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Rubén me sacó de mis pensamientos en el instante preciso en que casi tiro un vaso de agua sobre mi portátil.

A: Oh, estaba...pensando. No me he dado cuenta.

R: Se ve que Platón te hace pensar mucho.

A: Sí... R: Aroa, se que estás pensando en ir a buscar a tu padre.

A: ¿Cómo sabes eso?

R: Soy vidente.

A: Eres imbécil.

R: Bueno, quizás también porque piensas en voz alta.

A: ¿Enserio hago eso?

R: Y hablas en sueños.

A: Y tú roncas, qué mas da.

R: Yo no ronco, es Wilson.

A: Ajá. Deja de ser tan infantil y haz algo con tu vida.

R: Juntarla a la tuya.

A: Muy poético, sí.

R: Borde.

A: Imbécil.

R: Me voy a instalar un juego para grabar mañana. Te dejo con tu amigo Sócrates.

Rubén se dirigió a su habitación y yo me quedé inmóvil un par de minutos, hasta que me di cuenta de que iba a romper el lápiz si seguía mordiéndolo.

Wow. La verdad es que me impresionó mucho. Pero al menos se me daba bien actuar. Y era lo mejor para los dos. Y para todos.

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