Capítulo 4: ¿Algo en camino?

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-Janed, ¿estás despierta? -Dijo papá tocando la puerta de mi habitación.

-Sí, pasa.

Papá entró y se sentó en mi cama mientras observaba todas las cosas que tenía.

-Recuerdo cuándo te compraba muñecas y peluches. Eras tan feliz jugando y siendo rodeada de cosas color rosa. -Dijo papá mirándome con amor, como siempre lo hacía.

-Sip, esos tiempos eran buenos. Gracias por convertir mi infancia en un tiempo maravilloso e inolvidable, papá. Nunca voy a olvidar la infancia tan maravillosa que tuve gracias a ti.- Dije al tiempo que lo abrazaba.

-No te olvides de tu madre.- Dijo en un susurro.

-Shhh, sabes que siempre has sido mi favorito.- Lo besé en la mejilla.

Amaba a mi padre, él sabía entenderme, sabía cuándo darme mi espacio y cuándo insistir por respuestas cuando me veía preocupada por algo.

-Janed, hay algo de lo que quiero hablar conmigo.- Dijo separándose de mi y enderezándose.

-Sí, dime

-A tu edad los adolescentes pueden ser muy impulsivos, suelen pensar que las cosas son para siempre. Y me refiero a las relaciones amorosas, y a lo que estás conlleven. Mi amor, prométeme que cuándo estés saliendo con un chico me lo vas a contar y que vas a ser responsable de tus actos.- Dijo seriamente.

-Claro, no tienes que decírmelo. Sabes que no haría nada que los decepcionara.- Vi como sus hombros se relajaban, él creía en mis palabras.

Papá sonrió, dejándome apreciar sus hoyuelos, que a pesar de tantos años seguían en su rostro para darle un toque de ternura.

-¿Vas a hacer algo hoy?- Preguntó

-No, pensaba quedarme viendo TV todo el día, ¿por qué?

-Vamos a salir, una tarde padre e hija.- Dijo sonriendo, haciéndome sonreír a mi también.

-Claro, tenemos tiempo sin compartir de esa manera.

Pasar la tarde con papá fue mejor de lo esperado. Sus constantes bromas me hacían reír a carcajadas. ¿Qué sería de mi sin este hombre? No se confundan, amaba a mamá pero con ella las cosas no fluían de esta manera. A ella no le podía contar cualquier cosa, ella era más bien apegada a las reglas.

Sin embargo, bastaba con ver a mis dos padres juntos para darse cuenta que se complementan el uno al otro y que se seguían amando como el día en que se casaron, tal vez un poco más.

Un nuevo día comenzaba y extrañamente me sentía emocionada de ir al colegio. Alegremente abrí Spotify y puse a sonar mi playlist favorita. Inolvidablemente inventé coreografía a todas las canciones que sonaron en los diez minutos que tardaba bañándome.

Llegué animada a estudiar y recibí todas mis clases hasta el descanso con entusiasmo, a pesar que no tenía ninguna con mis amigas. Finalmente, en la hora de recreo comencé a hacer la fila para comprar algo de comer en lo que esperaba que Johanna y Arlene llegaran.

-Pss, pss. Pss, pss. Janed, pss.

Oh, genial, la voz me llamaba a mi, mi di la vuelta para ver quién me estaba llamando.

-Hola, ¿no es curioso como la vida se encarga de unirnos? Aunque para decir verdad es como si nos estuviésemos conociendo de nuevo.- Rodé mis ojos.- Estamos cerca de bebidas, podemos repetir nuestro asombroso primer encuentro y derramarnos los jugos encima, o podemos ser mejores personas y sentarnos a hablar civilizadamente.

-¿Preparaste esto en un discurso?- Pregunté fastidiada.

-Qué bien me conoces, belleza.- Dijo sonriendo al tiempo que me guiñaba un ojo

-Primero que todo, no me llames belleza. Segundo, no voy a compartir mi valioso tiempo libre a tu lado. Creo que ya quedó claro que no te tolero. Tercero, ¿cómo sabes mi nombre? Cuarto, ¿qué te hace pensar que quiero socializar contigo?

-Vamos a responder en orden. Te llamo belleza, porque eso es lo que eres. No, no me mires de esa manera, Williams nunca miente. Segundo, creo que vamos a tener que compartir mucho tiempo juntos porque tenemos todas las clases juntas, he cambiado mi horario. -Dijo guiñando un ojo-. Tercero, sé tú nombre porque lo he escuchado en boca de tus amigas cuándo te llaman. Cuarto, te prometo que no te vas a arrepentir de socializar conmigo.

-Hablas demasiado, y para colmo de males te voy a tener que aguantar todo el día.

-Es correcto, mi damisela. -Dijo al tiempo que hacía una extraña reverencia.

-Al menos dime tu nombre.- Dije seria.

-Mi nombre es Federick Williams, y tú eres Janed Thompon.

-Sí, aún recuerdo cuál es mi nombre. -Dije sarcásticamente- Si me disculpas tengo que desistir que tu "agradable" compañía, es mi turno de comprar.

Compré mi comida y dándome una vuelta escaneé el lugar para buscar a mis dos amigas quiénes estaban en una mesa muy lejana. Me apresuré hacia ellas y a medida que avanzaba me di cuenta que sus caras lucían algo preocupadas y asustadas.

-Hola chicas. -Dije al tiempo que me sentaba.- ¿Está todo bien?

Silencio total.

-Arlene. Johanna. Digan algo.

-Hay algo que debo contarte, Janed.- Dijo mi prima.

-Sí, dime. No me asustes más.

-Janed, estoy... embarazada.- Dijo al tiempo que explotaba en sollozos y yo quedaba en estado de shock.

EsperandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora