CAPÍTULO 6

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Seguía estática después de que el cartero revelara el lugar de donde procedía la carta. Sin duda aquella información había roto todos mis esquemas, no contaba con tener que desplazarme tan lejos de casa.

- ¿Está bien señorita? - preguntó el cartero. - Está muy pálida. Si se siente mal la puedo llevar al hospital.

Las palabras del cartero me hicieron reaccionar, no me di cuenta en que momento me había sentado en el suelo pero me levanté sin más y negué repetidamente con la cabeza.

Parecía haber asustado al señor ya que no estaba seguro de si debía irse o no y seguía mirándome preocupado, escaneándome de arriba abajo buscando algún signo de malestar.

- No se preocupe por mí. Estaré bien, muchísimas gracias por todo - le contesté.

Después de que se fuera me metí dentro de la casa. No después de mucho tiempo mi hermana y mi abuela aparecieron por el umbral de la puerta. Mi hermana contó que había tenido que caminar como media hora para llegar a la única tienda abierta los domingos, y que obviamente por ser la única abierta estaba repleta de gente. Mi abuela contó también su experiencia con la búsqueda de trampas para ratones. Alexander también se unió a la charla quejándose y quejándose de no haber encontrado el supuesto réptil que yo había visto en el jardín. Ya que todos contaban lo que habían hecho yo también conté una versión medio inventada de lo que había hecho. Tuve que contarles que el cartero había venido y que había dejado otra carta de parte de Anne. También le conté a mi abuela que tuve que abrir el sobre para ver si la carta estaba adentro porque según el cartero podría haber algún fallo. Mi abuela al escuchar que había abierto la carta me miró intensamente para luego tratar de sonreír saliéndole más una mueca.

(...)

Ya era de noche y cada uno se encontraba en su cuarto. Yo aún no podía dormir bien. Estaba pensando en mi plan que se había visto roto al saber que mamá estaba en Oxford.

Pensé y pensé como había llegado hasta allí, pues Oxford se encontraba a varias horas de aquí y mi madre no tenía coche. ¿Habría alquilado uno? ¿Le habría ayudado alguien? Estallé en lágrimas. Sí, así de repente. Estaba frustada, muy frustada. Por un momento me sentí invencible al haber iniciado mi plan, era de lo mejor. Sentía que por fin vería a mamá, que le impediría morir en manos de las mismas personas que mataron a papá, estaba convencida de que nada ni nadie me pararía que papá me ayudaría desde el cielo. Pero nada era cierto, con saber que tengo que ir a Oxford mi plan se ha visto machacado, yo soy demasiado pequeña para llegar hasta allí, no sé en qué estaba pensando soy una maldita imbécil me creí mi propia mentira.

Así es cómo debió haber acabado aquello. ¿No? Allí debió haber acabado todo lo que había planeado, allí debí rendirme y dejar que el destino se encargara de todo. Pero no, esa no era yo. Así que después de llorar y echarme la culpa me levanté nuevamente dispuesta a idear un nuevo plan, porque yo no era como los demás yo iba a ser persistente, yo sabía que sin esfuerzo no habría resultados, que no me podía rendir cuando mi madre me necesitaba.

No sé si aquello fue una señal de mi padre, pero hoy en día sigo pensando que sí. Sigo pensando que fue él quien desde allí arriba hizo brotar aquella pequeña luz de esperanza para salir adelante.

Mi noche, fue como el día, ya que no dormí nada. Mis ojos se cerraban a causa del cansancio pero no me iba a permitir caer ahora, el cansancio era algo secundario lo más importante era mi madre. El alba estaba a las puertas de mi casa y fue cuando finalmente dejé de escribir en mi libreta dando por terminado mi nuevo plan. Ya sabía que es lo que debía hacer para llegar a Oxford. Lo conseguiría porque sabía que mi ángel, siendo éste mi padre, me ayudaría.

Sin más preámbulos bajé a la cocina dispuesta a seguir actuando mi papel de Ivonne. Elisabeth aún no se había despertado, la única persona que paseaba por aquellas estancias era mi abuela que como toda abuela se levantaba nada más salir el sol. Bajé poco a poco sin hacer mucho ruido con cuidado de no despertar a los demás. Mi abuela me daba la espalda, se encontraba en el comedor leyendo un papel, achiné los ojos para ver de que se trataba, la carta, era la carta que mamá había enviado ayer. Aún no la había leído. ¿Qué diría? ¿Qué habría pasado con Christopher? ¿Estaría bien? Sabía que no podía irrumpir de la nada en el comedor y leer lo que decía aunque la verdad las ganas eran enormes. Tenía que ser prudente si quería llegar a algún lado.
Así que me dirigí a la cocina y arrastré la silla para que mi abuela notase mi presencia. En menos de lo que canta un gallo apareció por el umbral de la puerta y se adentró dándome una sonrisa mañanera. Desayuné mientras la oía hablar de lo que iba a hacer hoy. Me dijo que estaría ocupada, no sabía con qué pues no me lo quiso decir. Después de acabar de comer aquella tostada se levantó dispuesta a marcharse para según ella terminar cuanto antes lo que debía hacer. Mi sexto sentido me indicaba que aquello que tenía que hacer tenía que ver con mi madre. No podía saberlo si antes no leía la carta, así que mientras mi abuela subió a arreglarse yo aproveché para adentrarme en el salón en busca del sobre. Lo busqué por todos lados, pero no lo encontraba, no estaba donde mi abuela había dejado el anterior. Seguí buscando en vano aquel sobre en todos los sitios.

- ¿Buscas esto? -

Me quedé paralizada durante unos segundos, sudor fría corría por mi nuca. Poco a poco mi cuerpo se dio la vuelta reaccionando a aquella voz. Mi abuela estaba a veinte centímetros de mi sosteniendo el famoso sobre en su mano derecha con una cara infernal que desearía no haber visto nunca. Me había pillado.

¡Ooopss!
¿Qué creéis que pasará?
Espero vuestros votos y comentarios.
V

Frente El DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora