Buenos Sentimientos

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Es apariencia falsa: Sentimientos nobles detrás de esa armadura de frialdad y tristeza. Quiero ser la primera persona que ayude a desprenderte de esa armadura.

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Capítulo 5: Buenos sentimientos

Al llegar al hospital, se encontró con el padre de su cautiva. El hombre se veía un poco preocupado, considerando que rara la vez se mostraba de esa manera. Edward respiro profundo para hablar serenamente con él.

— ¿Sucede algo, jefe? -—directamente cuestiono el cobrizo.

— Si... yo no he recibido una llamada de mi quería hija— comenzó a llorar dramáticamente. Por un momento Edward creyó que se trataba de una cosa más seria.

— Jefe... - Sonrió falsamente —Isabella debe estar muy ocupada con sus clases. Más tarde la intentare comunicar y le diré que hable con usted. Estoy seguro que ella estará feliz.

— MUCHAS gracias doctor Cullen. Perdón joven Edward —estrecharon sus manos.

Durante el descanso del cobrizo, fue directo a una distribuidora de teléfonos móviles a comprar uno exclusivo para Isabella, el cual solo él y su padre supieran su número telefónico. Él no era una persona mala, simplemente su otra mente psicópata lo estaba dominando.

Cada hora que pasaba aquella mente retorcida se la pasaba torturando a Edward con pensamientos equivocados sobre Bella. La buena mente de aquel chico lo tranquilizaba diciendo que ella estaba trágicamente cautiva en su casa y como consecuencia no podía escapar de su infierno.

Sus escasos sentimientos de humano, provocaron que sus ojos se nublaran a causa de lágrimas que no se desbordaban. Quería a la chica, pero no quería que ella estuviera tiste por su culpa.

Después de terminar su trabajo paso por una pastelería para comprar algún postre muy rico especialmente para Isabella. La idea de llevarle ese pequeño regalo lo emocionaba, pero lo emocionaba aún más que una persona tan linda lo estuviera esperando en su casa a pesar de que esa persona no lo quería.

Al llegar, la casa estaba silenciosa era de esperarse cuando la cautiva no hacía más que estar en su habitación. Fue junto con ella, y al abrir la puerta se sorprendió al verla dormida sobre aquella extensa cama. Se acercó silenciosamente a verla de cerca.

— ¡Ay! ¡Que susto! —Bella brinco para incorporarse— Se me sale el corazón.

— ¿Tan feo estos? —pregunto Edward desilusionado de las palabras de bella.

— Hmm... —lo miro fijamente. Fue ahí cuando se percató de que Edward si era una persona atractiva, sus ojos verdes y pestañas largas resaltaban a toda expresión. Aquella mandíbula cuadrada lo hacía más atractivo. De pronto poco a poco fue latiendo su corazón —No eres mi tipo.

— Que desilusión —sus hombros cayeron— Tendré que hacerme una cirugía

— No hace falta —Bella sonrió. Aquel acto causo un alivio en su pequeño corazón del joven. Por primera vez estaban bromeando sin ninguna discusión de por medio.

— Tengo un obsequio para ti. ¿Puedes bajar? —ella asintió con una ligera sonrisa en su rostro.

Sobre el comedor, se encontraba la cajita del pastel que había comparado y a un lado una cajita azul con un moñito de color plateado. Bella miro curiosa a Edward que estaba observando su reacción y una explicación.

— Quería darte un... —no lo dejo terminar.

— ¿Por qué? No es la clase de cosas que harías.

— Tienes razón, pero yo quiero hacer algo que te haga feliz.

— Sabes lo que quiero —Bella sujeto el listón entre su dedo pulgar e índice

— Tu libertad no es una opción sana para mí.

— No me refería a eso...

— Abre tu regalo. —ordeno de la forma más amable que se pudo escuchar.

Lo más cuidadosa posible Bella abrió esa caja azul dando a conocer un teléfono móvil plateado. Se sorprendió cuando recordó que era su regalo. No pronuncio ni una palabra al respecto. Edward fue el que rompió con el silencio.

— El pastel es de fresa. Espero que te guste la fresa, lo probé antes y está muy delicioso.

— Me encantan las fresas. —Bella no pronuncio nada más y seguía observando el móvil. Siguió el silencio.

— Deberías llamar a tu padre, está muy preocupado por ti. Por favor no digas en donde te encuentras.

— No pondría en riesgo a mi padre.

— Lo lamento —hizo una larga pausa— Te dejare sola esta noche. Cuídate por favor.

Bella no dijo nada más. Se quedó observando aquel teléfono. Después de una hora aproximadamente, decidió prenderlo y guardar el número telefónico de su padre. Se lo sabía de memoria. Tantas veces que se lo grabo durante los primeros días cuando recién lo había adquirido y todo para estar en contacto con su querido padre.

Timbre...

Sonido...

Corazón latiendo...

Lagrimas por caer...

El contesto.

— Hola —aquella voz grave... sintió como si no la hubiera escuchado por eternidades.

— ¿Papá? —apenas y pudo pronunciar una palabra— soy Bella —su voz se quebraba.

— Oh! Mi querubín, como has estado? No sabes cuánto te he extrañado. Has comido bien? Que tal las clases? Y tus maestros son buenos? No te has metido en problemas ¿o sí?

— Papá estoy bien... solo te llame porque yo... yo estoy —lo pensó muchas veces antes de decirle la verdad —yo estoy bien. No hay necesidad de que te preocupes. Espero que en las próximas vacaciones te pueda ir a ver.

— Eso espero mi niña, cuídate por favor.

— ¡Así será viejo! Me tengo que ir, hay mucha tarea pendiente.

— Está bien mi niña. Se una buena estudiante como tu padre.

— Claro que sí. Te quiero mucho —sus lágrimas cayeron locas de tristeza.

— Yo más mi querida.

La llamada se cortó y con ella lágrimas y gemidos de tristeza llenaron aquella habitación.

...

Bella no pudo dormir después de aquella conversación con su padre. Eran más de las cuatro de la mañana cuando escucho un golpe. Salió corriendo preparada para atacar a algún intruso pero solo se encontró con Edward tirado sobre el suelo. Una ola de preocupación alboroto su pequeño corazón.

— ¡Oye tú! ¿Qué haces? —se acercó a el quien se encontraba de bruces. No escucho ninguna respuesta— ¿Estas bien? —lo giro lentamente. Fue ahí cuando se percatado del excesivo olor a alcohol y cigarro. — ¡estas ebrio maldito! —Bella se molestó mucho.

La castaña era fuerte, así que no tuvo mucho problema con llevar al joven a su habitación. Con cuidado lo dejo en la cama. Tuvo que desprenderlo de sus zapatos. Volvió a mirarlo al rostro acercándose poco a poco. De pronto el brazo fuerte de Edward la jalo del cuello haciendo que ella cayera junto a él. Se quedó quieta durante unos segundos mirando al techo, se giró lentamente para ver con detalle aquel rostro sereno pero algo triste.

Pero su oreja contra su pecho. Aquellos latidos se escuchaban como una canción de cuna que le permitiría dormir durante esa noche mucho más tranquila.

Esa fue la primera vez que supo que aquel chico no era tan malvado como se creía. El también era un humano con sentimientos puros y sinceros. Lo malo es que no los quería dar a conocer.



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