– ¡vas a hacerte daño!
Ella sonríe y vuelve a la posición en la que estaba antes de resbalar.
–¡Estoy bien! ¡No te preocupes!
Debo preocuparme, tu padre me mataría si algo malo te sucede.
Se distrae en su propio mundo, baja la vista al suelo, para que la lluvia no le dé en la cara. Tiene tantas cosas en qué pensar, su vida está tan desordenada y a penas hace un día cambió. Está casado con una mujer que no ama, está de luna de miel con ella y el beso que le había dado, también ocupa un lugar en su mente. Tal vez ella esperaba algo mejor, que él abriera levemente su boca y profundizara el beso, que la acercara más a su anatomía y que colocara su mano en la parte baja de su espalda. Incluso que hiciera caricias en esa zona. Pero nada de eso pasó. Ni siquiera movió los labios para fingir que le correspondía.
Ethan ni siquiera se da cuenta cuando Payton finalmente llega a la ventana. Y mucho menos cuando ella se adentra a la casa. Sólo se entera de esas acciones cuando ella baja a la primera planta y le abre la puerta.
–Entra, cariño –sonríe–, así podemos calentarnos un poco.
Él le hace caso. No porque le dijera cariño, si no porque solamente no quiere estar afuera con tanta agua cayendo del cielo.
La casa es muy acogedora, con una sala enorme y bonita. Pasillos largos y unas escaleras casi al fondo. Realmente espaciosa. Diferentes cuadros de paisajes cuelgan de las paredes, también de grandes monumentos del mundo: la torre Eiffel, el Big Ben, la Estatua de la Libertad, el Ángel de la independencia, el Coliseo Romano, entre otros.
–Me encanta –dice Payton–. Es hermosa.
Ethan asiente.
Payton observa el lugar, localiza una chimenea y al lado algunos pedazos de madera. Camina hacia ellos y comienza a acomodarlos en la chimenea.
–¿Tienes cerillos? –le pregunta.
–¿Crees qué soy fumador? –pregunta Ethan a la defensiva.
–No –le tiembla la voz–, pero te he visto fumar.
Ethan rueda los ojos. Saca un encendedor de su bolsillo y lo deja bruscamente al lado de ella.
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Payton
RomanceLas personas que se casan son felices, sobre todo cuando el amor los consume como las llamas a una fogata. Payton Tyler se ha casado con el amor de su vida. Él tiene ojos verdes y se llama Ethan Sanderson. La primera vez que lo vio quedó hipnotizada...