13.

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Eran las seis de la tarde, y Harry y Michael se encontraban sentados en el sofá viendo una película. Michael mantenía su brazo en el respaldo del sillón y miraba de reojo al rizado.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Michael.

—¿Eh? Sí, estoy bien. —habló distraídamente.

—Estás muy callado. ¿Hay algo que quieras contarme? —lo observó con curiosidad.

—No, no es nada. Estoy un poco cansado, es todo.

—¿Quieres ir a recostarte un rato? —Michael sonrío, tomándole las manos.

—No. Iré a prepararme una taza de café, ¿quieres algo?

—No, gracias. —sonrío falsamente.

Harry se levantó del sillón y caminó a la cocina. Se notaba cansado y pensativo. Colocó una olla pequeña, calentando un poco de agua. No quería pensar mucho en lo que había pasado con el castaño, le había afectado más de lo que creía. Cuando el agua hirvió, la colocó en una taza, echo 2 cucharadas de café y dos de azúcar revolviéndolos bien. Cuando estaba a punto de salir de la cocina, Michael apareció.

—Dios, Michael. Me asustaste. —colocó una mano en su pecho.

—Lo siento, amor. Es solo que ya te extrañaba. —lo tomó por la cintura.

—Ya iba para allá. —dijo sin tomarle importancia.

—Perdón, no puedo estar separado de ti. —tomó sus mejillas para besarlo con intensidad. Le quito la taza de las manos y lo sacó de la cocina llevándolo de vuelta al sillón, recostándolo.

Lo besaba con fuerza y tocaba su cuerpo con desesperación. Tomó su cuello con una mano, moviendo su cabeza, permitiéndole besar su cuello con más facilidad. Intentó levantar la camiseta del rizado.

—Michael... Michael, detente. —puso sus manos en su pecho.

—¿Qué pasa, Harry? —levantó la mirada, confuso.

—No puedo hacerlo. —lo empujó para poder levantarse. Se paró a un lado de la puerta con los brazos cruzados en su pecho.

—No voy a presionarte. —le respondió,  sentándose en el sillón.

—Será mejor que te vayas.

—Sí, tienes razón. —abrió la puerta y antes de salir, besó los labios de su novio.

Harry cerró la puerta, suspiró y caminó en dirección a su habitación, pero en el primer escalón, regresó tomando su chaqueta y sus llaves, saliendo de la casa.

Pidió al taxi que se detuviera, observando un pub que parecía haberlo visto antes, y estar cerca le causaba una buena sensación. Sabía que no era seguro salir solo, todo podría seguir luciendo nuevo para él, pero estaba harto de esta estar encerrado en su casa y que la única persona que viera fuera Michael. Bajó del taxi agradeciendo al conductor y pagando su cuota.

Gente entraba y salía del pub, unos más borrachos que otros. Se acercó al lugar chocando con un hombre ebrio.

—¿Qué pasó, ricitos? ¿Problemas para caminar? —balbuceó el hombre.

—Lo lamento, no te vi.

—Apuesto que si. Los gays como tú solo buscan una cosa, sexo. —escupió tambaleándose.

—¿Disculpa? —lo miró con el ceño fruncido, ofendido.

—¿El marica se ofendió? Pero si lo único que quieren es esto. —tocó descaradamente su pene mirando al rizado.

No me dejes |l.s|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora