IV

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Aquell mañana luego de alistarse para el instituto estuvo muy al pendiente de la salida del pequeño Luca, asomaba la cabeza por la ventana de su habitación y su madre continuamente entraba en ella a preguntar por su salida o informar sobre la hora, pero el japonés no tenía cabeza para siquiera, oír a su mamá. Luego como si fuese un truco de Houdini, Luca pasó cerca de su casa obviamente sin percatarse del rubio que lo admiraba desde el segundo piso del su casa.
Y como se se tratase de un rayo,  Ryuichiro salió de casa y solo por querer comprobar el daño, le di un golpe no tan fuerte en la espalda justo donde el hierro había golpeado.

-¡Aaahhh!- el grito se escuchó por toda la calle. Fue un alarido lleno de dolor acompañado de lágrimas y sucumbió ante el dolor cayendo de rodillas al suelo sin importarle nada

-¡Luca!- entonces se dio cuenta que el daño fue mayor al que imaginaba- Ay yolosiento- habló tan rápido como pudo y se fue al suelo para intentar ayudar al pequeño

-Quítate- y con la misma frialdad con la que habló, lo echó a un lado

-¿Puedes pararte?- se puse de pie y le mostró la mano al pelinegro quien dudó en tomarla pero definitivamente él solito no podría ponerse de pie.

Colocó su huesuda mano sobre la del extranjero y una ola de calidez llenó su cuerpo, hacía tanto tiempo que nadie le tendía la mano o lo ayudaba, hacía tanto tiempo que alguien se daba la molestia de hablarle sin algún insulto de por medio. Ejerciendo suficiente presión, logró incorporase pero aún sus piernas sufrían las secuelas del golpe y sin más remedio fue a parar al suelo otra vez. El rubio se congojo, por su culpa el pequeño había perdido el equilibrio y la voz, su carita demostraba lo que sentía y solo eso fue suficiente para llenar su ser de culpa. Se acercó al escuálido cuerpo que yacía en el suelo, en un rápido movimiento ya lo tenía entre sus brazos.

-Ba.bajame- habló sin tanta seguridad y con un ligero atisbo de vergüenza

-No creo que puedas caminar- y sin escuchar respuesta del moreno empezó a andar como si no cargara nada y en realidad, Luca no pesa lo correcto para su edad.

El camino a la escuela fue silencioso e incómodo por obviar razones y una cuadra antes de llegar a la escuela el pequeño indefenso armó todo un escándalo y Ryuichiro no vio más opción que soltarlo, pero al hacerlo el pequeño Luca corrió como si no hubiese un mañana.
Y el segundo día de clases fue igual al tercero, al cuarto y a los demás durante más de un mes, Ryuichiro fue perseverante, firme y constante en tener una amistad con Luca pero por su parte, el pequeño no tenía ni un poco de interés en él ... no quería ilusionarse, no quería vivir una felicidad que seguramente le arrancarian de las manos sin preguntar.

El rubio empeoraba, cuando creía haber hecho algo bien se daba cuenta que solo dañaba cada vez más la situación y entonces ¿por qué continuar caminando por un callejón sin salida?. Se entregó de lleno a los estudios y a socializar con las demás personas con las que compartía clases. Esa sensación cálida lo abrazó, ya tenía nuevos amigos y muchas chicas tras él pero ... cada vez que se encontraba con Luca la pena y culpa le daban una cachetada en cada mejilla, porque el juró sonreír para el pequeño y es lo menos que hizo en ese mes.

¡Luca esperame!- rogó el rubio en medio de una persecución. Esa tarde se decidió en enmendar las cosas con él, pero estaba reacio siquiera a escucharlo o voltear a verlo.- ¡LUCA!- soltó un grito de exasperación, porque su mayor defecto es la impaciencia.

Al escuchar es rugido feroz el pelinegro paró, sus ojos salieron de sus órbitas y su cuerpo parecía gelatina. Los gritos le hacían daño, mucho daño, le asustaban y en demasía, desde que su padre murió dejó de ser el mismo.

¿Estás bien?-susurró el rubio a la vez que ponía una mano en el hombro del pequeño. Él observó con un sentimiento de culpa aquella escena de trauma

No por favor, no - como pudo se abrazó a si mismo, su rostro había perdido el color y sus ojos expulsaban lágrimas a borbotones -

¿Luca? -se puso frente a él y al instate hizo una mueca de lástima

No me hagas daño - subió la mirada encontrándose a la achocolatada del extranjero

Yo ... yo no sería capaz - susurró

¡Mientes!-aquel grito le salió del alma, estaba dolido - tú ... yo esperé tus sonrisas, pero ¿sabes qué recibí?, desprecio ... me hiciste a un lado y no entiendo porque me duele tanto - balbuceo incoherencias muy coherentes para el rubio. Con un fuerte golpe al costado lo apartó y echó a correr dejando que las lágrimas se perdieran en el aire.

Una Luz En Mi Oscuridad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora