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Abro los ojos al oír el sonido del timbre. Despego la cara del escalón y me llevo la mano a la cabeza. Por suerte no me he hecho nada. No se qué hora será pero sigue siendo de noche. ¿Quién llamará a estas horas?

Me pongo en pie y bajo las escaleras, despacio. Tanteo a oscuras la pared para evitar volver a caerme y cuando termino de bajar enciendo la luz. Tengo la vista un poco nublada. Avanzo por el pasillo hasta la entrada de casa. Agarro el pomo de la puerta y un escalofrío me sacude de arriba a abajo. Lo empujo hacia abajo y tiro hacia mí. La puerta va girando lentamente con ese chirrido inquietante hasta que queda totalmente abierta. Solo entonces puedo comprobar que no hay nadie al otro lado. Doy un paso y salgo de casa. Noto cómo una gota de sudor helado desciende por mi frente. Miro hacia los lados pero sigue sin haber nadie.

- ¿Hola? - digo. Me tiembla la voz.

Nadie contesta. Alguien ha llamado al timbre, estoy seguro. Me doy la vuelta y entro a casa. Me aseguro de cerrar todos los pestillos y subo a mi habitación.

Me asomo a la ventana para ver si veo a alguien. No puedo de dejar de pensar en el grito de anoche.., y hoy me pesa esto... Siento que las dos cosas están relacionadas. Los párpados se me están cerrando. Con tanto lío con el timbre no he hecho ni mirar la hora.

Me giro hacia el despertador: son las cinco cincuenta y cinco. Cada día duermo menos y peor. Me meto en la cama e intento descansar.

Seis Sesenta y SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora