¿Qué decides?

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Al medio de un estrecho pasillo, Sorbet esperaba encontrar las palabras adecuadas para hablar con Tagoma.

Reformulando una y otra vez sus posibles diálogos, caminando en pequeños círculos delante de la puerta del dormitorio temporal de Tagoma, y murmurando algunas palabras, no estaba seguro por donde iniciar la conversación.

"La deslealtad no será permitida en este ejercito", pensó primero, pero se negó un segundo después, "demasiado, el nunca negó su lealtad al señor Frieza".

"Debes mostrar más respeto a tus superiores", consideró un momento, "pero el siempre a sido respetuoso, esto seguro solo fue un arrebato".

A punto de perder toda la paciencia que tenía, la puerta abrió y dejó ver como Tagoma se sorprendió de que Sorbet estuviera ahí.

-Comandante.- Dijo con voz apenas audible.

Sorbet pensó rápidamente en que decir, pero Tagoma volvió a actuar primero, inclinándose en señal de disculpa.

-Lamento mucho lo sucedido anoche. Lo avergoncé frente al general, cuando se supone que debí ser un apoyo para su nuevo cargo.- Se inclinó más hasta quedar casi a la mitad de su altura. -De verdad lo lamento.-

Sorbet seguía con su mente hecha una maraña y solo atinó a decir lo que le había molestado desde el principio.

-¿Por qué te uniste a este ejercito?-

Tagoma se enderezó un poco, desconcertado por no estar recibiendo un sermón sobre cómo debió comportarse.

-Usted me salvó cuando me dejó unirme, señor.- Contestó, inseguro de si era lo que debía decir.

-¿Por qué continuas aquí?- Sorbet cambió su pregunta.

Tardando un segundo para enderezarse completamente, Tagoma contestó monotamente.

-En este ejercito tengo la oportunidad de volverme más fuerte y así poder servirle mejor.-

Sorbet reconoció ese tono de las veces en que Zarbon le había cuestionado su lealtad, de cuando se le preguntaba a los soldados por sus metas a seguir, de las pocas veces en que lo había escuchado hablar con sus compañeros respecto al señor Frieza; un tono frío y en forma directa, como si hubiera practicado infinidad de veces las respuestas que daría, ocultando la verdad. Si bien nunca se había puesto a pensar el 'por qué' de ello, ahora le molestaba que se atreviera a usarlo con el, a mentirle en la cara.

-¿Por qué estas REALMENTE aquí?- Insistió, remarcando sus palabras.

Dándose cuenta que Sorbet estaba enojado, Tagoma cambió su semblante y retrocedió un paso. Dudó un momento y después se hizo a un lado, indicando con una mano el interior de su habitación.

-Por favor, pase.- Solicitó Tagoma, pero al ver que su comandante no se movía, procedió a agregar. -Tengo razones personales para estar en un ejercito que podría desagradarme demasiado, ¿quiere que se lo explique en un corredor como este?-

Sorbet comprendió que sonaría desconsiderado el obligarlo a hablar de un asunto personal en un lugar donde cualquiera podría escuchar, aunque eso era una practica común en un ejercito como ese, a el nunca le había agradado la idea de humillar a sus soldados; estaba seguro que esa forma de pensar era la razón por la que todo el ejercito se mofaba de el.

Dejando a un lado aquellos pensamientos que solía ignorar, avanzó dentro de la habitación.

Pequeña y fría, con apenas espacio para el catre y una mesa donde colocar sus cosas. La maleta que Tagoma había traído consigo, estaba en la mesa casi vacía y su anterior contenido estaba sobre la cama; el pequeño ordenador y la vieja capa, que había sido extendida con cuidado.

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