Capítulo 9: Algún día

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Desperté en una habitación que no era la mía, paredes azul medio, piso de mármol, una gran ventana, muchos libros en un estante, un armario grande. ¿Dónde demonios estaba?

Decidí levantarme y examinar más de cerca, todo comenzó a girar por un momento y me dolían las piernas, ¿qué había pasado? Me estabilicé en el espaldar de la cama y todo se tornó a la normalidad. Escuché pasos en el pasillo así que me devolví a la cama para fingir que seguía dormida.

—Debemos llamar a sus padres— dijo una voz masculina que por alguna razón me sonaba conocida.

—Ay, por favor. No es para tanto, ahorita debe despertar.

—Bueno, quédate con ella y llámame apenas despierte.

—Bah, está bien. Me quedaré.

Lo siguiente en escuchar son unos pasos saliendo a la puerta y el posterior golpe de esta.

—Janed, ya sé que estás despierta. Abre los ojos.

Gruño, y abro los ojos.

— ¿Qué? Sí, soy yo— La cara de desagrado debió haber sido muy evidente. Tenía en frente mío a nada más y nada menos que a mi futuro esposo. —Debo decir que fui un héroe allá en el colegio, ya hay gente que nos comienza a ver como pareja.

Y es justo ahí cuándo todo viene de golpe, yo desmayándome y siendo transportada en un carro.

—Gracias, supongo— Digo al tiempo que me paro de la mesa y comienzo a buscar mi mochila.

—¿No vas a contarme qué pasó? — Preguntó al tiempo que se posicionaba en frente de mi

—No, ahora permiso. Me voy. — Ya estaba comenzando a exasperarme sus preguntas y su falsa preocupación. Todos sabemos que es por el matrimonio, no tiene por qué fingir que le importo.

—¿Sabes? Deberíamos salir un día de estos. Sería bueno que nos conociéramos algo, ya sabes, vamos a tener que compartir bastante tiempo juntos

—Para ti está siendo muy fácil esto del matrimonio, no me extraña, nada te lo tomas en serio. Quítate, se me hace tarde. — Ví como sus hombros caían, maldito manipulador.

—Al menos déjame llevarte, ¿sí?

—Sólo si prometes no molestarme en el camino

—¿Al menos te puedo hablar? Prometo que solo serán temas triviales

—Mmm, está bien

Nos dirigimos en silencio a su carro, y abre la puerta para que entre.

—Gracias. — Digo

Debo reconocer que el camino en su carro no fue tan malo como pensaba, es bastante caballeroso y medianamente agradable. Tal vez sí deberíamos salir algún día.

Al entrar a casa veo a Arlene sentada en el sofá con una gran cara de preocupación.

—¡Janed! —Corre a abrazarme. —Estaba tan preocupada. Ven siéntate.

—Estoy bien, lo juro.

—Sé que algo está pasando en tu vida y que te está afectando. Puedes contármelo cuándo sea, o a Johanna, solo espero que lo hagas, quítate este peso de encima. Recuerda que puedes contar con nosotras para lo que sea.

—Arlene... me voy a casar.

—¿Qué? Vamos, no estoy para bromas.

—No es una broma, me voy a casar. La empresa de mi padre ha estado muy inestable y necesita fondos o un apoyo y ya no puedes hacer más préstamos. Una empresa amiga ha ofrecido ayuda. Pero necesitan alguna razón de peso para hacer la alianza. Es ahí donde entro yo. Mi matrimonio es esa razón de peso.

—Joder, Jan. Eso es muy fuerte, ¿y quién es la persona?

—Federick Williams, el que estudia con nosotras.

—Sí... sé quién es. —Miró al piso con preocupación.

—¿Qué pasa con él? ¿hay algo malo con él?

—No lo sé. Él puede ser un gran chico cuando quiere. Pero si está empecinado es lastimarte lo hará, y muy fuerte. Si le agradas no pasará nada, supongo. —Sujeta mi mano al terminar de decir esto. — ¿Y tú cómo te sientes?

—Mal, me siento limitada, presionada. Es un sacrifico muy grande lo que voy a hacer, pero si mi familia lo necesita, lo haré.

—Tú no tienes por qué cargar con los problemas de tus padres. Él es el dueño de la empresa y debe saber cómo solucionar los problemas. Janed, prácticamente te está vendiendo.

—Sí, lo sé. Pero es que él me ha dado todo. Tal vez hasta Federick y yo nos llevemos bien.

—Igualmente, va a ser una relación obligada. —Mira su reloj — Ya me tengo que ir. Piénsalo. No es tu culpa. 

EsperandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora