Potenciales Asesinos

Angustia

"Enamorarse... no es algo que tú puedas planear"

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Capítulo 9: Angustia 

Uno de aquellos disparos alcanzo a rozar el costado de Isabella pero el otro perforo el estómago de aquella mujer cómplice de los malandros. La castaña solo se quejó un poco de su herida que no era tan grave. Corro hacia el hombre chubby quien le había disparado para soltar unos cuantos golpes y dejarlo noqueado.

— Ten por seguro que la policía estará aquí en un momento, no morirás. Ahora dime para quien trabajan o con quien. — ordeno la chica.

— Él no trabaja aquí, siempre se oculta detrás de todos. Solo sale cada luna llena según su ritual. —informo la mujer— nadie lo conoce más que su asesor. Si no quieres morir es mejor que no hagas nada contra ese hombre.

— Es poca información pero la necesaria para seguir averiguando. —hizo una pausa ahogando el dolor de su costado— Tu quien has llegado a profanar de perversión a este bello pueblo, estas condenado para siempre en el infierno. Y yo con un solo golpe derramare tu sangre saciando mi sed de justicia. ¡Así es como te destierro!

De un movimiento súbito dejo inconsciente a la mujer. Las sirenas de las patrullas sonaban a la lejos y más lejos. Bella salió corriendo dejando atrás su llamada justicia antes de sanar su herida.

...

Edward no podía conciliar el sueño a pesar de que la joven le dijo con anterioridad que se encontraba bien, sin embargo la angustia lo invadía y quería correr hasta el hogar de los Swan para encontrar a Isabella descansando.

Eran las tres con veintidós minutos cuando el timbre de su casa sonaba con insistencia. Bajo corriendo hacia su puerta esperando que fuera solo una persona. La sorpresa que se llevó y el susto que casi lo deja muerto fue sustituida por angustia preocupación y furia al ver a su amada desangrándose por un costado.

— Pero en que putas estabas pensando, Isabella? ¡Por poco te matan! ¿Sabes que estoy muy preocupado por estas situaciones? —gritaba Edward mientras tomaba las cosas de su botiquín para curar a Bella.

— No estoy aquí para que me regañes, estoy aquí para que me cures.

— Lo sé pero esto me preocupa. ¡Dime quien fue ese hijo de puta, en este momento lo voy a matar! —apenas se alcanzaba a escuchar lo que decía.

— No te agobies más Edward. Yo me encargue de ellos —forzó una sonrisa.

Isabella se quedó en sujetador mientras que Edward cosía su piel en unas pocas puntadas. Noto que el cobrizo estaba muy concentrado en su trabajo, no la veía de forma pervertida como en otras ocasiones, sino que trataba de no hacerle sentir daño.

Bella quedo hechizada con los cabellos cobrizos de Edward, unos iban a un lado mientras que otros dirigían su propio camino. El dolor iba disminuyendo y una tranquilidad iba en aumento. Entonces su corazón comenzó a latir de aquella forma que ella siempre quiso evadir.

— Bien —termino su trabajo— Ahora dime quien....

Isabella no lo dejo terminar porque lo estrecho contra su cuerpo.

— Deja de hablar tanto, pareces perico —le susurró al oído— estoy bien gracias a ti y eso es lo que importa.

— Lo sé... —deslizo sus manos de arriba hacia bajo por la espalda desnuda de la chica.

Se alejaron un poco para mirarse a los ojos. El rubor de Bella asubio hasta sus mejillas. Y para despistar al chico le planto un beso profundo y lleno de cariño. Sus sentimientos habían cambiado, sin saber cómo ni a qué hora... simplemente sucedió.

Algo hermoso. Algo infinito. Algo que no se puede comparar.

— ¿Puedo dormir contigo esta noche?

— Cuando quieras, mi vida. —la castaña sonrió.

Edward la cargo sobre sus espaldas temiendo que se hiciera daño. La coloco suavemente sobre su cama y la arropo como una niña pequeña. Él se acomodó junto a ella observando su perfecto perfil.

— Dime que no es un sueño — murmuro el cobrizo.

— No lo es, solo por hoy duerme tranquilo. —giro un poco solo para sonreírle. — Mañana volveré. Quiero que estés tranquilo.

— Así será... así será —la fatiga o tal vez porque ya era demasiado tarde para dormir, pudieron conciliar el sueño de los dos.