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Al día siguiente llegué a la habitación y me encontré con un chico de mi altura, moreno, de ojos azules y que me miró de una forma que me acojoné.

R: Buenos días.

A: No le veo yo los buenos. Son las 8 de la mañana.

R: Los vampiros no duermen.

A: Tú eres tonto.

R: ¿Qué tengo que hacer?

A: Los médicos han dejado este papel para ti.
Estimado Sr. Rubén Doblas:

Después de agradecerle su colaboración con nuestra campaña, le dejamos por aquí en qué consiste el proyecto.

A usted se le ha sido asignada Carla Blumer, una niña de 11 años que lleva dos meses en coma tras un accidente automovilístico.

Usted deberá acompañarla durante estos meses. Tras una investigación llevada a cabo en este hospital hemos llegado a la conclusión de que con una motivación más fuerte conseguirás recuperarse. El suyo es uno de los más complicados, ya que está dormida. Puede oírla, y en eso debe tratarse su trabajo. Carla ha dado síntomas un par de veces de despertarse del coma, pero resultaron siempre negativas.

Recibe únicamente la visita de su padre, Robert Blumer, de su hermana, Aroa Blumer y de su actual cuidador, Martín Ferrer.

Gracias por su atención, Carolina Santiago.

Al acabar de leer aquella carta, una duda sacudió mi cabeza.

R: ¿Por qué no aparece vuestra madre?

Aroa me miró unos segundos y tras tragar saliva, contestó.

A: Murió en el accidente.

R: Lo siento...¿por eso...? A: No, no llevo ropa negra por eso. La llevo desde hace años.- respondió antes de que pudiera acabar la frase.

Aroa se levantó del sofá, cogió una mochila azul marino decorada con chapas y se encaminó hacia la puerta.

A: Tengo que ir al insti. Vendré luego.

Pude ver como sus ojos se llenaban de lágrimas. Algo que no era imaginable de alguien como ella.

Me sentía estúpido por la pregunta que le hice.

Después de hablar un par de horas con Carla e intentar animarla, me senté en el sofá para acabar de editar el vídeo de ese día.

Acabé bastante rápido. Dejé el ordenador en un lado y mientras estiraba los brazos, vi delante de mis pies un folio, parecía una carta, llena de frases sin sentido que hicieron que mi respiración aumentara y mi cuerpo empezase a temblar.

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