Las fuerzas del emperador malvado, el ejercito invencible, los seguidores del gran Frieza; no importaba cual de los innumerables nombres utilizara uno, ninguno abarcaba todo lo que significaba ese increíble grupo de soldados que obedecían a aquella familia real.
Eran conocidos y temidos en casi todo el universo por su poca consideración a los habitantes de cualquier planeta que tuviera la desgracia de ser su objetivo.
Pero los soldados no eran el origen de la crueldad, ellos solo eran una extensión; el verdadero mal provenía de las cabezas en la organización, en lógica, el emperador Frieza y su padre, el rey Cold.
Sin pizca de piedad para cualquiera que se atreviera a desafiarlos, ellos habían destrozado cualquier obstáculo en su camino, demostrando haber nacido para controlar a los demás; en especial Frieza, quien disfrutaba cada una de sus victorias viendo a sus enemigos agonizar.
Eso y más era de lo que hablaban las historias que se contaban entre los rangos bajos del ejercito, entre aquellos que nunca habían tenido la oportunidad de siquiera ver la cara de a quien servían. Y, aunque la mayoría se emocionaba al escucharlas una y otra vez, había otros que solo sentían como su estomago los traicionaba por el miedo, algunos más eran simplemente indiferentes, resignados a seguir con sus trabajos para el resto de su vida, al fin y al cabo, todos sabían que tratar de dejar su puesto era lo mismo que suicidarse.
Todos tenían razones para haber entrado en ese ejercito, miedo, comodidad, sadismo y claro, admiración, pero no siempre era admiración por el gran Frieza.
Un soldado de bajo rango había abandonado el comedor; harto de escuchar sobre las muchas hazañas extravagantes del emperador, Tagoma se dirigía a su puesto actual en la sala de estrategias esperando poder concentrarse cuando había menos personal.
Delgado y alto, no resaltaba demasiado en los combates, pero se había dedicado a mejorar para mantenerse en el escuadrón. Entrenando y aprendiendo en cada momento libre que encontraba, se hallaba por encima de muchos soldados a su alrededor, si no es que de todos los del mismo rango, pero mantenía ocultas sus habilidades por una razón que muchos no comprendían.
Tantos años antes, aun infante, el había conocido las terribles consecuencias de un ataque de las fuerzas del emperador y se sintió horrorizado al ver su planeta devastado, pero hubo un pequeño destello de esperanza cuando un teniente le mostró piedad y lo invito a entrenar para unirse a el.
Al principio se dejó llevar, cegado por el miedo y la esperanza, pero después empezó a cuestionarse el porque alguien que pertenecía a un ejercito de tan terrible reputación, había dejado vivir a alguien como el, e incluso lo había entrenado. ¿No se supone que todos ahí era criaturas inmorales y sádicas? ¿Qué significaba esta debilidad que le habían mostrado?
Con el tiempo, la confusión se volvió admiración, pues pudo observar como el teniente se convertía en capitán meramente por las decisiones que tomaba. Encendiendo su motivación, Tagoma decidió trabajar para mantenerse al lado de ese capitán y algún día poder demostrar que la decisión de mantenerlo con vida, sería otro gran éxito de el.
Inmerso en sus recuerdos, por un momento no fue consciente de haber llegado a la sala de estrategias.
Esperó a que la puerta reaccionara a su presencia y se abriera, para después dar unos pasos al centro, notando de inmediato un pequeño grupo revoltoso de soldados queriendo mostrar montones de hojas a algo en el centro del grupo.
Al principio fue incapaz de notar de que se trataba, pero no tomó mucho hasta que escuchó una aguda voz venir de donde, había deducido, se encontraba una persona muy baja.
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¿A quién admiras?
FanfictionConvencido de que su destino es estar al lado del capitán que una vez le salvó la vida, Tagoma dedica su tiempo y esfuerzo para servirle a Sorbet mientras ambos trabajan en el ejercito de Frieza. Pero, ¿lo que siente es verdadera admiración? ¿O acas...