CAPÍTULO 5

29 6 0
                                    

Ivonne seguía moviéndose de un lado a otro. Hacía veinte minutos que se preguntaba si debía abrir la carta o no, la curiosidad aún no la había envuelto por completo así que aún podía pensar claramente. Sus nervios estaban a flor de piel, empezó a rascarse el brazo de tal manera que se causó una pequeña herida, pero aquella herida le era indiferente. En ese momento su único objetivo era determinar que camino tomar. Sabía que no podía quedarse allí pensando toda la noche, más que nada porque su abuela solía despertarse a coger un vaso de agua de la cocina y claramente sería pillada con las manos en las masas. Negó con la cabeza al imaginarse qué pasaría después. Tenía que accionar rápido, así que sin más cogió el sobre que había dejado sobre la mesa, lo volvió a mirar, tragó duro y aún con sus dedos temblorosos sacó la carta que se encontraba dentro. Esta vez el papel se encontraba manchado de tinta y el contenido era expuesto a ojos de cualquiera que quisiera leer. Decía:

17 de Diciembre de 1978

No te preocupes mamá, estoy bien. Ayer me encontré con Christoph el señor que está dispuesto a ayudarme con el caso de John. Christoph es pariente directo con uno de los asesinos.

Te contaré más cuando pueda.

Un beso.

Hellen.

El cuerpo de Ivonne se dejó caer en el sillón, no se podía creer lo que acababa de leer. ¿Qué hacía su madre con aquel chico? ¿Cómo podía ser tan ingenua? Estaba más que claro que Christoph le haría daño, movió la mano rítmicamente intentando ahuyentar las lágrimas que amenazaban con salir. Había perdido a su padre hace un par de días, no podía permitirse perder a su madre también.

- Piensa Ivonne, piensa. ¿Qué hago? - se dijo a si misma en voz alta.

Sabiendo la verdad, no podía quedarse callada ni mucho menos de brazos cruzados, tenía que hacer algo, su madre se encontraba metida en un gran lío. ¿Debía decirle a su hermana que es lo que contenía la carta? ¿ O debía decirle a Margaret que ya lo sabía todo? Tras meditarlo unos minutos llegó a la conclusión de que lo mejor sería no contárselo a ninguna de las dos. Esta vez actuaría sola, se encontraría con su madre y después mataría al culpable de la muerte de su padre. Pensarlo era fácil, pero ¿Cómo iba a poder una niña de 16 años hacer eso? No le temía a matar, aquel hombre sin duda se lo merecía, sabía que la única manera de serenarse y encontrar la paz sería acabando con la vida de aquel que acabó con la suya. No había otro camino. Sabía que la Justicia no haría mucha cosa, que la pena de cárcel sería mínima o que tal y como estaban las cosas con un poco de dinero lograría salir. El timo era como el pan de cada día. Por lo tanto la Justicia, que de justicia no tenía nada, no podía ayudarle. Y tampoco iba a consentir que un maldito asesino ande suelto por la calle matando a más gente. Tenía que hacerlo aunque de ello dependiera su vida.

Sin más preámbulos se levantó del sillón, depósito la carta en su sitio y subió a su habitación. Eran las 4 de la madrugada, pero aún así no podía dormir, simplemente no podía conciliar el sueño. Su vida se estaba desmoronando de un día al otro, y la verdad, tampoco parecía que acabara pronto. Tenía que averiguar dónde estaba su madre y después de eso huir de casa. Se quedó pensando en cómo lo lograría, en qué debía hacer y cuándo.

Tras minutos de pensar Ivonne ideó el plan perfecto. Mañana sería el primer día.

DÍA NÚMERO 1

A la mañana siguiente Ivonne despertó como de costumbre, se quedó media hora más en la cama, y después bajó a encontrarse con el resto de las personas.

- Buenos días dormilona - le dijo su abuela en un tono burlón.

- Buenos días abuela - le respondió ella en un tono amoroso.

Debía tomar iniciativa, se dijo Ivonne a si misma.

- Abuela, ¿Has sabido algo de mamá?

En ese momento Margaret paró de batir los huevos, tragó nerviosamente el nudo que se había formado en su garganta y dijo:

- Por supuesto que no cariño, nadie sabe nada de ella.

Ivonne se recriminó a si misma el hecho de no haberse dado cuenta antes que su abuela si sabía dónde estaba su madre. No se había dado cuenta que Margaret ni lloraba como de costumbre, ni siquiera preguntaba por ella, no se había preocupado en buscarla. Era más que obvio y ella no se había dado cuenta.

Ivonne se sentó en su sitio de siempre, poco a poco todos se fueron sentando alrededor y se pusieron a desayunar. Pero este desayuno era diferente, parecía que todos estaban hablando entre ellos menos ella, ella estaba absorta en sus propios pensamientos. Estaba pensando en el primer paso que debía dar. La hora se aproximaba, y sus nervios empezaban a florecer.

El ruido de la bicicleta del cartero fue la señal que necesitaba para empezar a actuar. Tal y como había planeado fingió que había una rata en su cuarto así su abuela saldría de casa para comprar una trampa de ratones. Se encargó también de Elisabeth. Sabía que ésta iba a preparar un postre hoy, así que escondió toda la harina en el jardín, así es como Elisabeth tuvo que salir a comprar más. El pequeño fue el más fácil de distraer, sólo le pidió que fuese al jardín, a buscar la rana, que supuestamente ella había visto. Ahora estaba sola en casa, dispuesta a accionar. Se acercó a la puerta, y la abrió, tal y como pensó el cartero iba con un sobre en la mano, se lo tendió a Ivonne, ésta vio que no tenía dirección ni nada de eso, sabía que era una carta de su madre.

- ¡Disculpe! - gritó detrás del cartero.

Éste se dio la vuelta esperando a que la muchacha prosiguiera.

- ¿Se encarga usted mismo de recoger las cartas, verdad? - prosiguió Ivonne.

- Así es - contestó seco el hombre.

- ¿Me podría decir de dónde es enviado este sobre? - le preguntó.

El hombre de mala gana se acercó a la muchacha y cogió el sobre inspeccionándolo.

- Calle Antiguo Reino, 109. En Oxford- contestó.

Oxford. ¿Cómo llegaría hasta allí?

- ¿Cómo fuiste hasta allí mamá? - dejó escapar Ivonne.

Frente El DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora