La aqua-marina limpiaba tranquilamente la barra, mientras veía como salía el sol e iluminaba la calle y la ciudad. Suspiro, embelesada por la vista. Como era de costumbre aplaudió levemente antes de ver la frase en la pared. Después de aquello saco los pasteles de los congeladores y los puso en la vidriera, para que la gente escogiera a su gusto.
Paso por las mesas y sillas para abrir por fin la tienda, cuando algo le llamo la atención. Normalmente, era ella quien se encargaba de la limpieza y estética de la tienda, por lo que ponía flores en todas las mesas para dar un buen aire, más esa misma mañana no las había cambiado y ya se encontraban diferentes.
Para su suerte, ella había leído sobre el lenguaje de las flores y se le habían quedado guardadas varias cosas en respecto a las flores debido a su abuela materna, quien lamentablemente había fallecido algunos años. Con tan solo ver aquellas flores, o como bien tenían el nombre Magnolia, sonrió como nunca lo había hecho.
Aquella flor significaba alegría. Y para Miku, era lo que más le quedaba a la pastelería.
Siguió su camino y cambió el letrero de cerrado a abierto, para después ponerse en la caja, esperando a sus clientes más madrugueros.
El transcurso de la mañana era lente y aburrido, pues aunque venía gente, normalmente con quien más se divertía era con los niños y con las madres jóvenes, quienes venían en la tarde, siempre con nuevos conjuntos y accesorios que ella deseaba tener... Era una vida de ensueño, seguro. Aunque no se había aburrido en absoluto, no señor, ella, como toda detective que era pensaba en el chico o chica que podría haber puesto aquellas flores. Podía ser alguien de casa. O simplemente alguien simpático que se metía a las casas a husmear...
Eso no era para nada simpático.
Miku borro sus pensamientos y se concentró en atender a la pareja de ancianos que se encontraba frente a ella. Se movían suavemente y parecían que en cada momento se podrían desmoronar, más seguían ahí, con las suficientes fuerzas para hacer bromas o hermosos consejos. Miku sonrió al verlos y tan solo pensó. Me encantaría vivir hasta su edad.
Los despidió con una sonrisa y agito su mano hasta que desaparecieron de la vista de las ventanas de la tienda. Eran tan tiernos. No entendía como había gente que los dejaba a su suerte y que ni siquiera los visitaban, aun siendo su hijo o hija. Tarareo suavemente, moviéndose en su silla en giros, como si fuera tan solo una niña pequeña. Podría serlo, pero tan solo de mente... y de pecho.
Y como no había nada más que hacer, se recargo en la barra, con sus mejillas sobre la mesas, pidiendo a gritos algo o alguien divertido.
En las afueras de la pastelería, se encontraba el rubio, regando con delicadeza las plantas alrededor de las ventanas. Y también, miraba curiosamente como Miku hacía de cualquier cosa por no quedarse sentada. Incluso había jurado verla caer y reír como alguien... ¿no normal? Len pensaba secretamente que parecía idiota.
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Extremadamente dulce 【Miku x Len】.
Fanfic✿ » Y entonces, su dulzura me contagio «. Miku Hatsune siempre había vivido bajo un techo cálido, una agradable pastelería, su hermoso novio y por supuesto, una familia singular. La chica era considerada por los demás como alguien realmente agradabl...