Llevaba días sin dormir. Los nervios podían conmigo. Necesitaba entrar a la universidad. La nota de corte para filología era relativamente baja, pero aún así no era capaz de concienciarme de que todo iba a salir bien.
No pude ni abrir el libro ni evitar dormirme en el sofá.
Me desperté sobresaltada después de una pesadilla. Una que había tenido muchas veces. Estaba en lo que reconocía como un campo de fútbol y unos perros enormes empezaban a perseguirme. Había tenido ese sueño desde pequeña y es por eso por lo que le tengo fobia a los perros.
Me levanté sobresaltada, sin darme cuenta de que mis piernas estaban encima de las de Rubén.
Él estaba cenando, y para no despertarme se había quedado en el sofá, así que vale decir que su plato de espaguetis a la carbonara volaron manchando su camiseta. Blanca. No podía haber sido peor.
Me sentí culpable y corrí a buscar sal y bicarbonato.
R: No te preocupes, enserio, es una camiseta.
A: Es cierto, me he olvidado de tu partner. Te comprarás otra.
Tiré el trapo húmedo encima de la mesa del salón y volví a sentarme en la parte más alejada de él en el sofá y cogí mi libro de Filosofía.
Sentía su mirada clavada en mi y no era capaz de concentrarme.
A: No me tienes que vigilar, eh.
R: Es que eres muy mona cuando te enfadas.
A: Voy a suspender por tu culpa y ya verás lo mona que soy.
R: Es que no puedo dormir con el estómago vacío.
A: Pues cena, tío. Qué problemas más difíciles de resolver, oye.
Volví mi mirada al librp y no pasaron ni 10 segundos cuando Rubén me respondió.
R: Es que has tirado mi cena al suelo, Aroa.
A: Pues busca en la nevera.
R: No hay.
A: ¿Nada? Hombre tenías que ser.
R: ¿Quieres que bajemos a tomar una pizza?
A: Pero sólo para despejarme, no te acostumbres.
En realidad Rubén me había ocultado que sí que había comida en la nevera, pero yo ya lo sabía. Aprovechó el momento para pasarlo conmigo, el resto del día Anaís parecía retenerlo como un tesoro pirata. Y no me pareció mal. Incluso me pareció...mono.
